CAPÍTULO 36

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El día se dio paso entre mi ventana despertándome de unos sueños magníficos. En unos aparecía Ian, como un caballero en su caballo blanco, luchando por mí, y en otros salía el profesor, acunándome en sus brazos, protegiéndome de cualquier mal que me pudiera acechar.

Era imposible borrar la sonrisa de mi cara. Parecía una niña cuando se despierta el día de reyes esperando ver sus regalos.

Hoy era el día de mi cumpleaños, y nada me podía estropear el día. Además, contaba con dos seres que me protegían. Podía sentirme querida, y era lo que necesitaba ese día.

Me levanté de la cama de un salto, y me dirigí a la ventana, a ver si alguno de mis reyes magos había vuelto esa noche a reparar mi regalo, que quedó destrozado en el suelo. Me llevé una gran desilusión. El corazón seguía pisoteado y las flores estaban marchitas.

En mi interior apareció un triste sentimiento que me bajó la moral, pero luché contra él dibujando una sonrisa en mi rostro. Nada iba a estropearme el día.

Miré en la habitación, en la cama de mi amiga Alicia que allí dormía plácidamente. Seguro que se retiró tarde estudiando, o a saber.

− ¡Aahhh! ¡Despierta Alicia! ¡Despierta! - empecé a gritar como una loca al lado de su cama.

− ¡Qué! ¡¿Qué pasa?! - Ella se despertó sobresaltada, y asustada comenzó a moverse de un lado para otro hasta que acabó cayéndose de la cama, dándose de morros contra el suelo.

− Upss, lo siento - me disculpé.

Ella levantó la cabeza y me dedicó una mirada de pocos amigos.

− ¿Qué te pasa? - me preguntó mientras se llevaba la mano a la boca para comprobar si tenía sangre.

− ¡Es mi cumpleaños! ¡Quiero celebrarlo!

Ella me miró extrañada. Es cierto que nunca mostraba ese interés por celebrar estas costumbres, pero hoy me sentía como nueva, estaba muy contenta y necesitaba expresarlo.

− Eres de lo que no hay. - Me dedicó media sonrisa y se volvió a acostar en la cama, dándome la espalda para volverse a dormir.

− Pero, ¿qué haces? - le pregunté −. ¡Vámonos a celebrarlo!

La zarandeaba para que no se durmiera y me prestara atención. Al final se giró hacia mí.

− ¿Qué bicho te ha picado esta noche?

Entonces, su pregunta, me hizo recordar que Ian había estado la noche anterior en mi habitación. Él era quien motivaba esta alegría que me llenaba por dentro.

− Necesito arreglarme. - Me puse como una histérica a remover las prendas de ropa que habían en el armario -. Tengo que estar guapa para hoy.

Alicia observaba mis movimientos con cara de no entender lo que quería decirle.

− Cuando lo consigas me avisas - dijo Alicia estirando el edredón para ocultarse debajo de las sábanas y seguir durmiendo.

− ¿Qué insinúas? ¿Qué no soy guapa? - Agarré mi mochila que estaba a los pies del escritorio y la lancé sobre ella, que, al escuchar el gemido de su queja, supe que pesaba demasiado y le había hecho daño.

− ¡Lo siento, lo siento! - Intenté disculparme mientras me acercaba a ella y descubría su rostro de debajo de las mantas.

Puso una cara extraña, como fingiendo estar muerta, volviendo los ojos hacia arriba dejándolos en blanco. Luego los volvió a su sitio y me sonrió.

A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora