CAPÍTULO 32

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Era demasiado tarde. No podía convencerle de lo contrario. Además, me había auto invitado para esta tarde.

− ¿A dónde me llevas? - pregunté mientras me arrastraba por la universidad, como si tuviera prisa -. ¿Está lejos? ¿Dónde viven?

− Tranquila, yo te llevo.

− ¿Es que tienes coche?

− No.

− ¿Entonces? ¿Cómo vamos a ir?

No respondió mi pregunta. Nos adentramos en uno de los aparcamientos de la universidad. Nos movimos entre los coches hasta llegar a...

− ¿Una moto? - Y pedazo de moto tenía. No entendía del tema, pero parecía cara y que corriera mucho. Pude leer lo que sería una marca Hyosung gt 125 r.

− ¿Te gusta?

Asentí con la cabeza mientras salía de mi sorpresa. Era increíble pensar que con los trabajos que decía realizar se hubiera podido permitir ese lujo.

− Pero, no tengo casco - le dije.

− Eso no importa - dijo quitando la cadena a la moto, dejando libre el único casco que parecía tener -. Ya te comprare uno si decides viajar más veces conmigo.

Me lo lanzó a las manos.

− ¿Y tú? - pregunté.

− Tranquila, yo tengo el coco duro - respondió dándose unos golpecitos en la cabeza.

− ¿Y si te ponen una multa?

− No sé, nunca me ha pasado - dijo sin ponerse nervioso. Era como si no le tuviera miedo a nada -. Si me paran, pues alguna vez será la primera.

Rápidamente se subió a la moto y la hizo rugir.

−Tranquila - dijo entre los acelerones del motor -. Soy cuidadoso en estas cosas. No me gusta ser temerario, si es lo que piensas.

− No, no pensaba eso - dije mientras me ponía el casco.

− Pues sube y disfruta del paseo.

Me apoyé en su hombro para ayudarme a subir, porque era un poco alta para mí. Tomé impulso, pasé una pierna por encima del asiento y conseguí subir.

Dio unos giros a la empuñadura de la moto que la hizo rugir como un tigre.

− ¡Agárrate! - me dijo volviéndose hacia mí.

Pasé mis brazos por su cintura. Él pudo notar que estaba asustada y me dedicó una sonrisa. Luego la moto salió disparada. Cogió bastante velocidad en pocos segundos. Tuve que apoyar mi cabeza en su espalda. Estaba asustada. Pude ver nuestra silueta en el cristal de algunos escaparates, montados en esa moto roja.

− ¡No corras! - intentaba decirle. Estaba preocupada porque él no tenía casco. Me sabría muy mal si le pasaba algo, ya que era su casco el que yo tenía, quedándose él desprotegido ante el peligro.

No sé si iba muy deprisa o respetaba la velocidad. No estaba acostumbrada a montar en moto. Pero si abría los ojos, veía cómo dejábamos los coches atrás. Estábamos ya fuera de la universidad.

Era muy ágil haciendo maniobras. Giraba las calles sin problemas de que yo fuera de paquete.

No tardó en disminuir la velocidad. Se arrimó a una orilla del asfalto y paró el vehículo.

A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora