Capítulo 1

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Puede que mi historia comience un poco rara, pero, ¿y yo qué le hago si todo comenzó en un hospital? Sí. En un hospital. Porque una se busca unos amigos a los que les pasan cosas. Con lo poco que me han gustado siempre. Los hospitales, digo.

Quique, el hermano de mi compañera de piso, acababa de ser intervenido quirúrgicamente para extraerle un tumor de la cabeza y a su hermana, Aurora, le había dado una bajada de tensión y se había desplomado en mitad del pasillo, supongo que a nadie le gusta que su hermano esté ingresado en un hospital.

¿Sería una especie de conexión entre mellizos? No quise pensarlo, solo quería irme de allí.

Estos sitios siempre me han dado... Energías negativas.

Empecé estudiando enfermería, pero al hacer las prácticas y soportar ese olor tan asqueroso a antiséptico, preferí decantarme por la psicología. Al menos, así, en mi despacho, podría poner el olor que me diese la real gana.

–Mer. –Me llamó Quique desde la camilla mirándose en un pequeño espejo. –¿No crees que estoy sexy con esta venda en la cabeza?

–Casi tanto como don Limpio. –Bromeé levantándome de la butaca para acercarme a él. –Sé que eres gay, pero, si no lo fueras, me hubiese tirado a tus brazos aunque llevaras un cubo en la cabeza, ¿has visto esa cara? ¿Y esa barba? –Pregunté cogiéndole de la barbilla. –¿No tendrás un gemelo por ahí a parte de Aurora que sea heterosexual?

–No. Me le comí en el útero como Lilly Okanakamura de Dando la Nota. No podía soportar que alguien fuese igual que yo: me gusta ser único.

–Único eres, sí. –Bromeé dándole un beso en la mejilla. –Voy a ver a tu hermana, por si ya se ha despertado.

–¿Puedo ir contigo? –Preguntó poniéndome morritos. –Quiero saber si está bien.

–Ya has oído al doctor Nolan Blackburn. –Dije pronunciando sensualmente el nombre de mi mejor amigo y médico de Quique. –No puedes andar hasta que no te digan que estás perfecto.

–Pues a ver si el doctor Nolan Blackburn, me saca de aquí antes de que lleguen mis padres, ¿sabes lo que es soportar a esas dos personas juntas sin poder irte de una habitación para no escucharles?

–¿Son insoportables? Entonces, deja de hablarme. Ahora sí que tengo prisa en visitar a tu hermana.

Salí al pasillo escuchando como Quique se reía a mis espaldas provocando que una pequeña sonrisa se dibujara en mi rostro. Nunca lo admitiré en voz alta, pero me encanta hacer reír a la gente, es uno de mis pequeños placeres.

En la puerta de Aurora, estaba Leonor, ¿qué podría decir de ella además de que es la mejor amiga que alguien puede echarse a la cara? Ah, sí. Que es guapa. La cabrona tiene unas facciones perfectas y para colmo, tiene su carácter bien creado, una picardía capaz de atrapar a cualquiera y esa ironía que tanto me gusta. Para mí más que una amiga, desde luego, es una hermana. Es la persona que siempre ha estado a mi lado (y mira que a veces ha podido ser difícil) y sin la que mi vida, carecería de sentido.

Y por eso, había algo que se sentía como un cuchillo en el estómago. Mi traición. La había traicionado. A ella. Me arrepentía como nunca me podría haber arrepentido de algo. Y como se suele decir, hay tres cosas que no se pueden ocultar durante mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad y era algo que no dejaba de atormentarme, que no dejaba de perseguirme porque, si se enteraba, sé que no habría vuelta atrás y que posiblemente nuestra relación, no volvería a ser la misma jamás.

Al pasar por su lado, le di un azote en el culo y pasé, como siempre, con mi gran energía dispuesta a tirarme sobre la butaca que veía libre antes de que cualquier indeseable me la quitara. Mi vida ya era demasiado dura como para estar de pie.

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