Capítulo treinta y tres.

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Todo lo que haya ocurrido luego fue borroso para mí, los besos de Niall me habían dejado totalmente embriagada y fuera de mí... imágenes revueltas de la vuelta a casa y el cambio de ropa que tuve que hacerme, ya que la que llevaba puesta se había mojado con la lluvia, era todo lo que me venía a la cabeza. 

Las caricias de Niall fueron lo que me despertaron la mañana siguiente. Ambos estábamos en mi cama y yo estaba recostada sobre su pecho, envuelta entre sus fuertes y cálidos brazos. 

Lo último que quería era irme a trabajar. 

- Estás despierta - oí como Niall reía por lo bajo. 

- No, no es cierto - respondí con voz adormilada y me ceñí más a su pecho. 

- Callie, arriba, llegarás tarde al trabajo - acarició mi cabello. 

- ¿Tengo que ir? - lo miré y le obsequié un puchero. 

- Lamentablemente si, debes ir - me devolvió el puchero, para luego besar mis labios.

- Si haces eso, menos me iré de esta cama - reí e intenté levantarme. 

- Lo siento... esperé mucho tiempo para hacerlo y ahora que puedo, no me detendré tan fácil. 

Sonreí ante sus palabras y lo besé nuevamente, yo también había esperado demasiado para poder hacerlo. 

- Iré a hacerte el desayuno, tú prepárate ¿si? hoy iré por ti al horario de salida, ¿te gustaría? 

- ¿Gustarme? ¿lo dices en serio? amo que pases por mí - sonreí y él igual.

En cuanto mi ángel salió de la habitación, yo suspiré y me obligué a prepararme para trabajar. 

Me duché en un dos por tres y me dispuse a buscar mi ropa para ir ese día hasta el trabajo, el uniforme se había quedado como siempre en el local. 

Me cambié con rapidez y me dirigí a la sala, como siempre, el aire estaba impregnado con el olor al desayuno que Niall me preparaba, se me hizo agua la boca. 

- Ya estaba por llamarte - me sonrió. - Siéntate y come, necesitas energías para hoy. 

- Gracias Nialler. 

Me senté y él colocó un gran plato con panqueques bañados en miel y una deliciosa taza de café frente a mí. Si había algo que amara en el mundo era la forma que mi ángel cocinaba, todo era delicioso y además lo preparaba con gran amor, lo que lo hacía aún más especial. 

- Delicioso como siempre - pude articular entre bocados y él rió. 

- Me alegro que te guste - él también comía bastante, se veía adorable. 

- Niall, debes aprender a comer sin ensuciarte - reí y tomé una servilleta para limpiar la esquina inferior de su labio, la cual estaba manchada con un poco de miel. Aunque me lo pensé mejor, dejé la servilleta a un lado y me acerqué para besar esa zona.

Él me devolvió el beso con ternura y calidez haciendo que mi cuerpo hormigueara y mi corazón latiera con más rapidez. 

- ¿Estás segura? yo creo que debería ensuciarme más seguido - murmuró sobre mis labios. 

Yo me sonrojé y lo besé una vez más pero de forma rápida antes de seguir con mi desayuno. 

En cuanto terminamos, ayudé a Niall a lavar los platos y cuando no pude distraerme con nada más, resoplé desganada y tomé mis cosas para irme al trabajo. Pero la realidad es que no tenía deseo alguno de salir de mi casa, solo quería quedarme todo el día junto a mi ángel y mi pequeño Muffin. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora