Anaís. 20 años. Estudiante de universidad.
Ian. El hombre de su vida, pero oculta un secreto.
Una sucesión de crímenes acontecidos las noches de luna llena te llevarán a descubrir el límite entre la realidad y la ficción.
Acompaña a nuestra protagon...
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Faltan pocos días. Necesito encontrar mi próxima víctima, alguien adecuado, que no levante sospechas. Mi cuerpo me lo pide, ya lo estoy notando.
Abrí la nevera buscando algo para desayunar. El día iba a ser largo y mi cuerpo ya me estaba fallando, mucho antes de lo previsto. Cogí un cartón de zumo, cerré la nevera y fui a por un vaso. Mientras vertía el líquido en él recordé la tarde anterior. Quizás en aquel parque podría encontrar un buen candidato. Allí hay muchas personas.
Hoy hace 4 meses que me mudé aquí. En el otro pueblo ya había causado bastantes problemas y mi presencia se estaba haciendo irritable. Sospechaban de mí y pronto darían conmigo. Hice bien en desaparecer en el momento justo. Nunca vendrán a buscarme por esta zona. Además, ya que estoy aquí puedo solucionar un par de asuntillos pendientes.
Mis manos comenzaron a temblar y el vaso se deslizó por mi mano hasta acabar en el suelo. Recordé algo que me inquietaba y eso me mataba por dentro. Había llegado la hora, y tenía que acabar cuanto antes. Los fragmentos del vaso se esparcieron por todo el suelo. No presté atención y dejando el cartón de zumo en la encimera, me encaminé hacia el salón. Mis pies descalzos pasaron por encima de los vidrios, y el dolor que me producían no era nada comparado con lo que sentía por dentro, y seguí andando. Un sendero de sangre se dibujó tras mis pasos hasta llegar al sillón donde me senté. En la mesita del salón había unas cuantas fotografías que tomé la tarde anterior en el parque, fotografías de personas distintas, sin nada en común entre ellas. En las fotos se podía ver gente jugando con su perro, volando una cometa, leyendo un libro... cogí esta fotografía y tiré las demás tras mi espalda, acabando esparcidas por el suelo. Me quedé observando fijamente esa fotografía, mirando cada detalle.
− Creo que he encontrado a la candidata perfecta – me dije dibujando una amplia sonrisa.
En la foto se podía ver una chica de pelo largo, castaño oscuro y ondulado, con la mirada fija en un libro que llevaba en las manos. Estaba sentada en un banco, delante de un árbol, cerca del estanque de agua. Sus ojos claros indicaban soledad y tristeza. Podían ser dos cosas, o el libro era muy triste o aquella chica era la que estaba buscando, solitaria y encerrada en un mundo creado para sí misma. Seguro que con ella no levantaría sospechas.
Si no la hubiera estado observando esa tarde no me habría percatado de lo que pasó. Si ella no se hubiera introducido en el agua...
Un fuerte golpe de mi puño hizo añicos el cristal de la mesita. Ese recuerdo me hizo rabiar. Todo esto sería diferente si no nos hubiéramos cruzado esa tarde. Pero la cosa no podía quedar así. Es hora de actuar, y pronto nos volveremos a ver las caras. Miré hacia la ventana y observé los rayos de luz que entraban por ella. De pronto comencé a pensar mi próximo paso.
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