- Mamá... papá... los echo tanto de menos - sollocé.
Me quedé así durante un rato hasta que me calmé, aunque llorara todo lo que llorara, mis padres no volverían, estaba sola y de alguna manera debía salir adelante. Me lavé la cara y seguí haciendo mi cena, ya mañana solucionaría el tema de los papeles.
Comí mirando la televisión y al terminar de lavar todo me fui directamente a la cama, necesitaba dormir. Entre las pocas horas de sueño, mi largo día laboral y el llanto, había quedado hecha polvo.
Mañana será otro día.
Ese día hice mi rutina de todas las mañanas igual de cansada que siempre, lo bueno era que esta vez salía con algo de tiempo, así que no tendría que apurarme tanto, pero era mejor no confiarse.
Salí de mi casa pensando en como recuperaría los papeles que se habían arruinado con la lluvia. Iba tan sumida en mis pensamientos que sin quererlo me choqué con alguien.
- Lo lamento, no te vi - atiné a decir rápidamente.
Levanté la vista y ahogué una exclamación ¡había chocado con el chico mas hermoso que había visto jamás! Él negó con la cabeza haciendo que sus cabellos dorados brillaran con el sol.
- No pasa nada - sonrió y algo en mi interior tembló. - Yo tampoco veía por donde iba, lo siento.
- No es nada - sonreí - tengo que irme y de nuevo disculpa el empujón.
Me dí media vuelta para seguir con mi camino con tan mala suerte que tropecé con una baldosa rota. Parte de las cosas de mi bolso se desparramaron por el piso y sentí un pequeño pero molesto dolor en la pierna, genial, simplemente genial.
- ¡Maldita sea! - dije. El chico se agachó a mi lado.
- ¿Estás bien?
- Si, solo tengo otro mal día - resoplé y el rubio comenzó a ayudarme a levantar mis cosas del suelo.
- Si tienes un mal día, hazlo bueno, sonríe, las cosas siempre pueden mejorar.
- Para ti quizás, pero mi vida es un completo desastre desde hace bastante, pareciera que vivo en un mal día eterno - hizo una mueca de tristeza. - Lo siento, no sé ni que hago diciéndote todo esto a ti, debo irme.
No perdí mas tiempo, me di media vuelta y prácticamente salí corriendo de ese lugar, había hecho el total ridículo ¿qué se supone que hacía contándole mis problemas a un extraño? ¡eres una torpe Callie! Me puse a pensar que hubiera pasado si en vez de estar en la situación en que estaba, me hubiera encontrado con ese chico en otra circunstancia. Si aún mis padres estuvieran vivos y aún fuera feliz. Ahí si que hubiera sonreído como él había sugerido, pero últimamente no tengo mucho por lo cual sonreír. Suspiré y entré a la oficina, que me sorprendió encontrarla bastante vacía.
- Oh, hola Callie ¿qué haces aquí? - me preguntó Charlie, el amable hombre de la limpieza.
- Buenos días Charlie, pues... vengo a trabajar ¿no es obvio? - reí.
- ¿No te avisaron nada?
- ¿De qué? - realmente estaba confundida.
- El señor Rumsfeld tuvo una urgencia, no sé bien de qué, y les dio hoy y el resto de la semana libre a todos los empleados - abrí bien grande mi boca por la sorpresa.
¿Ese viejo avaro nos estaba dando unas mini vacaciones sin esperar ningún favor asqueroso a cambio? esto debía escribirlo en algún lado, sería una fecha memorable.
- Entonces ¿por qué estás aquí?
- Pensé en limpiar todo hoy para poder descansar el resto de la semana, prefiero trabajar un día y dejar todo limpio a tener que aguantar los berrinches de Rumsfeld porque haya una pequeña mancha en algún lado.
- Buen punto - sonreí. - Entonces supongo que volveré a casa.
- Antes de que te vayas, encontré un par de papeles desparramados por tu escritorio, no quiero tirar nada que no deba, ¿te molestaría mucho revisarlos?
- No, por supuesto, gracias por el aviso.
Charlie sólo sonrió y siguió con su trabajo, yo por mi parte me dirigí a mi escritorio y empecé a revisar los papeles que había dejado tan desordenadamente tirados sobre el mismo. Tiré y archivé algunas cosas, pero hubo un manojo de papeles abrochados que llamó mi atención, comencé a leerlos detenidamente y abrí bien los ojos al verlos. ¡Era otro juego de los papeles que había perdido la noche anterior! ¿cómo era posible? no recordaba tener otro juego.
Sacudí la cabeza, ¿qué importaba? estaba salvada, tenía nuevamente los papeles en mi poder y sentía que podría saltar en un pie. Decidí que era mejor arreglarlos y archivarlos bien seguros en mi cajón para que no volviera a pasarme lo de la noche pasada. Ya todo estaba ordenado así que me despedí de Charlie agradeciéndole una y mil veces por haberme hecho revisar los papeles, y me fui a casa, tal parece que este día no sería tan del asco como pensé.
Sonreí y al hacerlo recordé las palabras del chico rubio con el que había tropezado esa mañana.
Me pregunto como se llamaría, con el apuro y la frustración a mi ida hacia el trabajo no me había dado tiempo de preguntarle su nombre... oh bueno, seguramente no volvería a verlo, lo cual era una pena porque era una gran vista para mis ojitos.
ESTÁS LEYENDO
En los brazos del Ángel. «Horan»
FanfictionUna chica desesperanzada. Un chico con los ojos color del cielo. ¿Crees en los milagros?