XXXIII

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Narra Michael.

La derrota es algo que yo no acepto, no si tengo porque seguir luchando. No si tengo cosas que hacer, personas a las cuales amar y cuidar, no si tengo por quien luchar.

Ver que se llevan lo único por lo que sigues de pie, por lo que has luchado, por lo que tanto te ha costado. Cuando ves que están a punto de arrebatarte todo lo bueno que tienes en ésta vida planeas luchar con todo y contra todo, sin importarte nada. Nada ni nadie te puede arrebatar lo que es tuyo, lo que amas, como tampoco puede lastimarlo porque ahí sí, sales a defender con todas tus fuerzas, con todo lo que puedas. Simplemente porque así es la vida, si no proteges con tu vida todo lo que amas te será arrebatado sin aviso alguno.

Podía sentirlo, por un momento creí que esa sería la última vez que la vería tirado sobre aquél lugar, con sangre saliendo de mi nariz y boca. Y ella llorando a un lado de mi.
Pude sentir el terror de aquél momento. A mi llegaron todos aquellos recuerdos de días que sufrí, que lloré, que grité, que maldije, que luché.
Todo lo que tuve que pasar para llegar a éste día, el día que más había esperado. El día en el que iba a poder sentirla, abrazarla, besarla, tocarla. El día por el cuál aguanté todo lo que quisieron hacer conmigo. Pasé demasiado como para rendirme tan rápido, como para darme por vencido y no ver el gran futuro que me esperaba a su lado. No podía estar pensando en eso.

Él la tomó agresivo del brazo para llevársela, como si fueran una hermosa pareja. Intenté levantarme, aún no me sentía ni un poco mejorado.

La impotencia de verlo tratarla de esa manera, el odio de verlo tocando su cuerpo y ordenandole como si tuevese derecho sobre ella, el coraje de ver que está ganando de nuevo me dieron las fuerzas suficientes como para levantarme y tomar una botella de cerveza que se encontraba entre los barrotes del parque.

Me aproximé a él con menos fuerzas de las que demostraba y estrellé la botella contra su cabeza no dejándolo inconsciente pero si desequilibrándolo por el golpe haciéndolo caer.

—Es malo dar segundas oportunidades.— le dije tomando fuerzas para empezar a golpearlo.

—Estás jodido— gimió de dolor tomándose la cabeza entre sus manos.

—Quiero verlo.— solté lo que quedaba de la botella y esperé a que se levantara.

Aún sin tanto control sobre él mismo me lanzó un golpe que afortunadamente esquivé, tampoco estoy en las mejores condiciones.
Golpeé su nariz, y de inmediato su ojo izquierdo. Su boca comenzó a llenarse de sangre, su nariz estaba rota.

Él ya sabía lo que me sucedía y se aprovechó de eso, uno, dos golpes más en el estómago y uno otro en la barbilla.
Mi respiración seguía, aunque ya había bajado un poco. Desesperado lo tomé del cuello y caminé con él hacia una pared alta, golpeé su cuerpo contra ésta y presioné su garganta, con tantas fuerzas como podía. Sus intentos por soltarse cada vez eran más débiles, su tono de piel cambió a pálida, pero no era suficiente; él seguía luchando, aún no estaba muerto.

Junté mis dos manos, haciendo presión contra su cuello. Y con todas mis fuerzas intenté quitarle la respiración.

Él cerró sus ojos, soltó sus brazos al igual que todo su cuerpo y dejó de respirar.
Lo solté después de unos segundos, quería estar seguro de que realmente había dejado de respirar. Su cuerpo cayó directamente hacia el césped boca abajo, no se movía, podía sentirme satisfecho.

Lo miré con detenimiento, sin movimiento, sin poder hablar siquiera, sin respirar.
Pero tanta es la suerte que ese maldito enfermo tiene que la vida le da segundas oportunidades.

Un respiro profundo, un movimiento de cuerpo, un parpadeo de ojos. Me bloqueé de inmediato, él tenía que estar muerto, no merece la vida, lo único que merece es el infierno.

2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora