La decepción es la palabra que nunca había aparecido en su vocabulario, pero estaba casi seguro que era lo que sentía en ese momento. Las chicas amigas de Leah y Camille conversaban animadamente, mientras él trataba de tomarle atención, pero era lo que menos hacía.
Las palabras de su novia lo desconcertaron por completo.
¡Él nunca creyó que Leah fuera una chica así! Tan superficial, tan frívola, tan...
- ¿Qué dices Kate? -sacudió su cabeza, volviendo a la realidad.
- ¿Sobre qué? -murmuró, ¡eso le pasaba por no tomar atención!
- Al parecer estabas distraída -habló su novia- bueno te decía que quizás quisieras dormir hoy día con nosotras como una pijamada -sonrió- ¿quieres?
Entonces volvió a pensar, que la idea no era de toda mala, dormir con tres chicas más, creerse su amiga, saber lo que hacía lo que hablaban, sería interesante.
- Pues claro, me gustaría -les sonrió- pero ¿a qué hora voy a su habitación?
- Nos juntamos en el campus, al acabar las clases -sonrió Camille.
(…)
Miró como las manillas del reloj de pared, se movían anunciando en conjunto al timbre que acababa de sonar que todas las clases habían terminado. Un gusto para otros, un castigo para ella, que estaba sentada desde hace una hora en aquel sofá de cuero de la oficina de su madre. Sabía que Kristinne no iba a dejar que saliera hasta que por lo menos ella soltara un <<lo siento mamá>> o <<no volverá a ocurrir madre>> pero las dos sabían que eso no iba a ocurrir.
- No tengo ni idea de donde quedaron las palabras que te dije antes de empezar el año -la mujer de pelo negro, se movió inquieta en una de las esquinas de su oficina.
- ¿Salieron por el otro oído? -bromeó ella- ¿me podrías decir de que me estás culpando ahora? -alejó el cabello de su frente, en un gesto altanero- llevo más de una hora aquí, escuchando lo que debo y no debo hacer, y no sé por qué me estas culpando -se encogió de hombros.
- ¡Por Dios! -exclamó la mujer- tú sabes lo que has hecho, ¡Tienes dieciocho años ______!, no eres una niña.
- Sé que no soy una niña profesora -sonrió irónica- sé lo que hago, y sé lo que dejo de hacer ya también sé que apenas termine este idiota instituto me marcharé de tu vida, para no ocasionarte problemas -dijo haciendo un gesto de entre comillas.
Kristinne miró hacia su hija, pero luego apartó la mirada, para que ella no notara las leves lagrimas que se acumulaban en sus ojos, era exactamente igual de orgullosa que su hija, y no se mostraría débil ante ella, pero la idea de que su única niña, se fuera de su lado, la hacía querer estrecharla entre sus brazos y no soltarla hasta que se quedara dormida, como cuando tenía cuatro años.
- Para terminar el instituto, tienes que estudiar, tienes que tomar atención a clases y ¡No escaparte! -se dio vuelta mirándola fijamente- ¡No debes faltar!, ¡No debes escaparte!, ¡No debes faltarle el respeto a tus compañeras!, ¡No debes salir sin avisarme!, y por último -puso un papel ante ella- ¡No debes chocar la moto! -Diablos... lo sabía- Dime una cosa ______, ¿pensabas decirme, que fuiste a una fiesta el fin de semana, que saliste a altas horas de la madrugada de ahí alcoholizada, que chocaste la moto y pasaste toda una noche y medio día en una estación de policías? -se puso frente a ella- llegó hoy a casa la multa y la cotización de los arreglos del auto que chocaste _______, así que dime ¿pensabas decirme?
- ¿La verdad? -preguntó inocente.
- ¡Pues claro que si niña! -exclamo la mujer.
- No.
______ caminó ofuscada hacía su habitación, no tenía ganas de ninguna mierda, sólo dormir le dolía todo el cuerpo como si hubiera estado teniendo sexo toda la noche con el imbécil de Travis. Y es que ese hombre no la dejaba tan mal, como se sentía ahora. Pobre Tony, pensó. Su moto había quedado tan dañada.
Después de haber estado en esa tonta estación de policía había llamado a sus gemelos -como solía llamarle- y ellos no tan amablemente habían aceptado pagar la fianza y le habían prometido arreglar a su querido Tony, cuanto antes.
Paró en seco al ver a Leah, escondida en una parte del gran campus, tenían un celular a mano, y miraba la reja que tenía a su lado constantemente... sabía lo que pasaría después. Si ella era “tan mala” por escaparse de clases, por tratar mal a todas, por no sacarse buenas calificaciones, por ser distinta a las demás, no sabía que era Leah entonces. La señorita Perfecta era tan perfectamente Imperfecta delante de sus ojos sonrió al ver a la persona que se acercaba a ella, tras la reja.
Sacó su celular y le tomó una foto a la escena, para luego seguir su camino hacia su habitación o más específicamente hacia su cama.
(...)
- ¿Dónde está Leah? -se atrevió a preguntar george, luego de estar un rato sentado en aquel odioso pasto que no hacía más que picarle su entrepierna.
- No lo sé -miró hacia ambos lados su mejor amiga- será mejor que la esperemos en la habitación -las dos chicas... y george se pararon para dirigirse al edificio A.