Comencé a deambular por el cuarto, buscando algo para entretenerme hasta saber noticias de Alicia. Me tumbé en la cama y me quedé observando el techo. ¿Qué podía hacer? Sería un buen momento para que apareciera mi príncipe por la ventana y me rescatara de tanto aburrimiento.
Entonces miré la ventana que estaba cerrada. ¿Cómo iba a entrar si no podía? Entonces me levanté y fui a abrirla. Al hacerlo, una suave brisa sopló en mi cara. Era muy agradable. Observé fuera y contemplé las flores, ahora marchitas, de mi corazón destrozado. Así lo sentía cuando lo observaba, como si me lo hubieran pisoteado. ¿Por qué no habrá venido ya a arreglarlo?
Pensé que sería buena idea bajar a arreglarlo yo misma para cuando viniera, pero no tenía herramientas ni conocimientos de jardinería, así que no pude hacer nada.
− Quizás venga pronto y me de otra sorpresa. – Hablaba conmigo misma.
Entré de nuevo en la habitación. Di un buen suspiro mientras situaba mis posaderas sobre la cama. No sabía en qué matar el rato. Entonces vi el libro que me regaló Alicia. Por ahora mi único regalo de cumpleaños, a parte del desayuno que ella me trajo, el cual no pude degustar debido a la mala noticia de la universidad. Otro regalo para mi cumple, la muerte de un profesor.
Me incliné sobre la cama para intentar cogerlo cuando, de pronto, escuché un silbido fuera en la calle. ¿Quién podría ser? Me asomé a la ventana con vagas esperanzas de que fuera alguien que me buscara a mí. Entonces fue cuando lo vi, allí debajo, junto a mi corazón marchitado.
− Hola – le dije a Ian que tardó varios segundos en volver la vista hacia mí −. ¿Qué te trae por aquí? – Vaya pregunta más tonta. A veces me gustaría golpearme a mi misma avisándome de lo tonta que era.
− Qué mala pata. Tendré que arreglarlo – dijo refiriéndose al corazón de flores que él mismo había creado para mí.
Hice un mohín como respuesta.
− Espera un minuto y bajo – dije despidiéndome con la mano.
Entré rápidamente en el cuarto. Rebusqué de nuevo en el armario. Era una tontería volver a cambiarme de ropa, pero quería estar más guapa, sobre todo si era para verle a él. Me puse una minifalda con unos leguins negros debajo, y tomé prestada una camiseta de Alicia de color gris, con las mangas anchas y por los codos, con el cuello ancho. Rápidamente me hice un recogido en el pelo y me pinté un poco los ojos.
− Ya estoy – dije como si quien me estuviera esperando pudiera oírme.
Me perfumé y salí pitando de la habitación. Bajé las escaleras dirección a la puerta principal.
− Hola – le dije, ya que estaba allí esperándome, apoyado en una pared.
− Eso ya lo has dicho antes – me respondió seguido de una sonrisa de las suyas que tanto me gustan.
No pude resistirme y me lancé a sus brazos a saborear de nuevo esos labios que me volvían loca.
− ¿He tardado mucho? – pregunté sin separarme de su abrazo.
− Pues no mucho – me contestó −, aunque el del taxi se ha cansado de esperar y la pizza que he pedido ha llegado fría.
Se separó un poco esperando el golpe que le iba a propinar por gastar esa broma. Y se lo di.
− Anda, tonto.
− ¿Tienes planes para hoy? – preguntó.
Me hice un poco la loca. Por lo visto no sabía que era mi cumpleaños.
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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©
Mystère / ThrillerAnaís. 20 años. Estudiante de universidad. Ian. El hombre de su vida, pero oculta un secreto. Una sucesión de crímenes acontecidos las noches de luna llena te llevarán a descubrir el límite entre la realidad y la ficción. Acompaña a nuestra protagon...