2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)

VII

Me quede tiesa, puedo jugar que mi rostro pudo demostrar miedo, y es que lo tenía, pero no sabía porque, no debía tenerlo.

—Estoy, estoy, no, no puedo.— tartamudee.

—¿Por qué no?— contestó desde afuera.

—Estoy desnuda.— golpeé mi cabeza por tan torpe respuesta.

—¿Con Ruggero?— preguntó.

—Demonios.— susurré.

—Puedo irme, estaré al pendiente de ti.— dijo para tranquilizarme.

¿Tranquilizarme? En qué rayos estaba pensando. ¿Qué podría golpearme? No, temía a lo que él podría decirme. Se escuchaba serio, de verdad serio.

Abrí la puerta con tranquilidad,Ruggero salió en seguida, me había despedido de él dentro en la habitación.

—Dime.— dije recargada en el marco de la puerta.

—¿Puedo pasar? — preguntó señalando la habitación.

Me quedé en silencio unos segundos, después asentí con la cabeza.

—No tengo mucho tiempo...— comenzó a decir.

—¿Qué?— no entendía.

—Eh.— hizo una pausa.— veré a Ana.

Sonreí sarcástica.

—Al grano, por favor.

—¿Te dijo algo Ruggero?— me preguntó.

—Sí, me dijo muchas cosas en realidad. Pero ninguna que te importe. ¿Para eso veniste a hablar?— me enojé.

—No para ser sincero.

—Habla ya Michael que se te acaba el tiempo.

—Estoy preocupado, por ti.

—Yo estoy bien. No entiendo.

—No lo estás.

—¿Y cómo podrías saberlo?

—Creo saber que te diste cuenta que oí tu platica con tu padre.

Asentí.

—No quiero que sigas con esto,Valentina

—¿Con esto?

—Sabes a que me refiero.— hizo una pausa para acercarse, yo retrocedí — lo que nosotros pasamos, dejalo ya.

No respondí.

—Quiero que estés bien, y no vas a estar bien conmigo, ambos lo sabemos. Yo tengo a alguien más y creo que tú deberías hacerlo.

Me cubrí un poco la boca para tragar saliva, tronando un poco mis huesos de mi contraria mano.

—No me gusta verte así.

—Tú y yo sabemos que no es así. Que no te preocupas por nada, que no te importa como hagas sentir a la gente, que eres una porquería de persona.— decía tranquila.

—Calmate.

—No, calmate tú ¿Qué pretendes con esto?

—Ya te lo dije Valentina, olvida esto. No me agrada nada mirarte así.

—Te gusta verme así.— hablé firme.

—No, no te equivoques Valentina, me lástima verte así.

—A ti no te lastima nada. Eres un hipócrita, puedo jurar que no te lastimó la muerte de tu madre.

—No te atrevas a hablar de ella.