Capítulo 44

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Tamaki está conmocionado desde que ha visto a Mirio en televisión hace un par de días. ¿Cuándo ha vuelto? ¿Por qué él no se ha enterado de su regreso? ¿Su quirk está bien?

Ha hablado con Hadō, que ha estado muy emocionada al charlar del rubio, pero se percató de la incomodidad de Amajiki.

—¿Qué pasa?— le había preguntado la peliazul.

—Nada. Es... Mirio no me dijo que había vuelto.

—¿No? Qué raro. Por eso yo no te había dicho nada, pensé que él ya te había puesto al corriente.

—No...

—Jum... ¡Quizás quería que fuese una sorpresa!

Al morocho le gusta creer en lo dicho por su mejor amiga, pero siente que en realidad no ha sido por eso. Es indudable que en los años en los que Mirio ha estado ausente, él y Tamaki se han distanciado. Ambos inmersos en sus propios problemas y asuntos, ambos preocupados por sus avances y mejoras.

Observa su móvil sobre su cama, a unos centímetros de dónde él se encuentra sentado encima del colchón. Aún duda si debería contactarse con Togata. Aún tiembla de pensar que el rubio le ignorará o rechazará. Porque a pesar de que lo que ha hecho hasta ahora ha sido por su persona, también ha tenido que ver con Mirio.

—Vamos, Tamaki— se anima a sí mismo, en la oscuridad de su habitación—. Es tu mejor amigo. Es Mirio. Toma el celular y mándale un mensaje. No puedes echar todo tu progreso hasta ahora a la basura.

Y, con mano temblorosa, toma el móvil para teclear un texto que, posteriormente, envía a Mirio. Se alivia y se alegra al ver que el rubio le habla como si nada malo entre ellos hubiese pasado.

...

Eri aún no se acostumbra al horario de Japón, así que está dormida en su habitación mientras que él se encuentra en la cocina, tratando de no entrar en pánico.

Tamaki está por llegar. ¿Qué debería hacer? ¿Debería prepararle algo en especial? ¿Té sería suficiente o necesita comprar algo mejor?

Incapaz de quedarse quieto a esperar, el muchacho rubio entonces decide preparar un poco de chocolate caliente, sobre todo porque el invierno se acerca y el clima se enfría con rapidez. En dos tazas relativamente grandes vacía el líquido café y lo decora con una gruesa capa de malvaviscos pequeños con forma de huellitas de cachorro, bocadillos que la niña le suplicó que le comprara y que únicamente cedió por estar ella de vacaciones. Después de todo, no es como que Eri coma dulces y demás todos los días todo el año, ya que Mirio se esmera en brindarle una alimentación adecuada.

Y justo cuando termina de preparar las dos bebidas, el timbre de su hogar se escucha. Con una velocidad que denota la emoción y ansiedad que el rubio siente, se planta frente a la puerta y, luego de respirar profundamente para calmarse, la abre.

Sus ojos azules se cruzan con los oscuros de Amajiki y ambos se quedan pasmados, sumergiéndose en la mirada del otro como si no creyesen que estuviesen frente a frente.

—Mh... Mirio— la vocecilla temerosa del menor llega a los oídos del aludido mientras se acerca un paso, con miedo de que el rubio no fuese más que una alucinación—. Bienvenido a casa...

Togata sonríe ampliamente y atina a abrir los brazos en dirección al más bajo que, lentamente, se acerca hasta abrazarlo.

—Bienvenido— musita con suavidad Amajiki, acomodando su rostro contra el cuello del otro muchacho y sintiendo los brazos robustos y musculosos de éste rodeándole la espalda.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora