Capítulo 3

27.8K 1.2K 70
                                    

Una semana había pasado desde que la apuesta había comenzado.

Habían pasado una cifra total de 4 hombres por mi cama, a cada cuál más imbécil. No sabía si iba genial o si el enfermerito me iba ganando. No sabía nada de él, ni siquiera su nombre.

Quique se había marchado ya de nuestra casa a empezar una nueva vida en el edificio de al lado, había estado compartiendo piso con nosotras porque en un principio solo iba a quedarse una semana, pero al final fue más. Me gustaba que viviera en nuestra casa, pero según Aurora, era mejor tenerle lejos porque tenía ciertas manías. Así que, volvíamos a estar de nuevo las dos solas.

Al despertar, noté un cuerpo caliente al lado del mío y fruncí el ceño. Me giré y vi al tío de la noche anterior. Gruñí, ¿se podía saber qué hacía allí? Tan siquiera recordaba su nombre.

–Eh, tú. Levanta. –Dije meneándole. –Tienes que irte, mi marido va a llegar en 20 minutos. No quiero que quieras conocerle: es boxeador.

El tío abrió sus ojos de par en par y se empezó a vestir corriendo. Escuché unas voces en la cocina y desperezámdome, fui hasta allí para encontrarme con Quique y Aurora mirando la pantalla de un ordenador.

–¿Qué son esos gritos a las 12 de la mañana? Qué poco respeto tenéis por las personas resacosas. –Gruñí intentando leer lo que ponía, pero solo pude alcanzar a leer el nombre de Joshua. –¿Qué coño estás escribiendo?

–Vamos a matar al novio de Aurora. –Explicó Quique sin más. Arrugué la nariz mirando a mi compañera de piso.

–¿Llamas a tus personajes novios? Vaya rarita.

–Dijo la pelirroja mostrando sus bragas de girasoles felices. –Me atacó levantando una ceja. Yo intenté no reírme y los tapé para que no las mirasen. Tenía una extraña fijación por la ropa interior de la sección de adolescentes.

–No la escuchéis chicos, no os entiende.

–¿Qué tal la apuesta? –Preguntó Aurora con una sonrisa de medio lado.

–Seguro que ganando, aunque al cabrón se le da bien ligar. Si no fuera porque tengo que reservar todas mis energías, le tendría entre mis piernas todo el día. Pero no se lo digáis; lo que le faltaba para que se le inflara aún más el ego.

Vi como los dos se reían. Una sensación de cariño se apoderó de mí y para evitarlo, bebí un trago de leche del brick que había cogido de la nevera.

Seguimos hablando un rato y mi móvil comenzó a vibrar. Era Leonor.

Necesito hablar contigo. Ahora.

Leonor no era de las que te llamaban al no ser que lo necesitara de verdad. Sabía que era algo importante.

–El deber me llama. –Les dije a los mellizos con el móvil en la mano contestando a mi mejor amiga diciéndola que iba hacia su casa.

No hacía mucho que Leonor lo acababa de dejar con su novio, Charles. Para su suerte, como él se sentía culpable no solo por haberla dejado, sino por lo que había pasado hacía casi un año, decidió que se quedase su casa. Recalco. Su enorme casa. Leo no cobraba mucho trabajando como técnica de laboratorio, pero Charles vivía del arte y por cada cuadro que vendía, se llevaba una gran suma de dinero.

Al llegar, no me hizo falta ni llamar a la puerta porque abrió y tiró de mí casi sin que me diese tiempo a reaccionar.

–No puedo, Mer. –Dijo pasándose la mano por su pelo teñido del color de las cerezas. –Charles va a venir a casa... A por el resto de sus cosas...

¿Quieres jugar? JuguemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora