Capítulo 58

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Luego de una tarde tranquila en la que Kirishima y él han aclarado las cosas entre ellos y han hablado amenamente, de vez en cuando riendo, el menor acompaña a su superior hasta su departamento. Una vez que Tamaki se despide de Kirishima y éste se marcha con una sonrisa en el rostro, ingresa a su apartamento.

Entonces se queda pensando en lo poco suertudo que es; Mirio le gusta, tanto que no sabe hasta qué punto. ¿Qué va a hacer? Seguramente el rubio no siente lo mismo por él. ¿Por qué lo haría? El mayor es tan lindo, agradable y animado. Y él es tan... Mirio debe verlo únicamente como su mejor amigo, sobre todo teniendo en cuenta que él le rechazó antes de que se fuera a Alemania. ¿Quién puede asegurarle que aún siente algo más allá de la amistad? Sin mencionar que el rubio ahora está muy ocupado con otras cosas, como cuidar de Eri y ganar atención ahora que es un héroe que trabaja en la agencia del héroe número dos. Sí, lo más probable es que no tenga tiempo para cosas sosas como el amor.

...

Al día siguiente, Tamaki no se percata de que es San Valentín hasta que llegan Eri y Mirio a su apartamento a eso de la hora para comer. La niña corre para encontrarse con el morocho que yace en la cocina y le abraza por la cintura mientras éste retira una cacerola del fogón.

—¡Feliz San Valentín!— dice ella, sonriendo con amplitud.

—Oh, feliz San Valentín, Eri— responde él, acariciando sus cabellos claros.

—Mirio y yo le preparamos algo.

—¿De verdad?

—Ella insistió— habla Mirio, acercándose, mientras la niña inspecciona el interior de su mochila amarilla—. También le llevamos algunos a Hadō, a Aizawa-sensei y a Midoriya.

Las manitas de Eri extienden una bolsa llena de chocolates hechos en casa con la supuesta forma de mariposas. Tamaki se siente inmensamente conmovido y toma la bolsita cerrada con un listón anaranjado.

—Mirio dijo que le gustan mucho las mariposas, por eso traté de decorarlas así. No sé preocupe, se ven peor de lo que saben.

Quita el listón brillante y lo deja en la encimera. La bolsa cruje con cada movimiento mientras extrae uno de los chocolatitos blancos; tienen la forma de una mariposa, con decorado de color azul y perlas doradas que seguramente son comestibles. Luce un poco trocho y es claro que es el trabajo de alguien inexperto, pero al morocho le parece ser el mejor postre que alguna vez haya visto. Antes de llevárselo a la boca, por mero instinto, lo olfatea sutilmente, notando el aroma a chocolate blanco y algo que deduce como moras. Finalmente, lo prueba, y el sabor es dulce y hogareño, un poco amargo por el decorado de moras, pero bueno al fin y al cabo.

—Está rico— comenta, viendo que la carita de Eri se ilumina con alegría—. Muchas gracias.

—De nada, Tamaki-san.

—Ahm... ¿Quieren comer? O...¿Ya han comido?

—¡Yo sí quiero!— exclama ella, alzando una mano de manera enérgica.

—¿No te molestamos?— se apresura a hablar el rubio, viendo como la niña comienza a poner los utensilios sobre la mesa como si esta fuese su casa.

—¿Por qué lo harían?

—Pues... Es San Valentín— recalca el mayor, mientras el imperturbable morocho continúa con su elaboración de los alimentos, dejando a un lado su obsequio—. Y... Pensé que estarías con Kirishima o qué tendrías planes con él.

Tamaki casi se atraganta con su propia saliva ante la declaración, cayendo en la cuenta de que Mirio aún no lo sabe y con razón pues no han pasado ni 24 horas desde que ha terminado con el pelirrojo.

Hace amago de confesar la situación, obviando el hecho de que se muere por Togata, y observando como su mano tiembla conforme sirve los platos.

Mas la puerta principal se abre y la atención de los tres presentes se dirige a los pasos apresurados que se escuchan acercarse hasta la cocina. Kirishima entra con claro gesto afligido y Amajiki casi puede imaginarselo como un perrito con la cola entre las patas y las orejas caídas.

—Senpai— se queja el menor, acercándose ahora con los pies arrastrando en el suelo y los hombros bajos.

Tamaki parece dudar una centésima de segundo antes de ir a auxiliar al contrario, rápidamente alertandose cual madre. Eijirō se apresura a dejar su frente contra el hombro delgado del más bajo y sus brazos robustos rodean la cintura de éste en un abrazo tan fuerte que Amajiki siente que podría romperlo en dos.

Kirishima suelta una zarta de balbuceos contra la piel del morocho con tanta rapidez que éste poco le entiende y se limita a palmearle la nuca y evitar caer de espaldas; el menor lo apachurra contra él como si fuese un felpudo, incluso sus pies están ligeramente tocando el suelo.

—Ven, Eri, vamos a lavarnos las manos.

Amajiki intercambia una mirada cómplice con su mejor amigo antes de que éste se lleve a la menor hacia el cuarto de baño para darles privacidad a él y a Eijirō.

—Kirishima-kun... No... No entiendo qué sucede.

El pelirrojo se apresura a separarse del mayor para sacar de sus bolsillos su celular. Sus dedos toscos y grandes comienzan a teclear la pantalla del aparato para, posteriormente, mostrarle lo que en éste se muestra.

Tamaki casi se cae de espaldas cuando ve el escándalo que los programas de noticias y chismes se montan en las redes de telecomunicaciones, usando imágenes y todo tipo de cosas para llamar la atención. Cómo si los titulares estrambóticos no fuesen suficiente: “¿Un romance  entre Red Riot y Suneater?", "¡¿Es esto una cita antes de San Valentín?!", "¡Qué cariñosos se ven!"

Las fotos que se presentan frente a sus ojos muestran a ambos, a Amajiki y a Eijirō en el café de la tarde pasada, hablando animadamente, riendo y con un aire íntimo alrededor de ellos. También se observa al par caminando por las calles de Tokio; el brazo del más alto rodeando los hombros del contrario y apegandolo contra su cuerpo. Demasiado juntos. Además de que el morocho nunca se ha visto de esa forma en público con nadie más que el pelirrojo y Nejire, sin embargo esta última ya ha aclarado que entre ambos no hay nada diferente a la amistad. Por lo que no es de extrañar el gran alboroto armado por todos; las fans están enloquecidas, algunas felices y otras no tanto. Amajiki no puede omitir el hecho de que incluso hay una foto donde se puede apreciar con claridad, y vaya claridad, que Eijirō sale del apartamento del morocho luego de un rato.

Kirishima ve como el mayor palidece de una forma enfermiza y comienza a temblar, con una mano extendida hacia el móvil y la otra sobre los labios.

—¿Qué? ¿Qué?— repite el azabache, en voz bajita y aún mirando las noticias.

Rumor tras rumor. Especulación seguida de especulación.

Sus ojos oscuros se encuentran con los brillantes del menor, tan espantados como él se siente. Los chismes con Hadō no habían provocado tal grado de ansiedad, porque al final de cuentas todos sabían que eran puras mentiras. Pero ahora, ahora es parte verdad.

Siente que empezará a hiperventilar en cualquier momento y, como buscando consuelo, sus ojos divagan por la habitación, topándose con Mirio en el marco de la cocina.

—No... No... hablemos aquí...

Y se excusa con su mejor amigo y la pequeña, alegando que necesita charlar urgentemente con Kirishima a quien arrastra con él a una de las habitaciones.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora