Capítulo treinta y ocho.

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El despertador sonó de forma descontrolada esa mañana, me levanté a regañadientes para apagarlo. Bostecé cuando dejé al maldito aparato nuevamente sobre la mesa de noche. Me senté sobre la cama y me desperecé, tenía demasiado sueño. 

Me refregué los ojos y suspiré mirando mi habitación... tuve una sensación extraña... algo me faltaba. Deslicé los dedos sobre las frías sábanas de mi cama y un momento después lo comprendí... Muffin no estaba en su lugar correspondiente, no había dormido conmigo la noche anterior. 

- ¡Muffin! - llamé al gatito y desde la sala se oyó un maullido de respuesta, yo reí. 

Me coloqué mis pantuflas y fui hacia la sala, lo tomé entre mis brazos y lo llevé a mi habitación. 

- ¿Qué te ha picado por dormir allá, tontito? - besé su cabeza y lo dejé sobre mi cama. Él de repente comenzó a caminar de un lado al otro sobre la misma y a maullar de forma algo lastimera e insistente. - ¿Qué ocurre hoy contigo? - acaricié sus orejas y miré la hora. Sería mejor que me apresure y me duchara si quería llegar a tiempo al trabajo. Más tarde averiguaría que ocurría con Muffin.

Rápidamente fui al baño y me duché de forma rápida. Regresé a mi habitación donde mi gatito se había tranquilizado un poco y abrí mi armario para poder seleccionar mi ropa. 

Un bufido se escuchó a mis espaldas, al darme vuelta vi que Muffin se hallaba arqueado y erizado, mirando con odio hacia mi armario. 

- Realmente hoy estás raro... no hay nada aquí gato tonto - quise tomarlo en brazos para calmarlo, pero él saltó de mi cama y se dirigió directo a las puertas abiertas de mi armario. Se había erizado más de la cuenta y no paraba de bufar hacia el interior del mismo, comenzó a dar rasguños al aire acercándose poco a poco, hasta que por fin se metió dentro y con sus patitas se las arregló para tirar una pequeña caja que se hallaba medio escondida. 

- ¿Qué es eso? - tomé la caja antes de que mi gato la comenzara a usar como su nuevo poste de uñas. 

Lentamente la abrí y me sorprendí al encontrar una rosa de brillante color rojo, parecía recién cortada, lo que me sorprendió pues no recordaba nunca haber recibido este pequeño obsequio de nadie y mucho menos haberla dejado de forma tan descuidada dentro de mi armario. La cajita también contenía una nota 'sé cuidadosa, cuídalo bien' era lo único que tenía escrito... ¿se refería a que sea cuidadosa con esa pequeña flor? pues al parecer no había hecho un gran trabajo. 

La dejé un momento sobre una superficie lejos de alcance de Muffin y tomé rápidamente mi ropa para poder vestirme de una vez por todas. Cuando finalicé solo me quedó el tiempo justo para colocar la hermosa y extraña flor dentro de un lindo florero y la dejé en el centro de la mesa. 

- Oh mierda, no me ha dado tiempo de desayunar - me afligí. - Tomaré un café y comeré algo allí, no tengo de otra. 

Tomé mis cosas y me despedí de Muffin que aún seguía algo nervioso dando vueltas por la sala maullando como loco. Lamentablemente no tenía tiempo para él en esos momentos, Sammy seguro ya me esperaba. 

- ¡Buenos días! - saludó ella sonriente. 

- Buen día Sammy - la saludé de vuelta y comenzamos el camino a nuestro trabajo. 

- ¿Qué tal tu mañana? 

- Rara y aburrida... además he salido sin desayunar y me muero de hambre. 

- Oh, no te preocupes, Liam te hará de desayunar apenas se entere que no has comido. 

- Eso si puede quitar sus ojos de Lilly por un rato. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora