Por fin, paz

36 19 0
                                    

Entré en el gimnasio y me encontré con la escena habitual. El club estaba por terminar de entrenar y el entrenador se dirigía rápidamente hacia mí.

-Ya sabes lo que tienes que hacer, los chicos no tardarán mucho en dejar de entrenar pero tengo que irme- Dijo justo antes de volver con su marcha dejándome ahí plantado.

Me dirigí hacia las gradas y me senté durante unos cinco minutos hasta que el entrenamiento terminó definitivamente, momento en el que yo me dispuse a hacer mi trabajo.

-Suerte con lo tuyo, te ayudaría pero tengo algo pendiente- Exclamó Jonan.

-Sin problema, de paso, es mi castigo, por desgracia- Dije mientras veía como este dejaba el gimnasio, quedándome así yo solo.

Recogí todo y, cuando por fin creí haberme librado me acordé de algo, el idiota de Tobby.

Salí y, efectivamente ahí estaba, tan arrogante como siempre mientras me miraba con desprecio.

-Sí que has tardado- Dijo molesto.

-Hubiera sido más rápido pero no te has dignado a ayudarme, así que no te quejes- Respondí burlón.

-Bueno, no tengo ganas de perder mi preciado tiempo contigo, así que vamos- Dijo mientras comenzaba a andar.

-Eh genio, el único que tengo las llaves soy yo, así  que o me esperas o me esperas- Continué.

--Joder, pero no tardes- Dijo mientras giraba los ojos.

-Yo tampoco tengo ganas de pasar mi tiempo contigo, así que no te preocupes- Afirmé mientras me situaba a su lado.

Llegamos a mi casa en el más absoluto silencio. El principito no se dignaba a hablar y yo, a decir verdad, no pensaba ser menos.

Abrí la puerta y efectivamente, como ya mis padres y mi primo me habían adelantado, no había nadie.

-Bueno, o entras o ahí te quedas- Dije al ver como Tobby se quedaba hecho un pasmarote en la puerta.

-Es que como la última vez me dejaste aquí plantado, mejor me espero a que me confirmes la entrada- Dijo con retintín.

-Bueno, pues si te hace ilusión, te digo que puedes pasar- Dije con una sonrisa cínica.

Tras la entrada de su majestad fuimos a mi habitación y, siguiendo las pautas de la última vez, encendí el ordenador y busqué la imagen.

-Bueno, aquí tienes. Envíatela y terminemos con esto de una vez- Dije mientras le pasaba el ratón.

-Tú lo has dicho- Dijo mientras apretaba las teclas apresuradamente- Pues, ya está.

-Ahora puedes irte de mi casa y volver a tus actividades de pijillo, felicidades- Sonreí.

-Lo que tú digas, aunque te doy la razón en irme. Tanto tiempo contigo me va a quemar las neuronas, así que te dejo- Dijo mientras se levantaba de su silla, acto que me hubiese alegrado sino fuera por el sonido de la puerta abriéndose que me hizo perder toda la calma.

-Espera un momento- Exclamé.

-Eh, ¿qué te pasa ahora?- Preguntó molesto, pero no respondí ya que salí apresuradamente de la habitación.

La vida del antisocial no es fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora