Capítulo 21

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Recién levantada y todavía con legañas en los ojos, fui a abrir la puerta que no dejaba de sonar. Solo esperaba que no fuera Leonor para darme otro puñetazo.

–¿Se puede saber qué te he hecho? –Preguntó Kilian antes de que terminara de abrir y con el ceño fruncido como jamás le había visto.

–¿A mí? Nada.

–Meredith, llevas dos semanas esquivándome. No me hablas, no quieres quedar conmigo y me estoy volviendo loco, ¿acaso te ha molestado algo que haya hecho? Dímelo, por favor. No me gusta que me aparten así, sin ningún motivo.

–Y la solución para que deje de esquivarte es invadir mi intimidad presentándote en mi casa. –Contesté indiferente a la vez que me recogía el pelo en un moño apretado. Su boca se abrió formando un círculo, mirándome con asombro. Después, negó con la cabeza pero no avanzó, tampoco añadió nada más y empezaba a desesperarme. –No me pasa nada, Kilian. No tengo porque estar pendiente de ti a todas horas, es solo eso.

–Sé que te pasa algo. Tú no eres así.

–Que no me pasa nada, ¿por qué tendría que pasarme algo? No te conozco desde hace tanto como para pasarme el día contigo; no estoy obligaba a verte.

–No te entiendo. Todo iba genial entre nosotros y...

–¿Entre nosotros? –Le corté antes de que terminara la frase abriendo los ojos de par en par. –Te estás haciendo la idea equivocada, Kilian. No hay un 'nosotros'. No somos pareja. Nos hemos acostado. Mucho. Sí, ¿y qué? No es algo que no haya hecho con otro hombre antes. Si te crees que vas a llegar tú con tus tatuajes y tu labia y me voy a enamorar de ti, me conoces menos de lo que te piensas.

–¿Sabes? Puedes seguir engañándote toda tu vida con esa mierda de que no te puedes enamorar solo porque tu prometido se murió. No te voy a decir que no duela, porque te estaría engañando y sé que te vas a acordar toda tu vida de él, pero tan poliamorosa dices que eres y estás anclada a una persona solo porque su corazón dejó de latir. Madura un poco, Meredith, que tienes 29 años.

Vi la decepción en sus ojos al soltar aquellas palabras que me sentaron como un jarro de agua fría, aunque más me dolió que se diera la vuelta y se marchara por las escaleras mientras yo me quedaba allí quieta, observando cómo lo hacía. Cuando desapareció, pegué un portazo y me senté en el suelo con la espalda pegada a la puerta.

Tuve que tragar saliva para digerir aquella situación, ¿qué me pasaba?, ¿por qué me importaba tanto lo que me dijera una persona a la que conocía desde hacia tres meses? Y no solo me importaban sus palabras, me importaba el dolor en sus ojos al escuchar mis contestaciones, me dolía que hubiera mencionado a Noah de esa forma y me dolía que se hubiera marchado sin mirar atrás.

Volvieron los sudores fríos y tuve que salir corriendo al baño para echar la pizza que me había comido el día anterior. Siempre que me ponía nerviosa, me pasaba. Todavía recuerdo las noches pegada a la taza del váter tras el accidente de Noah. Pero era diferente, a Noah lo quería de verdad: él era el amor de mi vida. Era la única persona con la que quería llegar a anciana y dar de comer a las palomas. Kilian solo era un hombre con el que me acostaba. Entonces, ¿por qué sentía que se me oprimía el pecho? ¿Por qué sentía que había sido la peor persona del mundo?

Cogí el teléfono y marqué el número de Chris, necesitaba un soplo de aire fresco y sabía que él iba a dármelo. No tardó en responder y mucho menos en llegar a mi casa al decirle que no me encontraba bien.

Diréis, ¿por qué Chris y no Leonor o Nolan? Incluso Hunter. Es sencillo. Hay personas que ya sea por la forma que tienen de actuar o simplemente la sensación que te provocan al conocerles, hacen que confíes en ellos. Con Chris me pasó. Sentía que podía hablar con él de cualquier cosa porque siempre me escuchaba, sabía que podía contarle mis penas porque aunque no fuese muy bueno dando consejos, conseguía la forma de sacarme una sonrisa y sentir que todo estaba bien.

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