Luego de haber salvado a la pequeña Eri, de haber sido internado en el hospital, de la muerte de su jefe y de que Tamaki se postrase frente a él con lágrimas acumuladas en los ojos por haberse enterado de que sus poderes le habían sido arrebatados, Mirio se dio cuenta.
Pudo verlo en los ojos negros de Amajiki que estaban brillosos por el agua que se estancaba en ellos mientras le miraban con profundo dolor. Pudo escucharlo en la voz rota que su mejor amigo usaba para hablarle a tientas, como si estuviese caminando en un campo minado pues lo que menos quería era tocar un punto sensible que hiciese al rubio sentirse inmensamente mal con la maldita situación. Pudo sentirlo en los delgados brazos del pelinegro que se enrollaron alrededor de su cuello en un abrazo torpe, porque sabía que él era incómodo socialmente y no sabía como ser expresivo sin sufrir un ataque de nervios o algo por el estilo.
Mirio se percató, en ese instante, de cuan enamorado está de Tamaki.
Aun hoy día le cuesta creerlo del todo, pero aquellos latidos desbocados que da su corazón cuando ve a Tamaki avergonzarse, además de las múltiples veces en las que, con solo verlo, una cálida sensación se apodera de su pecho como una vela encendida que da calor y luz reconfortante, dejan en claro que, más que quererlo como su mejor amigo, Togata se ha dejado encantar por él.
—Mirio.
El aludido se gira a mirar a la pequeña que lleva de la mano, ahorrándose la probabilidad de perderla entre el grupo numeroso de gente que disfruta del festival escolar de Yuuei.
—Dime, Eri— le sonrie como usualmente lo hace, irradiando alegría.
La niña baja la mirada y se remueve incómoda en su lugar, causando que el rubio se imagine que realmente no está gustando de las actividades.
—Quiero ir al baño — susurra ella, tornándose sus mejillas de un claro rosa.
—¡Ah! No te preocupes. Vamos a pedirle a alguna chica que te acompañe.
—¿No puedes entrar tú?
—No, no. Yo no puedo entrar al baño de mujeres, pero no te preocupes, si alguien más te acompaña no pasará nada. ¡Además!, puedo quedarme fuera esperando, si eso te hace sentir más cómoda— la niña se lo piensa en silencio unos segundos antes de asentir una vez con la cabeza —. Vamos, pues.
...
—Hadō.
La aludida interrumpe su conversación con el muchacho de alargadas orejas para girarse a mirar en la dirección en la que alguien le ha llamado. Puede ver como su mejor amigo rubio se acerca con Eri a su lado, saludando con una mano y sonriendo.
—¡Miren nada más! — exclama ella una vez los tiene enfrente, agachándose para estar a la altura de la niña—. Hola, Eri. ¿Qué tal estás? ¿Te está gustando el festival?
La niña, asiente; aun no se siente muy cómoda con otras personas, pero poco a poco va progresando.
—Eri necesita ir al baño— explica Mirio, causando que la chica de pelo azul le clave encima la mirada—. ¿Podrías llevarla?
—¡Por supuesto! — asegura ella, extendiéndole la mano a la menor y sonriendo de manera amistosa—. Vamos, no muerdo.
Y así, la niña es guiada por Hadou en dirección a los baños. Los dos muchachos las ven alejarse; la de pelo azul parece estar tratando de sacar conversación a Eri, quien comienza a sentirse a gusto con ella por lo parlanchina y animada que es.
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Sentimientos por la Luna
FanfictionEl Sol estaba enamorado de la Luna, pero ella no sabía que brillaba por él.