capitulo veinticinco

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La luna llena se asomaba no tan temprano como de costumbre en california, la luz de ésta se escapaba por la ventana que había entre las camas de ____ y Nayla.

Trató de hacer el menor ruido posible. Al entrar todas dormían, y eso era obvio ya que era bastante tarde.

Las palabras de Leah resonaron en su mente.

Me aburre lo cotidiano.

Me aburre lo normal.

¡Su novia era una caja de sorpresas!

¿El no era cotidiano o sí?, no claro que no siempre trataba de ser diferente y no aburrir a Leah, pero al parecer lo había hecho bastante mal, ya que ella quería terminar con él.

No sé explicaba en qué momento su relación estaba sufriendo una “crisis”, o en qué momento Leah empezó a aburrirse de él, empezó a esquivarlo, o a mentirle.

¿Cuándo había sucedido aquello?

No encontró una respuesta.

Agradecía haber entrado al instituto a observar a Leah, porque si no fuera así, estaría afuera en un tonto trabajo, creyendo que su novia, era santa de su devoción.

Creyendo que ella lo extrañaría de la misma manera en que él lo haría o creyendo que ella lo querría de la misma manera en que la quería él.

Se sentía tan tonto, tan idiota.

Se miró al espejo del baño y deseo sacarse la molesta peluca... lo hizo.

Se colocó sus boxers y una polera sencilla, y un suspiro de alivio resonó sólo en su mente.

Volvió a observar a la luna desde la ventana de las chicas.

La luna tan sencilla, y tan linda, no como las chicas, tan complicadas y hermosas.

La morena estaba acostada de la misma manera tortuosa sobre su cama. Con unas bragas negras y su típica polera corta.

Tuvo el impulso de acercársele y lo hizo. Su piel morena, a la luz de la luna, se veía apetitosamente comestible, suave y dulce. Su pelo caía armoniosamente sobre la almohada, esparciéndose entre sí, su rostro tenía una expresión neutra.

La miró de arriba hacia abajo, las piernas de aquella chica lo atraían hacia cometer un montón de barbaridades que lo pondrían al descubierto. Le daban ganas de enredarse entre esas torneadas piernas, de acariciar ese desordenado cabello y de besar aquel apetitoso tatuaje sobre su cuello.

¡La chica estaba condenadamente buena!

Se hincó a un lado de ella, observando desde un ángulo mejor, el color y forma de sus labios, rojos carnosos y con una forma hermosa. Inconscientemente llevó sus manos hacia sus labios, acariciándolos suavemente por encima, sin hacer el menor movimiento en falso, porque podría despertarla.

Aquella mano exploradora fue bajando hasta su cuello, tocando su hermosa piel. Descendió llegando hasta el valle de sus senos, aquella polera era muy delgada, por lo que sus pechos se marcaban muy bien, los tocó por encima, aguantando el deseo de meter en su boca uno de ellos. Llegó hasta su cintura y también la acarició lentamente para luego llegar a aquel trasero redondo y bronceado.

Sintió una dura erección...

Detuvo su paseo por aquel curvilíneo cuerpo y volvió a mirar su rostro, sin saber muy bien la razón se acerco a ella, rozó sus narices y aspiró su hermoso olor a vainilla.

Acercó sus labios, a los de ella Y formó un pequeño beso, uno tierno, sin movimiento un dulce roce de labios.

Se separó de ella al notar cómo se movía lentamente.

Asustado por lo que acababa de hacer se metió al baño a arreglar nuevamente el problema de su erección.

- ¿Has tenido relaciones con Leah? -le preguntó su amigo.

- No -suspiró- no me dice nada del tema, no quiere nada de sexo, ningún polvo ¡Joder! –bufó.

- Quizás es mala -se burló.

- O quizás simplemente no quiere -trató de defenderla- ni siquiera alguna erección me ha causado -se rió amargamente.

- ¿Nada? -george negó con la cabeza- ¿sabes? -el volvió a negar- déjame terminar hombre -rió- cuando tienes más de alguna erección al tan solo ver o tocar a alguna chica, significa que esa chica te tiene loco, te tiene soñando amigo, cuando ves a una chica y no reprimes las ganas de que te monte, significa que esa chica no sale de tus pensamientos.

Se dio cuenta que durante la semana, no se había fijado en la morena por estar atento a su novia... hasta ahora.

No podría ser... o sí

Enamorate < George Shelley Y Tu >Donde viven las historias. Descúbrelo ahora