CAPÍTULO 34

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Mírala ahí durmiendo. Tan tranquila. Sin ninguna preocupación. Ajena a lo que está ocurriendo mientras duerme. No debería dejar la ventana abierta, puede ser peligroso.

Ahí estaba yo, parado a los pies de su cama, en la oscuridad de su habitación, observándola mientras dormía, con su carita de buena chica. Me acerqué por un lateral y con un dedo recorrí la silueta de su cuerpo que se dibujaba entre las sábanas. Deslicé el dedo por su cuello y me entretuve en el contorno de sus labios.

Tan delicada... tan dulce... Dan ganas de comérsela ahora mismo.

Agaché el rostro y aspiré el aroma que emitían sus cabellos. Ella seguía dormida, sin percatarse de mi presencia en la habitación.

Hoy sería algo voluntario. Podría matarla ahora mismo y nadie se daría cuenta.

Giró su rostro hacia el otro lado. Con mi mano, delicadamente para no despertarla, agarré su mejilla y atraje su rostro de nuevo hacia el lado donde me situaba. Me gustaba contemplarla, allí, tumbada, indefensa, desprotegida.

Podría hacerlo en menos de un minuto. Nadie se enteraría. No le daría apenas tiempo a gritar y pedir ayuda. Me lo ha puesto tan fácil.

Separé mi mano de su mejilla, suavemente, con una caricia.

Miré al exterior de la habitación. Era de noche y no se escuchaba a nadie fuera. Contemplé los rayos que entraban e iluminaban el suelo del cuarto.

Hoy es algo voluntario. Si lo hago seré consciente de mis actos y habré acabado con mi sufrimiento durante un tiempo más. Pero mañana...

Me acerqué a la ventana. Miré al cielo y contemplé la luna, a punto de recibir su perfección.

Mañana no será voluntario. No responderé a mi cuerpo y todo será más sangriento. No seré consciente de mis actos. Ya ha pasado otras veces, y creo que llamaría menos la atención si lo hago hoy, antes de perder el control.

Giré el rostro hacia la chica. Algo me impedía llevar a cabo mi tarea. Mi cuerpo lo pedía. Sentía en mi interior como la sangre fluía por mis venas y cómo mi cerebro me pedía a gritos que lo hiciera ya. Pero contemplaba el rostro de esa débil criatura y encontraba algo en ella que no me dejaba actuar.

Ay linda muchacha que duermes ajena a tu realidad. Podrías perder tu vida en un segundo y no serías consciente de ello jamás.

Me encontraba de nuevo al lado de su rostro, agachado junto a la cama, hablándole tan cerca que podría despertar. Acariciaba su cabello mientras seguía hablando.

Para mí es tan fácil arrebatarte tu vida con la misma facilidad que Dios te la ha dado.

Acerqué mi rostro a su cuello y me encontraba tan cerca que mis palabras parecían resbalar sobre su piel.

Un dulce bocado saciará mi cuerpo y me librará de este mal que estoy padeciendo. Tu sangre hará que mi cuerpo dure una temporada más.

Abrí la boca con la intención de dar un mordisco a su cuello. Mis labios rozaron su piel, suave y delicada. Mis dientes no llegaron a finalizar su tarea. Retrocedieron cerrando la mandíbula formando un beso que saboreó su piel.

Es una lástima desperdiciar este cuerpo tan interesante. Pero su sacrificio hará que yo pueda vivir un poco más.

La chica parecía estar despertándose. Si se despertaba no tendría más remedio que lanzarme a muerte contra ella. No podía permitirme que me descubrieran. Era la víctima perfecta.

Contemplé su rostro, sonriente, como si su mente estuviera en un mundo feliz ajeno a lo que estaba ocurriendo en su habitación. Si la mataba ahora mismo, quizás ella quedaría atrapada para siempre allí, feliz para el resto de sus días.

Hoy sería una muerte rápida y dulce. No se daría cuenta. Pero mañana... Dios no quiera que sufra tanto este angelito suyo.

Besé su frente y me alcé de su lado. Su cuerpo se agitaba a punto de despertar. Me aparté hacia la ventana. No quería que despertara y me viera allí. No me gustaría que viera mi rostro antes de mandarla al más allá y llevarse esta última imagen del mundo que le he robado.

Lo siento, bella criatura. Perdóname si mañana te hago sufrir, pero es que me es imposible arrebatar tu vida teniendo la conciencia clara. Pero mañana nos volveremos a ver, te lo aseguro, y no prometo que vuelvas a tener la misma suerte que hoy.

Subí un pie a una silla y el otro lo puse fuera, en la ventana. Estaba a punto de saltar al exterior cuando vi que abría los ojos.

Te regalo un día más.

Y salté al exterior.

       Y salté al exterior

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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora