CAPÍTULO 29

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Alicia me esperaba en la cafetería como me había dicho

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Alicia me esperaba en la cafetería como me había dicho. Estaba sentada con unas chicas de su carrera a las que yo no conocía de nada. Me senté con ellas y procuré no comentar nada de lo que había sucedido en el examen. Aunque ellas ya se habían enterado de lo duro que había sido el maestro con los alumnos.

− Yo tengo la semana que viene un examen con él – dijo Alicia. – Qué miedo.

− Pues yo no sé si presentarme – contestó una de sus amigas –. No lo tengo nada preparado.

− Ahora sabes que no puedes copiarte – le siguió otra compañera.

Era increíble lo que el profesor había logrado. Había conseguido que hasta las personas sintieran miedo fuera de las aulas. No me lo imaginaba así.

Me sentía fuera de la conversación. Me habría gustado contarles lo que me había pasado a mí, pero esperaría a que mi amiga estuviera sola, ya que no quería meter en un lio al profesor.

Y como si hubieran leído mis pensamientos, comenzaron a preguntarme sobre él.

− Oye, ¿y a ti cómo te ha tratado? – preguntó Alicia.

Tardé en contestar. Tenía que medir mis palabras para no meter la pata.

− Pues bien – respondí mirando solamente a Alicia. Al fin y al cabo era a la única a la que le importaba de verdad. Las otras solo estaban cotilleando –. Me ha tratado como a una más.

− Pues nosotras pensábamos que había algo entre vosotros – dijo una de ellas.

Le miré con cara extrañada.

− ¿Y eso? – le pregunté. La verdad es que no me interesaba lo que pensaran. Pero debía defenderme de los comentarios que hicieran, o al menos dejar las cosas claras y dejar limpia la reputación del profesor.

− Pues en la forma en que os miráis – contestó la misma.

− Sí, es verdad – siguió otra –. Él te mira con una cara de deseo... como si quisiera comerte.

− Sí, lo vimos en la biblioteca – dijo la anterior.

Miré a mi amiga para ver lo que decía. Ella también estuvo allí. Y asintió con la cabeza.

− Pero... − intenté defenderme, pero no me salían las palabras.

− Sí, dejadlo ya – intervino mi amiga en mi defensa –. Además, Any ya tiene un chico, y bien apuesto.

Miré a mi amiga, que me sonreía. Me ruboricé ante sus palabras. La imagen de Ian vino a mi mente, pero fue interrumpida por el comentario de otra de las chicas.

− Pero llévate cuidado porque conocemos a esos profesores.

− ¿Qué quieres decir? – le pregunté intrigada.

− Pues que son de los típicos que intentan ligarse a las alumnas para luego... ya sabes.

− ¡Eso no es verdad! – le interrumpí. Me estaba poniendo histérica al escuchar esos comentarios sobre el profesor.

− ¿Que no? – La chica hizo un mohín en su defensa –. Aquí la amiga tiene mucha experiencia sobre eso – señaló con el dedo pulgar a una compañera que estaba al lado. Ésta hizo un gesto con los hombros afirmando que tenía razón.

− ¿Siii? – preguntó Alicia con mucha curiosidad −. ¿Quién fue?

− El de cálculo. – No se lo pensó dos veces, lo que apoyaba su versión.

− ¿Y te aprobó? – siguió preguntando.

− Un diez redondo. – La chica mostraba una sonrisa de satisfacción. Se sentía orgullosa.

Qué deshonroso me parecía eso. Aprobar llegando hasta ese punto. Hay que ver de lo que la gente era capaz. Pero, no tenían razón, ¿o tal vez si? Puede que las intenciones del profesor conmigo fueran las mismas. Me ayudaba para llevarme a su terreno y conseguir su propósito. Solo de pensarlo me entraban nauseas. Pero yo no lo veía capaz de eso. No sé, se le veía buena persona. Pensaba que sus actos eran de un buen samaritano, que lo hacía por ayudarme y nada más.

La curiosidad me mataba. Necesitaba averiguarlo cuanto antes.

Me levanté de golpe y cogí mi mochila del suelo.

− ¿Dónde vas? – preguntó Alicia sorprendida por mi actuación ante esos comentarios.

No se me ocurría ninguna respuesta. Si contestaba que iba a ver al profesor, afirmaría lo que habían estado hablando, y no quería eso.

− Pues... he quedado con un chico que quiere conocerte y se me había olvidado.

− ¿Si? – Mi amiga se llenó de una alegría inmensa −. ¿Quién es? ¿Le conozco?

− Creo que no, pero le he dicho que mañana te lo presentaría.

Vi a mi amiga como se ilusionaba como una niña pequeña.

− Nos vemos en casa – le dije y luego me despedí dirigiéndome hacia el despacho del profesor.

Escuché como cambiaron el tema y empezaban a hablar de chicos mientras me alejaba.

Escuché como cambiaron el tema y empezaban a hablar de chicos mientras me alejaba

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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora