Capítulo 26

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—¡¿Qué?! — exclama Nejire, incapaz de creer lo que su amigo le dice, justo en la entrada de la UA y con una enorme maleta a su lado mientras Eri yace charlando con Midoriya a unos pasos de distancia—. ¿Cómo que te vas? ¿Por qué no me dijiste antes, Togata-kun?

—Lo siento— sonríe el, viendo que su amiga de pelo cían actúa indignada—. No quería hacer un alboroto con esto.

—Al menos pudiste decírmelo ayer y no justo ahora cuando te vas. ¿Verdad, Amajiki-kun?

El aludido se encoge en su sitio y comienza a jugar nerviosamente con sus dedos, musitando en voz bajita que Hadō tiene algo de razón. Mirio se divierte con la sonrisa triunfal de la muchacha hasta que el gesto se esfuma y una mueca de preocupación y melancolía se abre paso en su rostro.

—Ten cuidado allá, ¿sí? — pide ella, abriendo los brazos y acercándose al rubio que, sin problema, la recibe con gusto en un cálido abrazo—. Te voy a extrañar, Togata-kun.

—Yo también te extrañaré— asegura, apretándola con algo de fuerza y ocasionando que ella se pare de puntas por unos instantes—. Trataré de mantenerme comunicado contigo.

—¿Me enviarás correos a diario?

—Sí.

—¿Y me llamarás de vez en cuando?

—Por supuesto. Siempre que tengamos tiempo libre.

—Perfecto.

En silencio, ambos se mantienen abrazados por un largo rato y ante esto Togata no puede evitar reír suavemente.

—Hadō, tienes que soltarme.

—Lo sé, pero no quiero. No sé cuando te volveré a ver así que vamos a estar así un rato más, si no es problema.

—De acuerdo— dice, comenzando a seguir a Hadō que se menea de un lado al otro de manera suave y lenta—. Pero tendrás que dejarme ir en algún momento.

—Sí... Avísanos cuando llegues allá y cuida también de Eri.

—Lo haré.

Finalmente, Hadō se separa del rubio y le obsequia una sonrisa llena de cariño fraternal. Posteriormente, la muchacha mira al pelinegro de alargadas orejas y, luego de excusarse diciendo que se despedirá de Eri, se marcha, dejando solos a los dos muchachos.

La situación resulta incómoda para ambos; Tamaki ni siquiera había estado seguro de que fuese una buena idea despedirse del rubio, pero al final, gracias a Nejire, está aquí, muriéndose de los nervios y mirando con temor y vergüenza sus zapatos obscuros.

—Tamaki—habla el rubio, ocasionando que los ojos oscuros del nombrado se alcen tímidamente hasta encontrarse con los suyos—. Lamento lo de la otra vez. No he querido ponerte en esta situación. Simplemente...

—Espera— le pide el más bajo, temblando y cubriéndose la cara con las manos—. Es mi culpa. Perdón, Mirio. Realmente lo siento. Todo es mi culpa.

Aún escuchando que Amajiki se sigue menospreciando y continua disculpándose como si fuese algún tipo de mantra, Togata, conmovido, se acerca y lo envuelve en sus brazos, dándole palmadas en la nuca y haciendo que su mejor amigo descanse la frente contra su hombro puesto que uno es más alto que el otro.

—Por favor, no me odies— súplica el azabache, al borde del llanto y sujetando fervientemente la camisa blanca del contrario entre sus delgados dedos—. Perdóname.

—No te odio, Tamaki. Pensé que yo era el repudiado.

—¿Cómo podría ser así? —niega con la cabeza—. Eres mi Sol. Y no quiero que nuestra amistad se arruine por nada. Pero si, a pesar de todo, decides dejarme, no puedo hacer nada al respecto.

Un suspiro escapa de los labios del más alto a la par que retira al contrario de sí, gentilmente, para poder mirarlo a la cara.

—Tamaki, por sobre todo, eres mi mejor amigo y la verdad es que no sé qué haría sin ti. No puedo simplemente dejarte de lado. Aún si estoy en otro país, quiero seguir en contacto contigo, pero también te pido que me entiendas— el azabache asiente, dándole la razón—. Creo que deberíamos darnos nuestro espacio. Es decir, no que dejemos de hablar, si no que limitemos nuestras interacciones, porque quiero que seas feliz con Kirishima y quiero ser capaz de estar a tu lado sin sentirme miserable por este amor unilateral. Quiero poder superarte. ¿Lo entiendes?

Tamaki no puede decir nada al respecto, así que vuelve a asentir con seguridad, comprendiendo perfectamente las razones de su mejor amigo y respetandolas sin chistar; Mirio entonces sonríe tristemente, pero agradecido por la empatía del azabache.

—Da lo mejor de ti, Tamaki.

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora