XXIIII

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El permiso nunca me es fácil de conseguir, y más si se trata del día de navidad, poco antes de que la cena empezara, del brindis y de los regalos.

—¿Estás bien?

Le pregunté a Michael, y es que parecía no estarlo, daba vueltas por el pasillo. Parecía estar perdido, nervioso, angustiado.

—Lo estoy.— aseguró.

Salimos del edificio y nos detuvimos, había un carnaval navideño cruzando justo delante del edificio de los departamentos.

—¿Tienes frío?— preguntó.

Dejé de abrazar mi torso, tal vez se miraba demasiado obvio.

—No, no en realidad. — sonreí.

—Tal vez esto te ayude.— metió la mano a su bolsillo y me extendió unos guantes negros de lana.

Los recibí porque de verdad los necesitaba. Mis manos estaban literalmente blancas, y a punto de congelarse. No era bueno negarse y hacerse la difícil.

El pequeño carnaval aún no terminaba de pasar por completo. Lo de todos los años, nada divertido.

Me percaté de que un celular vibraba, segundos después me di cuenta que era el de él ya que el mio si tenía sonido.

—¿Sí?— contestó. Fingía no escuchar pero en realidad lo hacia de más.— Tenía que hacerlo, se lo dije a ella, tampoco estuvo de acuerdo. Pero eso no importa, ahora no puedo hablar.— seguía hablando.— No... No eso no Ruggero, no lo arruines.— se rió.— bajo tu responsabilidad.

Después tocó uno de mis hombros, yo me asusté ligeramente y es que estaba tan concentrada en oír su charla.

—Es Ruggero, quiere hablar contigo.— dijo.

—¿Para...?— suspiré — okey, está bien.

Me extendió el celular, yo lo tomé y lo coloqué en mi oído derecho.

—¿Rugge?— hablé.

—¡Hola!— parecía comer algo.— ¿Cómo estás Valu?

—Eh, creo que bien.— reí por lo bajo.— ¿Querías hablar conmigo?

—Sí en realidad, no me has pasado tu número. Tampoco sé dónde vives ahora.

—Lo lamento. — golpeé la frente con mis nudillos— ahora he tenido la cabeza revuelta.

—No te preocupes, te entiendo.

—Pero dime ¿Qué pasa?

—Bueno, lo que pasa es lo siguiente.— aclaró la garganta.— me han dejado a cargo de lo que sea que está en el horno, entonces no puedo salir para nada y debajo de mi árbol hay un regalo para ti. Quiero dartelo.

—¿Ahora?— fruncí el ceño, él asintió — yo no tengo nada para ti Ruggero

—No te estoy pidiendo nada, un abrazo será más que suficiente. A demás, es ¡Navidad!— gritó alegre.

—Pero ni siquiera recuerdo tu dirección.

—Michael sí la sabe. Él puede traerte.

—Pero...

—Por favor, después yo mismo puedo acompañarte a donde tú digas.

—¿No me harás sentir mal porque no tengo un regalo para ti?— me reí.

—Tú eres un regalo Valu, anda, ven. Michael ya tiene la orden de traerte.

—Me eché a reír — está bien.

2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora