Capítulo 69

717 114 112
                                    

Lo que ha dicho su jefe no puede ser cierto, pues Mirio no ha hablado de algo así con él, o quizás es por qué no quiere hacerlo. No. Se convence que Togata le aprecia mucho en su vida como para ocultarle información tan importante como esa. Tal vez son solo chismes, debería relajarse hasta que el rubio le confirme si se marchará o no. De todas formas, no hay nada que pueda hacer al respecto.

Esfumando todas sus inseguridades y sin darse cuenta de que se está mordiendo las uñas, llega hasta la entrada de la primaria en donde Eri espera con emoción su llegada. En cuanto la niña lo ve aparecer, corre y se abraza a su cadera, despidiéndose de sus amiguitos y las maestras. Tamaki agradece a las autoridades por cuidar de la niña antes de marcharse con ésta.

Tomar la mano de Eri mientras caminan sirve para que se concentre en otras cosas y que no se consuma en ansiedad, mordiéndose las uñas casi hasta la cutícula. Ella le relata que han hecho una historia pequeña en su clase de literatura y que la suya se ha basado en un mundo de fantasía con dragones y príncipes. También cuenta que jugó a la traes en el almuerzo y un niño se golpeó torpemente con un pilar, rompiéndose sus gafas y haciendo su nariz sangrar, comentando que se ha preocupado por él y que la enfermera de la escuela se hizo cargo como debía. La chiquilla parlotea felizmente y con velocidad, y Tamaki se percata de que ella no dice nada con respecto a si se irán de Tokio, pensando que se debe a que Mirio aún no le dice nada o qué no es verdad lo que ha oído de boca de Fat Gum.

Poco después llegan a la casa del rubio y la menor, donde Amajiki prontamente se pone a cocinar la comida. La pequeña de ojos rojizos tararea una canción alegre e infantil, ordenando la mesa y sin darle importancia a que la atención del morocho se fija en ella, con cariño. Finalmente, la comida hecha se coloca en los platos y posteriormente en la barra que es rodeada por el azabache y la infante. Pasados unos segundos, se escucha la puerta abrirse y cerrarse, seguido de pasos y la voz amable de Mirio anunciando su llegada. El rubio ingresa a la cocina y Eri le da la bienvenida con las mejillas llenas de alimento, a penas entendiéndose lo que dice. Amajiki le imita y hace amago de levantarse para servirle al mayor, quién rápidamente se niega para hacerlo por cuenta propia, devolviéndolo a su asiento. El hambre en el delgado amaina significativamente y sus ojos descienden al arroz con verduras al vapor y un poco de salmón, picando esto con los palillos de madera barnizada sin mucho ánimo; las cosas parecen estar normal entre él y su mejor amigo luego del beso, pero hasta Kaminari se daría cuenta de que Togata desea hablar de este asunto con el azabache que milagrosamente siempre logra huir, sintiéndose espantado por las consecuencias de sus actos y temiengo meter la pata.

Para cuándo terminan de alimentarse, Eri, como un ángel caído del cielo, asegura que se encargará de ayudar a lavar la vajilla sucia, cosa que los mayores le permiten únicamente pidiéndole que deje las cosas punzo-cortantes y difíciles para ellos. Entonces la niña se trepa a un banquito de plástico que Mirio le ha conseguido para que le sea fácil alcanzar el fregadero. Mientras la peliblanca continua su labor y Tamaki asea el lugar en donde han comido, una llamada entra al móvil del rubio que no duda en atender.

Eri poco caso le hace al cantar una canción de Sailor Moon, a diferencia del pálido que aguza el oído para, discretamente, saber si algo preocupante ha pasado.

—Sí...— escucha a Mirio hablar bajo el marco de la cocina, recargandose en éste y dándole la espalda—. Tengo que informar a la escuela de Eri y ver qué piensa ella al respecto... Solo me faltan unas cosas de empacar... ¿Cuándo?... Sí... Ah, yo hablaré con Tokoyami entonces...

Tamaki juguetea con un hilo suelto del trapo húmedo que tiene en las manos, ya sin oír lo que el otro muchacho habla con quién supone es Hawks y observando la espalda musculosa de Mirio cubierta por una playera blanca. El morocho deja la tela junto a la tarja y sonríe a la menor que le responde de la misma forma, con sus manitas llenas de espuma por el jabón.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora