Amanecí en el hospital con Leo cogiéndome la mano. Su rostro estaba contraído y miraba por la ventana hasta que notó mis ojos mirándola fijamente y giró su cara hacia mí.
–Buenos días. –Susurró.
–Buenos días. –Contesté incorporándome. –¿Qué tal estás? Siento mucho que tuvieras que pasar por aquello.
–Mer, ¿quién era ese hombre?
–Leo... Yo... –Empecé a decir pero no tardé en romper a llorar. Los ojos de mi amiga se abrieron de par el par al verme en ese estado. Sabía que yo no lloraba por cualquier tontería, solo si estaba con la menstruación pero no era el caso. –Es mi padre.
–¿Tu padre? ¿No estaba muerto?
–Ojalá... –Contesté suspirando. Ella asintió y puso una mueca. Tocó mi cuello y supuse que tenía las marcas de sus dedos todavía en la piel.
–La policía se lo llevó. Al parecer llevaban meses detrás de su pista por violencia y fraudes. No sé si saldrá a la luz, pero un tiempo estará entre rejas.
–No debería estar en la cárcel, debería estar en el maldito infierno...
–¿Por qué nunca me lo contaste?
–Porque prefería pensar que estaba muerto a recordarlo. –Suspiré cerrando los ojos para no derramar una lágrima. No. No iba a llorar. No se lo merecía.
–Tú eres la psicóloga y deberías saber que viene bien hablar de los problemas. –Explicó cogiendo aire exasperada por mi falta de comunicación. Se formó un silencio entre nosotras que rompió ella tras negar con la cabeza. –Bueno, da igual. No pensemos más en eso, ¿quieres?
–Es lo que quiero. –Admití firmemente. –¿Te ha dicho Nolan cuando puedo salir de aquí? –Pregunté quitándome la sábana de encima. Como si hubiéramos invocado al diablo, apareció por la puerta con un chico detrás que llevaba una bandeja con comida, que, al dejar sobre una mesa, se marchó. Nolan se echó una mirada con Leonor y después, me miró a mí.
–Meredith... Tengo que decirte una cosa.–Dijo arrugando la cara. –Primero, come algo. –Soltó poniéndome la bandeja en el regazo y no en la boca porque el plástico no se digiere bien. Me dio una napolitana de chocolate que me comí a regañadientes pues me esperaba lo peor y eso me quitaba el hambre. Esa cara de mi mejor amigo no me gustaba ni un pelo.
–¿Le ha pasado algo a Freud? –Pregunté con la boca llena del bollo. Ambos se miraron pero fue el cirujano el que negó con la cabeza. –¿Me voy a morir?
–Quizás cuando te diga lo que tiene que decirte... –Se rió por lo bajo mi mejor amiga. Miré a Nolan directamente con el ceño fruncido.
–Gracias por ser tan buena amiga. –Soltó entre dientes Nolan. Después, clavó sus ojos casi negros en mí y cogió mi mano. –Meredith... Hace tres semanas, ¿fue tu época de tener sexo solo con Kilian?
–Sí, ¿por qué?
–Bueno, al menos sabes quién es el padre. –Respondió encogiéndose en el sitio porque sabía la reacción que iba a tener.
–¿El padre de... No. –Solté al darme cuenta de lo que acababa de decir. –No. No. Maldito mentiroso. No juegues con eso, Nolan Blackburn. Ni se te ocurra. –Me levanté de la camilla y le apunté con el dedo. –Yo no estoy embarazada. No puedo estar embarazada. Esto es una broma.
–No, no es una broma. Estás de tres semanas, ¡felicidades mamá! –Dijo mi "mejor" amiga con una sonrisa de oreja a oreja. Yo la fulminé con la mirada. Tenía que buscarme amigos nuevos.
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¿Quieres jugar? Juguemos
Romance[COMPLETA] Una apuesta. Dos implicados. ¿Quién conseguirá acostarse con más personas en un mes? Meredith es una maniática del control con ganas de comerse el mundo y llevarse todo lo que se le ponga por delante, por lo que no se lo pondrá nada fác...