Capítulo treinta y dos.

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- ¡Niall! ¡bájame! - reí y él igual.

Estaba anocheciendo y Niall insistía en que debíamos llegar pronto a la casa y me había cargado sobre su hombro cual bolsa de papas para poder volar hasta mi hogar. 

- No, no, tenemos que llegar a casa.

- ¡BÁJAME! - estallé en carcajadas. - Nialler, por favor, hay gente y nos podrían ver, más aún que gritaría como tonta, basta, nada de volar.

- Pero, pero, pero...

- Pero nada, bájame - reí una última vez y escuché como él suspiraba antes de dejarme en el suelo. - Gracias.

- Caminaremos entonces.

Él extendió su mano y yo la tomé disfrutando nuevamente del cosquilleo que producía en mi interior el hecho de tener nuestras manos tan tiernamente entrelazadas. 

Entre risas y chistes llegamos a mi hogar. 

- ¿Ves? sanos y salvos - bromeé y tomé a Muffin entre mis brazos. 

- Lo he notado - rió y luego me miró fijamente. - Quiero que hagas algo por mí. 

- Dime. 

- ¿Te molestaría mucho quedarte un rato en tu habitación? - suplicó con carita de cachorro.

- ¿Qué? ¿por qué?

- Porque debo hacer algo aquí y no sé cuanto me demoraré.

- Algo... ¿algo como qué? - el bicho de la curiosidad me había picado.

- Sólo... algo - suspiró. 

- ¿No puedes decirme? - hice un puchero.

- Es una sorpresa - dijo entre dientes.

- ¿Sorpresa?

- Sip y para que la sorpresa sea un éxito, necesito que te quedes en tu habitación hasta que yo lo diga. 

Suspiré y miré a Niall con una mueca burlona a lo cual él me dio una mirada de cachorro suplicante... no podía negarme a tal petición y más aún con esa carita.

- Está bien... tú ganas, me encerraré en mi habitación hasta que usted, señor ángel, lo disponga - reí y tomé a Muffin entre mis brazos. 

- Muffin puede quedarse - bromeó. 

- No, él se va conmigo - le saqué la lengua. - Me aburriré estando sola sino.

- Está bien, está bien, no me opondré - levantó sus manos en el aire con mueca inocente.

- Gracias - respondí burlona.

Iba a irme directo a mi habitación, pero antes, le dí un pequeño beso en la mejilla a Niall y con una sonrisa me retiré del lugar. 

- ¿Qué crees que esté planeando mi ángel, Muffin? - le pregunté al minino al cerrar la puerta de mi habitación.

Obviamente lo único que salió de su boca fue un maullido perezoso el cual me hizo reír. 

- Mejor será que le pregunte a Sammy.

Me senté sobre mi cama con Muffin en mi regazo. Se había puesto un tanto inquieto y no entendía el por qué, generalmente cuando lo sentaba en mi regazo se acomodaba y quedaba dormido. 

- ¿Prefieres quedarte el el suelo gato tontito? - dije mientras lo depositaba en el suelo y tomaba mi celular. 

Muffin se paseó inquieto por todo el lugar, a veces cuando pasaba por el gran ropero se erizaba... extraño. Sacudí mi cabeza y marqué el número de Sammy sin dejar de mirar a mi gatito el cual se comportaba muy extraño. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora