Así es la vida

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Estuvimos unos segundos en silencio hasta que Mia se decidió a hablar.

-Pues obviamente soy Mia Jackson, ¿quién podría ser sino?- Rió.

-No, en serio Mia- Seguí mirándola serio.

-Bueno, ¿podemos ir a otro sitio? Y si es mejor a tu casa- Dijo devolviéndome la mirada.

-Claro- Accedí y nos dirigimos hacia mi casa en completo silencio.

Al llegar abrí la puerta y la invité a pasar. Las luces estaban encendidas, así que supuse que Axel ya había llegado, suposición que se confirmó cuando llegamos al salón y lo encontramos leyendo un libro.

-Oh, hola, ¿cómo tú por aquí, Mia?- Dijo Axel levantándose para saludarnos.

-Hola Axel, me alegra que estés aquí, creo que ha llegado el momento de contarle la verdad a Alex- Dijo seria.

-Bueno, si tú crees no te voy a llevar yo la contraria- Dijo mirándola a los ojos.

-Mejor sentarnos, nos va a llevar un rato- Dijo Mia sentándose en el sofá e invitándonos a Axel y a mí a hacer lo mismo, acción que obviamente obedecimos Bueno, creo que lo mejor será empezar desde cómo entré en las fuerzas armadas. Tendría unos doce años cuando mis padres murieron en un accidente de tráfico, siempre tuve una buena relación con ellos, es más, se podría decir que éramos la típica familia feliz, así que este hecho hizo que entrase en depresión. Al no tener más familia me enviaron al mismo internado en el que estuvo Axel y ahora está Adam, donde la situación no mejoró en absoluto. Seguía afectada por la muerte de mis padres y me depresión iba cada vez a peor, hasta que llegué a un estado en el que ni me relacionaba con nadie ni comía. Un día fue el jefe de las fuerzas armadas a visitar el internado, ya que este está a cargo de las fuerzas armadas y normalmente suelen reclutar a los nuevos del internado. Ese día nos llamaron a todos y no pude negarme, tampoco iba a ser elegida y no tendría por qué hablar con nadie, o eso pensé. Cuando estuvimos todos presentes nos pasaron de uno en uno a diferentes salas en las que nos hacían diferentes preguntas y nos realizaban algunas pruebas físicas. Ese mismo día por la noche abandoné el internado para empezar el entrenamiento de las fuerzas armadas. Con el paso del tiempo empecé a recuperarme de mi depresión y años más tarde cuando conocí a Axel me hizo cambiar mi punto de vista al saber que ambos habíamos pasado por más o menos lo mismo. Con respecto a por qué le debo un favor a Axel no es por nada técnico, sino por haberme hecho abrir los ojos y encontrar una razón para vivir. Gracias a él pasé de ser una chica deprimida y sin esperanzas a la Mia que conoces, alegre y con ganas de vivir la vida- Concluyó Mia con una sonrisa.

Me quedé sin saber qué decir, no porque no la hubiera estado escuchando, sino porque saber sobre su pasado hacía que todos mis problemas y mi odio hacia Tobby no pareciesen nada en comparación a lo que ella había pasado. Y aquí estaba sonriendo.

Aún sin saber qué decir me decanté por abrazarla, la verdad no sabía qué hacer en ese momento y al parecer eso fue lo mejor que hice.

-No te preocupes, siempre estaremos contigo- Fue lo que atiné a decir.

-Gracias, si os tengo a vosotros puedo con todo- Dijo manteniendo su sonrisa.

-No quiero interrumpir el momento, pero ¿puedo unirme al abrazo?- Dijo Axel, a lo que nosotros contestamos abriendo los brazos y os tres nos fundimos en un abrazo durante unos segundos hasta que el tono de llamada de un móvil nos interrumpió.

-Perdón, es el mío- Dijo Axel rompiendo el abrazo para sacar su móvil del bolsillo de su pantalón- Es Tom.

-Cógelo, yo me voy a ir ya, mira qué hora es- Dijo Mia mostrando su móvil. En la pantalla se podía ver la hora, 22:30.

-¿Tienes cómo llegar? Si quieres puedes quedarte aquí a dormir. Ahora que Adam se ha ido la habitación de invitados está libre- Dije preocupándome por ella.

-No te preocupes, no quiero causaros más molestias, además ya tengo una edad, sé llegar a casa sola- Dijo ella tratando de tranquilizarme, pero no lo consiguió en absoluto.

-No, tú te quedas aquí, es ya tarde y no has traído el coche, tampoco hay autobuses y como comprenderás no vas a ir hasta el otro extremo de la ciudad andando - Dijo Axel, quien al parecer ya había terminado de hablar con el tal Tom al que aún no ponía cara.

-Bueno, si insistes me quedo, pero tampoco tengo pijama ni el uniforme y las demás cosas del instituto- Siguió Mia.

-Mia, te conozco bastante como para saber que te da igual dormir con ropa de calle, además si quieres te puedo dejar un pijama, es más Alex tiene uno de las princesitas que te quedará de lujo- Dijo Axel tranquilamente.

-Eh, a mi pijama de las princesas déjalo tranquilo- Reí.

-Jo, ¿no me lo dejas ni a mí?- Dijo Mia poniendo cara de cachorro.

-Bueno, vale- Cedí riendo todavía.

-Pero, ¿qué hacemos con las cosas del insti?- Dijo Mia pensativa.

-Por eso no te preocupes, puedo llevarte mañana antes de que os tengáis que ir en coche. Sabes que te llevaría ahora, pero no me gusta conducir de noche- Dijo Axel imitando un escalofrío.

-Bueno, vale, me quedo- Accedió- Pero con la única condición de ponerme ese pijama de las princesas.

-Anda, te lo dejaré por ser tú. Considérate una privilegiada- Dije serio, aunque ninguno de los tres pudimos aguantar la risa.

-No es por nada, pero son casi las once y no tenemos ni cena- Dijo Axel.

-Creo que queda algo en la alacena, y si no tenemos un problema- Dije dirigiéndome hacia la cocina.

Miré en los cajones y encontré cereales y algunas galletas.

-Tenemos esto- Dije llevando las cajas al salón.

-Eso está bien. Pásame la caja de galletas- Dijo Axel, como no sin hacerle ascos a nada que se pudiese comer. Le pasé la caja y me senté a su lado.

-Yo también voy a coger alguna galleta, llevo sin comer nada desde la magdalena de ésta tarde- Dijo Mia metiendo su mano en la caja.

-Vosotros allá, yo me quedo con los cereales- Dije abriendo la caja que todavía estaba sin empezar.

Pasamos el rato hablando sobre diferentes temas hasta que llegó la hora de acostarnos, estábamos a Lunes y eran ya las doce de la noche, muy bien Alex, otro tarde más.

Le dejé mi pijama a Mia, y aunque le estuviese bastante grande no le quedaba nada mal, es más, sino tuviese treinta años, estuviera saliendo con uno de mis amigos y a mí no me gustase Emily, podría ser que me gustara.

Tras ponerme mi pijama, esta vez de Superman, de verdad, tengo un problema serio con los pijamas vergonzosos. Me fui a dormir. Ese día había resultado ser bastante largo, así que caí rendido fácilmente.

La vida del antisocial no es fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora