XXVI

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Narra Valentina

—Descansa.— me susurró al oído mientras me abrazaba fuerte.

—Lo intentaré.— besé su mejilla.— gracias, por todo Agustin. Y lamento que no podamos haber salido. Tal vez mañana ¿Está bien?

—No te preocupes bonita lo que ahora importa es que descanses. Mañana será otro día.

—¿Qué harás?— le pregunté separándome.

—Cenaré y, no sé. Saldré a hacer algo que tengo pendiente.

—¿Qué es eso algo?

No contestó.

—Él no lo hizo.— insistía— por favor, sacate esa idea de la cabeza.

—No me engañas Valu, no logras hacerlo conmigo. — acarició mi mano para después besar mis nudillos.— entra y descansa.

—Quédate conmigo.— le pedí — Por favor.

—Si puedo, vengo después de la cena ¿está bien?

—¿Lo prometes? No quiero estar sola.

—Lo prometo.— acarició mi mejilla para después juntar sus labios a los mios.

—También promete que no harás nada estúpido.

—Entra.

—Agustin.

—Necesitas descansar bonita.

—Por favor Agus.

—Te llamaré cuando esté abajo ¿Okey?

Lo miré fijo, demasiado seria.

—Descansa.

Besó mi mejilla y se fue dejándome frente al departamento.
Sí, sabía que no podía engañarlo, también sabía que mi comportamiento al verlo de nuevo fue muy claro, al igual que todo lo que sentí al tenerlo cerca, al él besarme y tocarme. El tiempo regresó a el preciso momento en que todo pasó, el momento que me hizo sentir la persona más sucia del mundo, la persona más desafortunada que pudiese existir.
Sabía que Dylan haría lo que yo le pidiera, sabía que él podría cumplir mi mayor deseo que es el que él muera, sin embargo no es así como las cosas funcionan. No me perdonaría si lo castigaran por culpa mía, tampoco si él termina muerto por culpa mía, por más que lo quiera muerto, que quiera que muera por lo que hizo no puedo dejar que lo haga. Aunque duela demasiado, las cosas deben ser derechas. Aunque la cárcel no sea lo que merece, debe estar ahí.

—¿Dónde estabas?—me interrogó Ruth en cuanto entré.

Ignoré la pregunta ignorandola a ella.
Sé que me miré demasiado grosera, pero no quería contestarle mal. No estaba de humor.

Jorge estaba sonriendo, festejando con familia y amigos, se miraba feliz y yo lo estaba por él. No quería llegar con una charla aburrida sobre lo que pasó hoy y arruinar su alegría.

Me pasé cabizbaja el comedor y la sala para llegar al pasillo de las habitaciones, entré sin que Jorge se diera cuenta. Me miré al espejo; estaba rota, en mil pedazos que jamás iban a recomponerse, estaba llena de dolor, de coraje, de impotencia. Estaba tan sola, tan mierda.

Tomé unas toallas húmedas y limpié todo el maquillaje que se me había corrido. Me miré nuevamente al espejo y tuve una seria charla conmigo misma. Retoqué el maquillaje con un poco de máscara de pestañas, delineador y brillo labial.
Acomodé mi cabello y me quité los tacones que me estaban matando.

—¿Por qué no avisaste que habías llegado?— preguntó Jorge cuando salí a la sala, ya estaban entregando obsequios.

—Lo lamento, no quería interrumpirte.

2.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora