Capítulo 18

1K 152 70
                                    

Sus ojos permanecen clavados en el cielo que alcanza a apreciar desde la ventana de la biblioteca. Su mano derecha sostiene su barbilla y su codo descansa sobre la madera de la mesa. Observa como el atardecer tiñe todo de colores anaranjados, rosas, amarillos, para luego abrir paso al morado, el añil y negro. Piensa que ya es algo tarde, pero pronto su mente vuelve a desconectarse, como si su cerebro no tuviera señal y fuese una televisión que solo reproduce estática. Por el momento no tiene ganas de pensar en nada.

—Senpai— la voz aún dulce de Izuku rompe el silencio cómodo del lugar. Los ojos azules del mayor se clavan en los verdes del contrario en un gesto facial tranquilo e interesado—. ¿Se encuentra bien? Lo noto distraído.

—Sí. No. No es nada, Midoriya— sonríe Togata, enderezandose en su asiento y mirando la libreta que tiene el aludido frente a él—. ¿Ya has terminado?

—Sí. Solo necesito que lo revise para saber si están bien o no.

—Seguro. Déjame ver.

El rizado le pasa el cuaderno por sobre la mesa hasta dejarlo frente a sus ojos claros. Mirio comienza a examinar las respuestas de Izuku en los distintos problemas de matemáticas. Demora unos minutos y, cuando culmina, alza el rostro con una sonrisa de satisfacción.

—Está muy bien— asegura el rubio, recibiendo un suspiro de alivio del contrario—. Entiendes muy rápido.

—Solo porque es muy bueno explicando— dice Midoriya, de manera tímida y rascándose la nuca.

—Nah. Pero gracias por el cumplido— sus ojos vuelven a observar el exterior, reafirmando que se está haciendo muy tarde—. Dejemos esto aquí. Ya es muy tarde, y podemos continuar mañana.

El menor asiente de acuerdo y comienza a guardar todo en el interior de su mochila para, posteriormente, salir de la biblioteca junto a Togata. Durante su caminata directo a los dormitorios, Midoriya pregunta al rubio algunas cosas que aún le aquejan sobre los temas vistos hace un par de horas atrás, recibiendo contestaciones tranquilas y claras del mayor. Izuku no insiste, pero no necesita tener algún quirk específico como para entender que algo le sucede a Mirio. Lo nota distante y apagado, como si el Sol fuese cubierto por nubes grises y espesas que obstruyen el paso de sus brillantes rayos de luz. El mayor parece que no quiere hablar del tema y, aunque Deku siente la necesidad de saber -porque le preocupa el rubio- se mantiene en silencio al respecto. No debería meterse en asuntos que no le competen a fin de cuentas.

Ya cuando llegan a donde sus caminos se parten, puesto que sus habitaciones se encuentran en sitios opuestos, Midoriya no demora en inclinarse un poco para agradecer a Mirio por desperdiciar su preciado tiempo con él. El rubio ríe suavemente y le da un par de palmadas en el hombro conforme se endereza.

—No hay de qué, Midoriya— asegura el mayor, antes de marcharse y dejar ahí al rizado.

El pecoso sonríe, sintiéndose contento de poder tener la atención de Mirio para él, aunque suene egoísta y se sienta mal por estar alejando, sutilmente, al rubio de su mejor amigo. Pero todo es parte del plan. Y no está haciendo nada malo, de cualquier forma, si no, Yaoyorozu no se lo hubiera sugerido.

...

—Kacchan.

Los ojos rojizos del aludido se elevan de su mochila y observa, con enojo, al rizado que le habla plantado frente a su asiento.

—Nos toca el aseo del aula— dice Deku, jugando un poco con las manos y a la expectativa de la reacción explosiva del rubio.

—¿En serio?— gruñe Katsuki en cuanto ve que el adverso asiente con la cabeza, y deja caer su mochila contra la mesa de manera sonora—. Qué remedio.

—¿Se van a quedar?— pregunta el pelirrojo, saliendo de detrás del rubio y haciendo pensar a Izuku que ha aparecido de la nada.

—Sí. Así que vete de una vez.

—Bueno. Den lo mejor— sonríe, yendo hacia la puerta del aula—. No demoren mucho o se saltarán la comida.

—Joder, pareces mi mamá.

—Oh, entonces debería traerte un suéter, ya sabes, para que no te dé frío.

—¡Lárgate de una vez, idiota!

Kirishima no puede evitar reír a la par que sale del salón y cierra la puerta detrás de sí antes de que Bakugō le explote la cara. Puede escucharlo maldecir al otro lado mientras que Midoriya, con voz divertida, comenta que él y Eijirō se llevan bastante bien.

—En vez de estar diciendo tonterías, deberías ponerte a trabajar, nerd. No quiero quedarme toda la tarde aquí contigo.

—Sí, tienes razón, Kacchan. Hay que empezar de una vez.

El pelirrojo, sonriendo, se marcha del lugar sin darle mucha importancia a lo que hará su mejor amigo con el rizado. Sin contratiempos, llega a su habitación; deja de lado su mochila, toma un manga y se recuesta en su cama. Abre el librito en donde se ha quedado y, en cuanto se concentra en el primer diálogo, se queda pensando en algo. Si alguien lo viese en este momento, parecería que acaba de desplegarse en un viaje astral en busca del significado de la vida.

No se da cuenta de en que momento el tiempo avanza y solo sale de su ensimismamiento cuando la puerta de su habitación se abre. Katsuki entra como si fuese su cuarto y su mirada se encuentra con la del pelirrojo teñido.

—Bienvenido, Kacchan— dice Eijirō, sonriendo con amplitud y dejando a la vista sus dientes afilados.

Un chillido sale de sus labios en cuanto un impacto golpea la cabezera de su cama. Una explosión de Bakugō casi le ha dado de lleno en la cara y Kirishima lo entiende perfectamente como una advertencia. Observa el círculo negro y resquebrajado que ha provocado el rubio en la madera para luego mirar a éste con los ojos bien abiertos y la mandíbula ligeramente caída.

—¿Qué mierda ha sido eso?— pregunta Katsuki con voz profunda y mirada asesina.

—¡Esa debería ser mi pregunta!— contesta el pelirrojo, llevándose una mano al pecho por el susto y arrugando un poco el manga—. Pensé que no estaría mal llamarte de esa forma.

—Pues pensaste mal. Te escuchas como el idiota de Deku. ¿Qué mierdas te pasa?

—Bueno. Es que me parece curioso que Midoriya te hable con ese apodo, se oye cómo si fuesen cercanos. Creí que podría ponerte un mote o llamarte así. No pensé que te fuese a molestar.

Ambos se quedan en un silencio espeso y Kirishima siente que debería hacer algo para remediar su error. Hace amago de decir algo, mas el rubio se le adelanta.

—Katsuki— la voz del más bajo llama la atención del teñido; su tono es extrañamente suave y calmado—. Dime Katsuki y ya. No tienes que ponerme apodos tontos para que seamos cercanos, imbécil. No quiero que me digas como Deku lo hace. Suena estúpido.

—Es que... Como nunca te oí decirle algo al respecto, creí que te gustaba.

—Pues no— asegura, dejando su mochila junto a la de Eijirō y sentándose en el borde de la cama para luego tumbarse en el colchón—. Me ha llamado así desde que éramos niños. Muchas veces le dije que dejara de hacerlo, pero no hizo caso y al final me cansé de insistirle.

—Entiendo... Entonces... Si yo puedo decirte por tu nombre de pila, tú también puedes hacerlo.

—No necesito tu permiso para hacer lo que se me pegue la gana, Eijirō.

Bakugō rueda sobre la cama, haciéndose ovillo y dándole la espalda al pelirrojo que no puede contener la enorme sonrisa que se abre paso en su angelical rostro.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora