PRÓLOGO

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Todo estaba oscuro y hacía mucho calor

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Todo estaba oscuro y hacía mucho calor. Me costaba mucho respirar. No sabía dónde estaba y poco a poco fue abriéndose un camino de luz. Abrí los ojos lentamente y atenuando la vista me llevé el mayor susto de mi vida. Todo estaba cubierto de llamas, había fuego por todas partes. Me sentía desorientada, nerviosa. No sabía dónde me encontraba y cómo había llegado a parar allí. No podía moverme, algo me presionaba en las piernas pero no podía verlo debido al humo que molestaba mis ojos.

Mi aturdimiento no me dejaba recordar nada de lo sucedido. ¿Puede que todo aquello fuera el mismísimo infierno? ¿Cómo había llegado a parar allí? No entendía nada. El calor me quemaba la piel y los ojos lloraban por culpa del humo. No veía con claridad. El cuerpo me dolía. ¿Me habría dado algún golpe? Examiné mi cuerpo en busca de alguna herida o algo que me hiciera recordar porqué me encontraba allí. Pero a pesar de mi fuerte dolor de cabeza no encontré nada más. Simplemente algo me tenía prisionera agarrándome por las piernas. Hice un esfuerzo por liberarme pero fue en vano.

Todo ardía en llamas. Se escuchaban pequeñas explosiones alrededor mío cada vez más frecuentes. De pronto escuché un gran estruendo. Algo se había derrumbado un poco más allá de donde me situaba. El humo se hacía más denso y dificultaba más la respiración. Cada minuto allí podría significar el fin de mi vida. ¿O ya había muerto? Lo que está claro es que lo que sentía allí era real, por lo tanto algo estaba ocurriendo, y tenía muy mala pinta. Necesitaba salir de allí cuanto antes.

Mis esfuerzos por liberarme de mi pequeña prisión fueron inútiles. Nada de lo que intentase podía sacarme de allí. Forcé un poco más mi vista para encontrar algo a mí alrededor que me pudiera servir para escapar. Entonces me di cuenta del sitio en el que me encontraba. Estaba dentro de una casa. Se veían muebles ardiendo, cortinas quemándose, sillas por el suelo... Todo estaba envuelto en llamas. Me quedé mirando la pantalla del televisor apagado donde creí ver la figura de una persona, pero de repente explotó y aparté la mirada para que los fragmentos no me golpearan. Giré la cabeza buscando la silueta de la persona que parecía haber visto en la pantalla pero nadie había en el lugar donde debería estar. Grité desconsolada pensando que aquella persona podría estar cerca para salvarme, pero no hubo respuesta. Mis gritos se perdían con el ruido de las llamas. El calor cada vez era más intenso y el humo creó una sequedad en mi garganta que impedía la salida de mis gritos de auxilio. La desesperación y la sensación de muerte me invadieron hasta lo más adentro de mi pecho. Las lágrimas se desbordaban de mis ojos y ardían con el calor del fuego abrasando mi piel mientras se deslizaban por mis mejillas.

Luché duramente, presa de mi pánico, para poder liberarme, pero aquello que me tenía sujeta pesaba mucho. Empujé fuertemente para apartarlo pero no pude. Volví a mirar a mí alrededor e intenté ver más allá de las llamas que tenía más cerca, y mi atención se vio atraída por un cuerpo que había tirado en el suelo. Mis gritos no consiguieron despertarle. Quizás estaba muerto y la próxima iba a ser yo. Insistí más de lo que mi garganta me permitía, pero aquel cuerpo no se movía. Su rostro estaba girado hacia el otro lado impidiendo reconocerle. Forcé mi memoria para recordar el porqué estaba allí y de quien era ese cuerpo.

 Forcé mi memoria para recordar el porqué estaba allí y de quien era ese cuerpo

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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora