XIIII

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—Agustin...— me separé de él dándole un leve empujón.

—¿Beso mal?— frunció el ceño confundido.

—¿Por qué lo hiciste? Sabes que te quiero como...

—Cómo amigo.— me interrumpió — sí, lo sé, siempre me lo dices. Y duele que me mandes a la friendzone. ¿Pero a caso sabes lo que yo siento?— alzó la voz.

—Hablemos de esto después ¿Sí?— susurré.

—¿Por qué no ahora?

—Porque no es el momento.—fruncí el ceño molesta.

—¿Porque está él?— señaló a Michael, estaba mirándonos.

—No, porque Cande está mal.— alcé la voz.

Rodó los ojos y negó con la cabeza.

¿Qué diablos? Él me dejó muy en claro lo que sentía por mi. Y yo le dejé claro lo que sentía por él, que no estaba lista para empezar algo con alguien, y menos con él que es como mi hermano mayor.

—Por acá por favor.— escuché que una enfermera le dijo a Agus

—Vamos.— me tomó de la mano.

Miré a Michael y le susurré que ya volvía, no contestó.
Seguimos a la enfermera hasta a un pasillo totalmente silencioso, donde ya no había gente paseando ni enfermeras y doctores por doquier.

—Se puso celoso.— me sonrió victorioso— aún te quiere y, si se atreve a decir lo contrario es un verdadero marica.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste.

Entramos a una habitación que por puerta tenía un color gris.
La miré tirada en la cama, con los ojos entrecerrados y haciendo todo lo posible por respirar. Estaba pálida y despeinada, estaba mal.

—Sólo cinco minutos. Y por favor, nada de discusiones o alguna otra cosa que la pueda alterar.— pidió la enfermera para después irse.

Me acerqué a Cande para besar su frente, dolía verla así más de lo que creía.

—Alto a su dramatismo, no sean ridículos. — sonrió leve.

—Ve, mira como dejaste mi camisa.— Agus se señaló —esto amerita ser dramático.

—Lo lamento, por tu camisa claro.— rió- bueno, también por preocuparte, pero no fue para tanto.

—Tal vez no, pero en cuanto mi madre vea su vajilla te costará.

Ambos rieron.

—Estabamos desayunando y a Cande se le ocurrió hacer su tiradero de sangre por la cocina y quebrar dos platos y un vaso de la vajilla preferida de su madre.— me contó el divertido

— tendré que vender limonadas para comprarla.— me sonrió Cande — ¿Tú qué haces aquí?

—¿Cómo que qué hago aquí? Vengo a darme cuenta que me voy y quieres suicidarte.

—A ver si así ya no me abandonas.— hizo un puchero.

—Trataré de.— bromeé.

Hubo un silencio, silencio nada incomodo si se trataba de nosotros.

—¿Cómo te sientes?— le preguntó Agus

—Cómo para ir a un parque de diversiones. —dijo sarcástica.

—Hablo en serio.

_Okey, hablaré en serio.— cerró los ojos.— en éste momento me siento la persona más débil físicamente hablando, porque esa palabra emocionalmente no va conmigo.

2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora