Capítulo catorce.

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Tuve un sueño bastante raro y particular, me encontraba sola, rodeada de oscuridad, estaba descalza y con un simple vestido blanco, caminaba sin rumbo fijo hasta que en la nada misma encontraba una pluma blanca como la nieve. 

Con cuidado la levanté del piso y la observé anonadada, no era una pluma normal, ésta tenía algo distinto, despedía un hermoso brillo, cerré los ojos y pude escuchar el sonido de unas alas, era extraño. Pero más extraño era que al escuchar ese sonido mientras apretaba la pluma contra mi pecho me sentía protegida, sentía como un hermoso calor que me hacía cosquillas envolvía todo mi cuerpo. 

Desperté por los maullidos lastimeros de Muffin que me pedían comida. Miré la hora, las tres de la tarde. Al parecer tenía un poquito de sueño. 

Me levanté, le dí su comida al minino, fui hasta el baño para darme una ducha, me vestí y en cuanto terminé con todo eso fui hasta la cocina para hacerme algo de comer, estaba hambrienta. 

El día transcurrió lento y aburrido, en cuanto vi que estaban por hacerse las ocho me despedí de mi pequeño gatito y salí para el Starbucks. Llegué justo a tiempo para el cierre, me presenté con los chicos que trabajaban en el turno de la tarde y les expliqué el porqué estaba ahí. Me dejaron pasar y yo aproveché para avisarle a mi jefe que ya había llegado. 

- Gracias de nuevo Callie - dijo mientras me conducía a la bodega.

- No es problema, para algo me paga - reí. 

- Igualmente, no es costumbre poner a los nuevos a hacer este tipo de cosas, pero no tenía opción.

- Enserio no se preocupe, yo ya he hecho inventarios antes así que no es la gran cosa para mí. 

- Bueno, me quedo tranquilo entonces sabiendo que sabes que hacer, aquí está la llave - me extendió la llave del local. - Cierra bien cuando te vayas y puedes devolvérmela mañana, no te hagas problema. 

- Muy bien, hasta mañana señor.

- Buenas noches Callie.

En cuanto me quedé sola comencé a hacer el inventario de todas las cosas que se encontraban en la bodega, me llevó su buen tiempo pues había bastantes cosas en la lista que me había dado el señor Richards. 

Luego de unas horas pude terminar de organizar y contar las cosas, miré el reloj para llevarme la sorpresa de que era las dos de la mañana. 

- ¿Seis horas? cielos, será mejor que me vaya. 

Tomé mi abrigo pues se había levantado fresco y salí del local recordando lo que me había pedido el señor Richards de que cerrara bien. 

Al asegurarme que todo estaba en orden comencé mi recorrido hacia mi hogar. 

No soy una persona que salga mucho a estas horas, generalmente siempre estoy dentro de mi casa antes de las once pues me asusta un poco lo que pueda pasar. Apreté el abrigo contra mi cuerpo y aceleré el paso pues me estaba poniendo histérica el hecho de que no hubiera siquiera un pobre perro callejero para hacerme compañía en la oscuridad. 

- ¡Hey preciosa! - dijo una voz masculina, diablos, esto no podía estar pasándome a mí. Aceleré el paso. - ¿Qué pasa primor? no corras ven acá. 

Según podía escuchar el tipo estaba borracho, quizás si me apresuraba podría perderlo, es decir, no conocía muchos alcohólicos que se destacaran por su basto sentido de la orientación o que pudieran caminar en línea recta luego de haber consumido grandes cantidades de alcohol. 

Pero mis esfuerzos eran en vano pues no importaba cuán rápido caminara, el tipo no me perdía de vista. 

Empecé a rezar en silencio pidiéndole a mis padres que me protegieran, estaba muerta de miedo, mi corazón latía a mil por hora.

Los gritos del tipo cada vez se escuchaban más cerca lo que logró ponerme más nerviosa de lo que estaba, volví a acelerar el paso y traté de perderlo por un atajo... pero los nervios me jugaron en contra y me vi dentro de un callejón sin salida. 

Traté de salir pues pensé que el tipo se tardaría en llegar. Me equivoqué. 

- Vaya, vaya, vaya, ¿qué tenemos por aquí? - retrocedí hasta que mi espalda chocó con el frío muro. - Que preciosa muñeca me encontré, pero tienes mucha ropa encima, creo que habrá que cambiar eso. 

- ¡Aléjese! - grité asustada. 

- Grita todo lo que quieras linda pero nadie vendrá a ayudarte. 

Me desplomé en el piso mientras mis lágrimas iban saliendo por montones de mis ojos, estaba acabada. 

- ¡Callie! - escuché como alguien gritaba mi nombre, luego del cielo cayó un gran destello de luz blanca. 

- ¡¿Qué demonios?! - gritó el tipo.

- ¡Callie, ven aquí, sujétate! - no entendía lo que estaba pasando pero nada podía ser peor que ese sujeto que, quien sabe qué querría hacer conmigo.

Extendí mis manos hacia aquella cegadora chispa de luz blanca y las mismas se encontraron con lo que parecía ser un cuerpo. Me aferré con la vida a él, unas manos rodearon mi cintura y al siguiente minuto me encontraba sobre el techo de un edificio. 

Miré para todos lados confundida y asustada, noté como esa chispa de luz se iba haciendo cada vez más tenue.

- ¿Estás bien? 

- ¿Acaso eres una especie de luz que habla? ¿estoy soñando? - escuché una risa. 

- No exactamente, no se supone que debería exponerme de esta manera... pero no tenía otra salida, no podía permitir que te dañen. 

Esa voz... se me hacía demasiado conocida, esforcé mi vista hacia la peculiar luz que cada vez se iba apagando más... una figura humana comenzó a resaltar de la misma... pero esperen, era una figura humana que poseía ¿alas? ¿qué era esto? esforcé mi vista un poco más y luego abrí los ojos como platos.

- ¿Niall? - dije con voz entrecortada. 

Luego de eso mi vista se volvió borrosa y perdí el conocimiento. Me había desmayado ¿y cómo no? había visto a Niall con un par de alas.

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora