III

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—Podemos irnos sí quieres Valentina.— me dijo Agustin tomándome de los hombros y mirándome a los ojos.

Ellos sabían quienes eran, se los conté hace un tiempo y les mostré imagines de ellos que tenía en la única red social que estaba permitida ahí.

—No, yo no los traje aquí para irnos de inmediato. — le contesté mirando a ambos.— ellos no importan aquí, sólo nosotros tres ¿Está bien? Divirtamonos.— sonreí en falso.

—¿De verdad?— preguntó Cande

—¡Claro!— exclamé — veamos qué hay por allá. — intenté desviar el tema.

Ambos asintieron sonriendo. Caminé detrás de ellos evitando voltear hacia donde ellos estaban, pero ¡Demonios! es inevitable, ahora sé que todos me ven, como si fuera un bicho raro, como si no desearan que yo estuviera ahí, como si esperaran a que me rindiera y me fuera llorando, pero no, no les daré el gusto, todos ahí me deben algo.
Aunque... Sí quisiera salir llorando, pero es algo que debo evitar hacer.

Había una pequeña mesa de bocadillos, ellos tomaron unos cuantos haciéndose bromas sobre ellos.

—Tienen una presentación tan fea que quieren suicidarse para que no sufran la vergüenza de que la gente no quiera comerlos por ser feos.— ambos rieron, no sé que me ocurrió, no me dio ni una pisca de risa, eso me hubiera matado de risa.

Mientras ellos comían algunos bocadillos "ayudándolos a suicidarse" sentía las miradas de todos sobre mi. Fui hacia la mesa que tenía el ponche de frutas y unas que otras aguas. Tomé un vaso y serví un poco de agua de horchata con hielos.

Recorrimos todo el salón.

—Este salon se parece a patricio estrella, los extremos rosas y en medio morado.— seguían riendo.

Debo admitir que sí que me reí, y es que de verdad se parecía.

—Y esa rubia de allá con su mini vestido café y su piel amarilla es Bob esponja.— hablaban de Ana.— ahora todo tiene sentido.

Seguían riendo.

—¿Saben chicos? Estoy cansada.— la respiración de Cande estaba agitada.

Nos sentamos en unos sillones blancos, para que ella pudiera recuperar la respiración. La pista se veía más grande y alta desde abajo. Había un piano arriba de ella, me recordó muchísimo al piano que había en el internado, el que yo me sentaba a tocar o a veces Agus.

—Es tú oportunidad de oro.— le dije a Agus señalando con la barbilla el piano, sabía que el hijo de James estaba mirándome con un vaso de bebida en su mano derecha. ¿Qué cómo lo sé? Ni yo lo sé.

—Lo tocaría sólo si ustedes cantaran, hacemos un equipo estupendo.— sonrió mirándolo.

—Sólo si Cande canta.— corregí.

—Cande no es Cande si Valentina no está con ella.— se recargó en mi hombro.

—Lo sé, me necesitas.— bromeé.

—Necesito ir al baño, ya saben, emergencia femenina. — se encogió de hombros enseñando los dientes— ¿Saben dónde está?

Agus y yo miramos hacia todos lados en busca de una señal de los baños, mujer hombre.

—Debajo de las escaleras.— escuché una cuarta voz, una muy conocida cuarta voz.

—Oh, gracias.— hizo una pausa y se levantó mirandolo.— amable chico.— continuó a retirarse.

—¿Quieres que te acompañe Cande?— le pregunté sin mirar al chico que estaba parando frente a mi.

—No, no voy a perderme. — bromeó riendo.

2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora