Capítulo veintidos.

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Este capítulo es un tanto cortito, pero es tierno, así que espero les guste♥ 

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Decidí pensar en otras cosas, tenía que obligarme a hacerlo. Desayuné tranquila y en cuanto terminé mi plato lo llevé hasta la cocina. 

- ¿Te gustó? - preguntó Niall mientras jugueteaba con Muffin.

- Estaba delicioso como de costumbre, gracias - sonreí, pero mi sonrisa no llegó a mis ojos. - No deberías malacostumbrarme así.

- ¿A qué te refieres?

- Cuando tú te vayas, te llevarás contigo los deliciosos desayunos - 'y mi corazón' pensé mientras hacía un puchero.

- Lo siento - me abrazó fuerte. 

- No es culpa tuya, no lo lamentes.

- Si lo es - suspiró. - Creo que no debí haberte revelado qué era yo.

- Fue algo que pasó y ya, puedo lidiar con las pérdidas Niall, creéme.

No lo dejé decir nada más, me retiré a mi habitación para poder elegir la ropa que me pondría ese día, no quería que él notara la tristeza que había en mi rostro, lo que le había dicho era una gran y vil mentira, yo no podía lidiar con las pérdidas, aún no superaba lo que había pasado con mis padres y tampoco soportaría el dolor cuando Niall se marchara.

Mi corazón se encogió, pero debía permanecer fuerte, era necesario, no quería volver a caer, no ahora que todo estaba saliendo tan bien. Entré al baño, me lavé un poco la cara así evitar el llanto y me cambié. 

- ¿Qué haremos hoy? - me preguntó al verme salir. - Y que bonita te ves.

- Gracias - me sonrojé. - Y no lo sé, creo que hoy iríamos a jugar bolos.

- Suena bien - sonrió.

- Pero eso hasta la tarde, los chicos no suelen levantarse a esta hora los sábados.

- Entonces podemos hacer algo juntos hasta que se haga la hora. 

- Sería lindo - sonreí. - ¿Qué te gustaría hacer angelito?

- Tú eres la humana, tú dime. - Pensé por un momento.

- ¿Sabes patinar?

- No - arrugó la nariz.

- Pues hoy aprenderás. 

- No sé porque tengo el presentimiento de que me caeré.

- Muy seguramente y yo me reiré bastante, vamos - reí.

Busqué en mi armario y encontré mis viejos patines, conservaba también los de mi padre ya que a ambos nos gustaba patinar los domingos por la mañana, era divertido y aunque mucha gente no podía creerlo mi padre era un gran patinador. 

- ¿Crees que te queden? - le extendí los patines.

- Pues solo hay una manera de averiguarlo.

Tomó los patines y se los probó, por suerte para ambos le iban perfectos, así que los guardamos en una mochila y nos encaminamos hasta el parque donde comenzaríamos a patinar. 

- Observa y aprende - dije una vez que llegamos y le enseñé como debía moverse.

- Lo intentaré.

Niall al principio tenía algo de miedo y cayó algunas veces, pero poco a poco se fue estabilizando hasta lograr patinar bastante bien. Cuando tuvo el asunto dominado ambos patinamos juntos por todo el parque haciendo bromas y divirtiéndonos como nunca.

- No te has vuelto a caer, eres bueno.

- Gracias, tengo una buena profesora - sonrió y tomó mi mano mientras patinábamos.

- No es la gran cosa, tú has hecho todo el trabajo.

- No me des todo el crédito, si tú no me hubieras enseñado como hacerlo, seguramente aún ni podría pararme derecho en estas cosas.

Niall no soltó mi mano en todo el trayecto que hicimos después, cosa que en parte amé y odié. 

Al caer el mediodía nuestros estómagos rugían de hambre, en vez de ir a casa preferimos parar en un McDonalds a comer algo, me daba gracia pues Niall en todo el tiempo que había estado en la tierra jamás había pisado uno de estos locales de comida rápida.

- Oh niño, no sabes de lo que te perdías.

- ¿La comida de aquí es buena?

- Es comida chatarra - admití. - Pero condenadamente deliciosa. 

- Entonces creo que dejaré que tú ordenes por mí.

- ¿Seguro?

- Seguro, confío en ti - besó mi mejilla.

¿Era totalmente necesario que haga eso? es decir, ya estaba bastante confundida para que él viniera con sus cosas de ángel irresistible y conquistador, no era nada justo. 

Ordené dos grandes hamburguesas con queso, una buena porción de papas y dos gaseosas con hielo. Nos dieron nuestros pedidos y nos sentamos en la primer mesa libre que encontramos. 

- Te confesaré algo - me dijo de la nada.

- Adelante. 

- Te extrañaré mucho cuando me vaya - me derritió el corazón.

- ¿En serio? - él asintió.

- Me han estado pasando cosas raras, ¿sabes? al principio no me gustaba tanto bajar aquí, cuando tenía que subir a dar mis informes, no quería volver a bajar, pero ahora que estamos tan unidos... no sé... no me dan ganas de volver al cielo. 

- ¿Y no puedes quedarte?

- Lamentablemente no me está permitido quedarme, aunque me gustaría, de verdad que si, tenerte a mi lado es como... no sé, es maravilloso. 

- Tú quieres que llore - dije tratando de mantener las lágrimas dentro. 

- Lo siento, solo soy sincero, te quiero Callie, la verdad es que te quiero mucho y solo quería decírtelo. 

Lo abracé con toda la fuerza que fui capaz y permití que algunas lágrimas se escapen de mis ojos, él me devolvió el abrazo y besó una y otra vez mi cabello tratando de darme consuelo.

- Yo también te quiero Niall, muchísimo. 

Decidí acceder a un pequeño deseo de mi corazón y me incliné para besar la comisura del labio inferior de mi ángel guardián, cuando me alejé, él solo se limitó a mirarme con sus ojos azul cielo y noté como su respiración se agitaba un poco. 

- Terminemos de comer - dije haciéndome la tonta. 

- ¿Qué? oh... si, terminemos. 

Lo poco que quedó del almuerzo lo pasamos en silencio, mirándonos de a ratos y regalándonos sonrisas, sin decir ni una palabra. 

En los brazos del Ángel. «Horan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora