Capítulo 16

17K 944 98
                                    

Era precioso ver cómo Freud jugaba con un palo en el parque correteando por el césped. Me hacía tan feliz... Podría pasarme horas viendo cómo se revolcaba en la hierba porque estaba fresquita o cómo huía de otros perros para que no le quitaran si juguete. En mi cabeza, intentaba buscar un solo motivo para que a alguien no le gustaran los perros, pero era imposible.

El sol brillaba radiante en el cielo solo, sin nubes que le acompañaran, y yo estaba metida debajo de un árbol para no quemarme: mi madre me había dado su precioso pelo naranja pero también su piel cristalina que me hacía tener del mismo color que el pelo solo con que un rayo rozara mi piel.

De pronto, Freud vino corriendo hacia donde estaba y soltó el palo quedándose mirando detrás de mí con su pequeña cabeza ladeada. Fruncí el ceño para darme la vuelta y encontrarme con el pelo negro como el carbón y los ojos verdes de Chris, el hombre que conocí en la fiesta de Claire.

–¿Tomando la sombra? –Preguntó antes de sentarse a mi lado en el césped.

–La sombra me toma a mí. –Bromeé cogiendo el palo de Freud y tirándolo para que saliera corriendo detrás de él después de que chupara las piernas de Chris.

–Tu tono 'Edward Cullen' lo dice por ti.

–¿Crepúsculo? ¿En serio?

–Era la película favorita de alguien muy especial para mí, ¿qué puedo decir? Me sé los diálogos de memoria. –Admitió encogiéndose de hombros y con una mueca que, desde luego, denotaba tristeza y no hacía falta tener una carrera en psicología para saberlo.

Comenzamos a caminar por el parque con Freud ya atado que mordía los cordones de mis zapatillas.

Ese pequeño paseo provocó que me diera cuenta de una cosa que antes había pasado desapercibida  para mí: Chris era un hombre tranquilo; solo de mirarle, se apoderaba de ti una sensación de paz, como si tus problemas y preocupaciones dejaran de existir. A nuestro alrededor podría haber un tiroteo que si le miraba, tan siquiera escucharía los disparos.

–¿Llevas viviendo mucho tiempo aquí? –Preguntó cuando nos sentamos en una terraza a tomar algo.

–Entre toda mi vida y un año. –Expliqué. Él pareció no entenderlo por el gesto que puso y sonreí dando vueltas en mi café. –Nací aquí y estuve viviendo muchos años, pero me fui a España a los 12 años. Ahora, con 27, he vuelto.

–¿Y por qué?

–Aquí están todos locos y yo soy psicóloga. En España también, pero la gente se resiste más a pagarme por "contarme sus problemas".

Él soltó una carcajada y negó con la cabeza. Se agachó para acariciar a Freud que empezó a jugar con él mordiendo sus dedos.

–No sabía que eras psicóloga...  Así que, solo epero que no me analices; sino, descubrirás que soy un psicópata y no podré matarte mientras duermes.

–Si lo haces, al menos dona mi pelo para que hagan pelucas. Es lo mejor que tengo.

Él sonrió y dio un sorbo a su café irlandés. Miró el reloj de su muñeca que parecía bastante caro (si es que no era de imitación) y después, arrugó un poco el gesto.

–Tengo que irme. Tengo una reunión en... 10 minutos. Un placer haberte visto, Mer, ¿me llamarás para quedar otro día? La gente de aquí normalmente se cree alguien importante. Tú eres como un soplo de aire fresco en verano.

–Solo si me prometes que no me asesinarás.

–Bueno, vamos viendo. –Contestó riéndose. Me guiñó un ojo y se dio ls vuelta para irse a la reunión.

¿Quieres jugar? JuguemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora