Capítulo 2

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Entre polvo y polvo, me había quedado completamente dormida encima de Hunter y no en un gesto de romance, sino en uno de confianza; porque si algo había entre Hunter y yo después de todos estos años, era confianza para saber que no iba a haber nada más allá de lo que teníamos: sexo.

Tan siquiera se sé cómo empezaría a describirle. Aunque, si tuviera que elegir una palabra, sin duda sería 'alérgico al compromiso'. Bueno, eso son tres pero me entendéis, ¿no? A pesar de eso, mi opinión como profesional de la salud mental, era otra y es que, por un lado decía que no quería ningún tipo de relación amorosa y por otro, lloraba por las esquinas porque su compañera de trabajo Debrah, pasan totalmente de él. Entonces, ¿quién puede entender a los hombres? Son como el perro del hortelano, que ni comen ni dejan comer.

Al menos, Hunter es guapo. Pero no de esos tipos que dices 'Sí, es guapo'. No. Él... Es guapo a rabiar, tiene una mirada azulada tan sexy que podría dejarte de piedra y sería capaz de hacer caer hasta la mujer más enamorada de su marido o a un hombre que supuestamente es heterosexual. He visto a lo largo de los años a muchas mujeres llorar porque él no las quería, mujeres con las que apenas había cruzado dos palabras. Tiffany, una de mis mejores amigas, por ejemplo. Por eso, ya no dejaba que ninguna se acercara, necesitaba evitar corazones rotos. Todo el mundo se pensaba que era porque yo lo quería entero para mí pero a decir verdad, me importaba más bien poco lo que Hunter hiciese con el resto de mujeres; las que me importaban eran ellas.

–Mer... Ruben me acaba de decir de salir esta noche, ¿te quieres venir? Seguro que alguno de sus amigos está dispuesto a ayudarte con el tema de la apuesta... Ya me entiendes.

Dile que... –Solté un largo bostezo y me estiré levantándome de la cama. Cogí la camiseta de Hunt y me la puse por encima por si Aurora y Quique venían. No es que me importara que me vieran desnuda; no sentía ningún pudor, pero mis antiguos compañeros de piso se habían quejado de ello, así que, decidí taparme un poco. –Iré, que lleve a un tío alto de ojos claros, que son los que me gustan.

–Como yo.

–No te ofendas, Hunt, pero tú de alto... Bueno, no tienes nada. –Contesté sin siquiera mirarlo. –Voy a la cocina, ¿quieres algo?

–A ti.

–Ahora vuelvo.

Rebusqué en la nevera algo de comer. El sexo siempre me daba hambre, pero no había nada que se pudiera comer sin cocinar, así que cogí el brick de zumo de naranja que había.

De camino a la habitación, escuché la puerta de casa abrirse y me giré para ver a Aurora, Quique y dos señores que debían ser sus padres.

–Ah, hola. –Saludé a los dos con una sonrisa de oreja a oreja. Me hizo mucha gracia la cara con la que me miraron, parecían haber visto un fantasma. –Meredith Martin, la compañera de piso de su hija, que por cierto, os ha salido de puta madre. Mis padres no debieron de poner tanto empeño. Bueno, Enrique también está de muy buen ver, además cuando canta en la ducha, me quedo pegada a la puerta escuchándole. –Hice una pausa para darle un trago al zumo. – Espero que tengáis una gran estancia en New York. –Terminé mi discurso guiñándole un ojo a los dos.

–¡Mer! ¡¿Vuelves a la cama o qué?! –Gritó Hunter desde dentro de la habitación. Pesado. Ni hacer amigos me dejaba.

–Oh. Es verdad. Un placer conoceros. Adiós.

Me tiré en la cama al llegar y le miré desde arriba. Él me quitó el mechón de pelo que se había colado en mi cara y me dio un suave beso en los labios.

–Ruben se ha ofrecido voluntario para tu lista. –Dijo intentando no reírse. –Seguro que disfrutas mucho con él.

–Imbécil... –Gruñí dándole con la almohada. Su amigo era un completo imbécil y para colmo, tenía los dientes amarillos por la cantidad ingesta de tabaco que fumaba (y por la falta de higiene, obvio). Además, siempre que coincidía con él, intentaba algo conmigo, ¿acaso no entiende una negativa? Pero me bastaba yo sola para mandarle a la mierda con un arte digno de museo. A mí ese tipo, no me iba a atosigar.

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