Capítulo 6

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No me gustaba hacer eso, pero tenía la llave de la casa de Nolan, así que abrí la puerta. No me contestaba al maldito teléfono y me estaba haciendo pis.

Corrí hasta el baño. Escuché la ducha pero me dio igual: le conocía desde que era un niño gruñón en pañales. Se podría decir que había visto y que sabía todo acerca de él.

–Hola, no te asustes. Soy Mer. No me aguantaba más. –Dije bajándome los pantalones. Me senté en la taza y empecé a hacer pis.

–¿Qué haces aquí?

–Necesito que me presentes a algún enfermero o médico o lo que sea. El otro día salí de fiesta pero un tío casi se me muere encima y bueno, no tengo corazón, pero eso me dejó mal cuerpo. Los médicos, ¿cómo podéis tener sexo después de pasaros el día rodeados de gente enferma? Sois unos seres alucinantes.

–Si quieres, yo te explico cómo se realiza el acto sexual. –Saltó Quique asomándose por la cortina de la ducha. Abrí la boca de par en par. –Ahora, ¿puedes salir del baño? Esto es realmente incómodo.

–Nolan. Exijo. Explicaciones. De. Esto. –Solté limpiándome lo más rápido que pude y saliendo del baño. Me tuve que tapar la boca para no soltar una carcajada. Al final, Quique había conseguido su cometido. Llevaba queriendo acostarse con mi amigo desde hacía tiempo.

En el salón, comencé a mirar los libros que tenía por las estanterías del salón. Eran todos sobre medicina y operaciones y cosas de esas. Desde luego, mi mejor amigo era un friki de la medicina. No me extrañaba que fuese uno de los cirujanos más valorados del país.

Al rato, Nolan llegó subiéndose los pantalones y con su pelo corto empapado.

–Así que...

–No digas nada. –Soltó señalándome. Se tiró a mi lado y se pasó la mano por el pelo rápido para que el agua restante cayera mojándome un poco. –Quieres un médico o un enfermero: yo te le presento, pero ni se te ocurra decir nada de lo que has visto ahí. Quique no quiere que Aurora se entere ni yo quiero que se entere... Nadie, ¿entendido? Solo nos hemos dejado llevar.

–Vale, señor Humos. Pensaba que el sexo hacía menos borde a las personas, pero ya veo que no.

–Eso es porque no eres el que se acuesta con él, si le dieses lo que hay que darle, sería la persona más simpática del mundo. Siendo Nolan, claro. –Dijo Quique con su habitual sonrisa de medio lado que más que sexy, resultaba adorable. –Me voy. Adiós, guapo. Adiós... Corta rollos.

–¡Es Nolan! ¿Qué iba a saber yo que estaba acompañado? –Pregunté poniendo los labios en una fina línea. Quique soltó una carcajada, nos dijo adiós con la mano y salió por la puerta. Miré a mi amigo que me advirtió levantando una ceja para que no dijese nada más al respecto. –Y soy yo la corta rollos...

–Tengo un compañero... Se llama Barry y...

–Barry el Imbécil.

–Leonor te ha hablado de él, ¿no? –Preguntó frunciendo la nariz. –Ya, es un poco gilipollas, pero... Bueno, es guapo, ¿no te sirve?

–Me he acostado con tíos feos y gilipollas, creo que un guapo y gilipollas me sirve, ¿cita doble? –Pregunté levantando mis cejas insinuante. Mi mejor amigo rodó los ojos.

–Le invito a casa diciéndole que le quieres conocer y me largo.

–Pero... Va a ser un poco raro, ¿no?

–Es Barry. Vas a querer que se calle en cuanto empiece a hablar.

Empezamos una partida de damas e iba ganando pero el timbre sonó y tuvimos que dejar la partida. Nolan abrió la puerta y le dio la mano al tal Barry que, joder, ese hombre había salido del Olimpo. Había visto hombres guapos a lo largo de mi vida pero, ¿él? Superaba a cualquiera. Ahí surgió un problema: ¿ese Dios iba a querer conmigo? Una pelirroja, pecosa que no pesaba ni 50 kilos y con cara de niña. Las manos me empezaron a sudar y la inseguridad que no había tenido desde hacía años, volvió a amenazarme. Pero no podía dejarla que me consumiera de nuevo. Así que, intenté recordarme a mí misma que era guapa y que ningún cuerpo era feo.

–Meredith. –Dije ofreciéndole la mano. Él me miró levantando una ceja pero no se movió, así que me guardé la mano en el bolsillo trasero de mi pantalón.

–Barry.

–Un placer... Esto... ¿Quieres sentarte?

–Blackburn, ¿es una encerrona para enrollarme con tu amiga? –Preguntó ignorándome completamente.

–No, no, qué va... ¿Quieres jugar al... Trivial? –Preguntó Nolan recogiendo las damas.

–¿Me has llamado para... Jugar al Trivial?

–¿Tenías algo mejor que hacer? –Salté frunciendo el ceño. Estaba empezando a tocarme las narices el que hablara en ese tonto tan despectivo. Podía ser guapo y podía hacerme sentir insegura, pero las borderías no las soportaba.

–¿Mejor que estar con una tabla de planchar y un borde jugando al Trivial? Seguramente.

–¿Có-cómo? –Pregunté aparentando los puños. Respiré hondo. No me gustaba perder la calma, así que, en vez de utilizar la fuerza contra él, hice algo mucho mejor. –¿Estás acomplejado, Barry? ¿Sabes que menospreciar a las personas por su físico deja entrever que tú tienes problemas con el tuyo? ¿Quieres hablar de ello? Además, lo que críticas de una persona, en general es lo que no te gusta de ti. Yo estoy plana, si lo cambiamos de género... ¿La tienes pequeña? ¿Te sientes inseguro con tu pene?

–¿Qué... Qué estás diciendo? Yo la tengo bien grande, ¿de qué coño vas?

–¿Que de qué voy yo? No me extraña que te llamen Barry el Imbécil. –Gruñí entre dientes.

–¿Quién... Quién me llama así? ¿Blackburn?

–¡No, no! Si a mí me caes bien. –Contestó mi amigo moviendo las manos. Después, me miró al mi matándome con la mirada. Quizás me hubiera ido de la lengua, pero ese tío era un gilipollas. Se merecía saber que era un imbécil, ¿que podía hacer yo?

Toda mi vida había permitido que la gente me insultara; que se metiera conmigo y eso me hizo fuerte. Quizás demasiado. Tan fuerte que no aguantaba que ningún imbécil, por muy guapo que fuese, me hablara con superioridad, como si yo fuese un cero a la izquierda. Había aprendido que callarse era lo peor. Quizás, en algunas ocasiones, era mejor hacerlo: eso me ahorraría muchos problemas, pero desde que empecé a decir todo lo que pensaba, cuando dejaba de hacerlo, notaba una presión en mi pecho que no se extinguía al no ser que dijera lo que tenía atragantado.

Barry se me quedó mirando durante unos segundos que se me hicieron entrenos. Supuse que me estaba retando con la mirada: demostrando que él era un macho, pero por muchos cuerpos que me sacara, no iba a quedarme callada ni a apartar la mirada.

–¿Pido una pizza? –Preguntó Nolan rompiendo el silencio que se había formado.

–Yo me voy, como he dicho, tengo cosas mejores que hacer.

–Pues sí, porque preferiría meterme a monja que meterme entre tus piernas. –Gruñí entre dientes. Nolan abrió los ojos de par en par, puso su mano en mi boca para que me callara, pero al parecer, Barry no me escuchó. O no quiso hacerlo, porque salió por la puerta sin añadir nada.

–Meredith Martin... –Escuché el tono de cabreo de mi amigo.

–¿Qué? Nolan. Respira hondo, no te estreses. La vida está para decir lo que piensas, ¡viva la libertad de expresión! –Grité poniendo mi mejor sonrisa para que no me matara. Él rodó los ojos.

–No pienso volver a presentarte a ningún hombre.

–Mejor porque para presentarme a especímenes como estos...

Conseguí que se le escapara una sonrisa, me acerqué a él y le di un gran abrazo seguido de un beso entre risas.

–Odio tenerte aprecio, Meredith.

–Es lo más bonito que he escuchado salir de tus labios. –Bromeé dándome la vuelta y me tiré al sofá. –¿Vemos Deadpool? Porque más te vale llevarme a ver la segunda... No pienso perderme a Ryan Reynolds en la gran pantalla.

–A sus órdenes, milady.

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