CAPÍTULO 30

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Iba de camino a buscar a Marcus. Si acababa de hacer el examen puede que lo encontrara en su despacho. Puede que aun tuviera tiempo. Pero, ¿y si me veían con él? Así corroboraría los comentarios que hacían sobre nosotros.

Sin embargo, necesitaba verle. De esta manera sabría cuáles eran sus intenciones. Y ¿qué hago? ¿Intento seducirle a ver si me sigue el juego? No podía caer tan bajo. Podría preguntárselo directamente. ¿Cómo soy tan tonta? Seguro que de esa manera no iba a solucionar nada. Simplemente debería dejarme llevar.

Llegué al edificio dónde estaba su despacho. Subí las escaleras nerviosa. Una vez delante de su puerta, respiré hondo y me decidí a entrar. Alcé el puño para llamar a la puerta con los nudillos pero su voz me interrumpió desde el interior.

− Pasa - dijo con un tono alegre. ¿Cómo sabía que estaba allí? Parecía como si se hubiera anticipado a lo que iba a hacer y me estuviera esperando.

Giré lentamente el pomo de la puerta y abrí para entrar. Pude verlo sentado frente a su mesa, con la mirada fija en unas hojas que parecían ser nuestros exámenes. Hay que ver lo aplicado que era, no había pasado ni una hora y ya los estaba corrigiendo. Pocos profesores hacen eso.

− Pasa y siéntate. ¿Qué te trae por aquí? - me preguntó sin separar la vista de las hojas.

Tomé asiento con dificultad. Las piernas me temblaban mucho y estaba muy nerviosa. ¿Qué me había traído hasta allí? Lo había olvidado. ¿Qué iba a decirle ahora?

Me quedé muda, no sabía qué decirle.

Alzó la mirada para mirarme a los ojos. Al ver mi rostro nervioso dibujó una sonrisa en sus labios.

− No te preocupes por lo que comente la gente. - Agachó la cabeza y siguió corrigiendo.

Era increíble que supiera hasta lo que quería preguntarle. ¿Acaso podía leer la mente? Tal vez por eso era tan bueno descubriendo a la gente que intentaba copiar. ¿Eso es posible? ¿De verdad tenía esa habilidad? Incluso sabía que estaba fuera sin haber llamado a la puerta. Me quedé desconcertada.

− Debes saber que mis intenciones no son deshonestas - dijo como si estuviera contestando a lo que yo pensaba.

− Pero... − intenté decir algo, pero no sabía el qué.

− La gente habla mucho, les gusta chismorrear.

− ¿Y lo que has hecho por mí en el examen? - Por fin salió la pregunta de mi boca. Esperé impaciente la respuesta y observé cómo se levantaba de la silla. No contestó nada. Se acercó a la ventana y miró al exterior.

Me levanté y me puse tras él esperando a que dijera algo.

− ¿Te veías capacitada para aprobar ese examen? - dijo sin volverse.

A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora