Capítulo cuarenta. {Final}

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Bueno, este es el capítulo final de esta historia y el domingo les subiré el epílogo para darle la despedida, espero lo disfruten.

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¿Dónde estoy? ¡auch! mis alas... oh mierda, mis alas están completamente quemadas... pero ¿qué ocurrió? ¿en qué momento llegué al hospital celestial? Lo último que recuerdo es la lucha con Asmodeus, él comenzó a quemar mis alas, oí a Callie gritar mi nombre... ¡Callie!

- Guardián, cálmate.

- ¿Arcángel Gabriel? 

Lentamente me di media vuelta, haciendo muecas por el dolor, mis alas estaban completamente destrozadas, Gabriel me miraba con una mezcla de alivio y severidad. 

- Lo que has hecho hoy ha sido una completa locura - dijo en tono grave. - Podrías haber muerto, tienes suerte de haber escapado... aún con tus alas en ese estado. 

- Lo siento, señor... pero no podía quedarme de brazos cruzados... Asmodeus estaba torturando a Callie de una forma inimaginable - tragué saliva. - Pero todo fue en vano, no lo logré. 

- ¿De qué hablas, guardián?

- No logré rescatar a Callie.

Gabriel se adelantó unos pasos y con cuidado movió mi cuerpo para que pudiera ver algo... en la cama que yacía a mi lado se encontraba Callie profundamente dormida. El alma me regresó al cuerpo.

- Has arriesgado tu vida hoy guardián, pero lograste salvar a un alma inocente de morir en las llamas del infierno solo por una venganza. 

- ¿Qué ocurrió con Asmodeus? 

- No recuerdas nada, ¿cierto?

- A decir verdad no... 

- Pues no soy quien debe contarte la historia - se dio media vuelta y caminó hacia la salida. Al llegar a la puerta me miró. - Dios vendrá a verte en un momento. 

Abrí mis ojos como platos, ¿Dios? cielos, estaba metido en un problema bien gordo, me giré y miré a mi pequeña Callie y no pude evitar sonreír, me importaban muy poco los problemas, había logrado salvarla, había evitado una desgracia, pude salvar a mi razón de ser... no tenía nada por lo qué lamentarme. Era algo que sin pensarlo dos veces volvería a hacer. 

- ¿Qué tal, Niall? - me dí vuelta sorprendido. Y se me secó la boca, Dios había llegado. 

- Mi señor - asentí levemente con la cabeza en señal de respeto. 

- ¿Cómo te encuentras? - su voz era muy tranquila y cálida. 

- Lamentablemente mis alas se vieron muy severamente afectadas. 

- Lo sé... yo mismo los saqué del lugar donde Asmadeus los tenía. - Abrí mis ojos como platos.

- ¿Usted, mi señor? - él asintió con tranquilidad. - Le ruego me disculpe por hacerlo distraerse de sus importantes quehaceres... creí que podría controlar la situación. 

- Guardián Horan, no debes pedir disculpas... lo que hiciste hoy fue una muestra de valentía extrema, los arcángeles también piensan igual, quizás el único que refunfuña aún es Uriel, pero es su forma de ser - rió por lo bajo. 

- ¿No me castigará? 

- No, ¿por qué? ¿creías que lo haría? 

- Desobedecí las órdenes de un arcángel, robé armamentos de los ángeles guerreros y descendí a los 9 círculos del infierno para rescatar a una mortal. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora