Capítulo doce.

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Llegaría un poco más tarde a Starbucks y mi jefe lo entendió, así que tomé una gran bocanada de aire y entré por última vez a la oficina. 

- Estas no son horas de llegar - arqueó una ceja una de las zorras de mis, ahora, ex compañeras. 

- Pues verás que sí - sonreí y caminé hacia el despacho del jefe. 

- ¡Pase, pase! - gritó desde el otro lado de la puerta cuando toqué la misma. 

- Buenos días señor Rumsfeld. 

- Blair, hasta que te dignas a aparecer, hay mucho trabajo por hacer luego de dos semanas de mi ausencia, no quiero problemas niña.

- Oh no señor, no los tendrá. Renuncio. - sonreí. 

- ¿Qué has dicho? 

- Que renuncio - le entregué un papel. - Aquí le presento mi renuncia formal. 

- ¿Acaso estás loca, niña?

- ¿Loca? para nada señor, solo que conseguí un trabajo en el que mi jefe no mide mi pago de sueldo por el tamaño de mi trasero. Así que solo vengo a dejarle esto y a llevarme mis cosas, porque no pienso seguir aquí. 

- Te das cuenta que tomaste una decisión muy equivocada, ¿no?

- Eso piensa usted, yo creo que es la mejor decisión que he tomado en mi vida, hasta nunca. 

Me dí media vuelta y me retiré de la oficina de ese cerdo, todas las empleadas me miraban con ojos desorbitados. Eso es lo que ellas nunca tendrían. Dignidad. Y yo había salido de ahí con ella fluyendo de mis poros. 

Recogí todas mis cosas, les dí una última mirada de suficiencia a todas las estúpidas de ahí y me fui con la cabeza en alto. Esa, sin duda, había sido una de las mejores cosas que había hecho en mi vida. 

- ¡Y he aquí nuestra hermosa Callie! - dijo Louis con una sonrisa al verme. 

- Eres un tonto - sonreí y besé su mejilla. - Lamento la tardanza pero fui a renunciar a mi anterior empleo. 

- Luego nos contarás todos los detalles de eso, que por la sonrisa que tienes seguramente fue genial. 

- Con genial, te quedas corta Em - reí. 

- Bien, te cubriré un rato aquí mientras te cambias.

- Gracias Liam.

Sonreí y fui a los vestidores para ponerme mi uniforme. Me sentía feliz, sentía que me había sacado un gran peso de encima... me sentía LIBRE. Al fin estaba libre de ese viejo asqueroso, al fin me había librado de las humillaciones, el bajo sueldo injusto y demás. ¿Y qué había ganado? unos amigos increíbles, un trabajo en el que me divertía y en el cual me pagaban por mi desempeño y no por la longitud de mis piernas. 

Salí y cambié de lugar con Liam que me sonrió y besó mi mejilla, el resto del día prometía ser normal, pero al parecer, me equivocaba. 

- ¿Qué desea ordenar? - pregunté de una forma distraída sin fijarme mucho en el cliente. 

- Wow, ¿podría ordenarte a ti preciosa? - alcé la vista y ¡Dios santo! mis ojitos se encontraron con un hermoso chico de rizos perfectos y ojos hipnotizantes color esmeralda. 

- Lamento decepcionarte pero no estoy en el menú - reí. 

- ¡Hazza! - gritaron. Me dí la vuelta y vi que Louis venía hacia el chico con los brazos abiertos y una enorme sonrisa en su rostro. 

- ¡Boo Bear! - rió el chico de rizos y abrazó a Louis.

- Veo que ya conociste a Callie, nuestra nueva compañera de trabajo y nuestra nueva amiga.

- Sí, ya tuve el enorme placer de conocerla - sonrió mostrando una dentadura blanca y brillante y yo me sonrojé.

- Callie, no te dejes idiotizar por estos rizos, Harry es todo un sin vergüenza.

- No te preocupes, que mis mejillas se sonrojen no significa que yo sea una chica que cede fácil. 

- Me gustan los retos.

- Que no te gusten tanto, Harry. - Sonreí.

- Está bien, lo siento, lo siento - carcajeó. - Es un gusto enserio Callie.

- Lo mismo digo, ahora sí ¿vas a pedir algo? 

- Sí, un frappe grande de chocolate y 3 cookies con chispas.

- Muy bien, ahora te lo preparo ruludo - rió Louis y volvió a su área de trabajo. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora