Capítulo 12.

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Cuándo era pequeña mi madre solía decirme que yo era igual a mi padre. Decía que yo era igual de justa, leal, amorosa y comprensiva que él.
Pero con lo que Kara me había dicho hace unos minutos de él, odiaba pensar que también era como él en ese aspecto.
-Está mintiendo. Kara está mintiendo.- eso es lo que me decía una y otra vez. Quizá si me lo repetía bastante lo creería.

-Lena, que es lo que piensas hacer con la cabeza.- preguntó Winn sacandome de mis pensamientos.

Clavé los ojos en la bolsa con la cabeza. Una pequeña serpiente estaba colgando de un hueco.
Estaba enojada, no sólo con Kara, sino con todos los dioses por toda esta tonta búsqueda, por sacarnos fuera de rumbo y ponernos dentro de dos grandes peleas el primer día fuera del campamento. A este paso, nunca lograríamos llegar a Los Ángeles vivos, antes del solsticio de verano. Mucho menos ahora que Kara había dejado claro que ya no le importaba si yo moría. Por lo que si alguna amenaza se presentaba, ella no movería un solo dedo para ayudar. ¿Qué fue lo que Medusa dijo?
No seas un peón de los olímpicos, mi amor. Estarías mejor como una estatua.

-Ahora regreso.

-Lena.- Winn me llamó.- ¿Qué estás...?

Busqué en la parte trasera del almacén hasta que encontré la oficina de Medusa. Su libro de cuentas mostraba sus seis ventas más recientes, todas enviadas al inframundo para decorar el jardín de Hades y Perséfone. Según una cuenta de transporte, la dirección de cobro del inframundo era Estudios de Grabación DOA, Hollywood Oeste, California. Arranqué la hoja y la metí en mi bolsillo. En la caja registradora encontré veinte dólares, algunas dracmas de oro, y algunas notas de empaque para Expreso Nocturno Hermes, cada una con una bolsa pequeña de cuero para colocar monedas. Rebusqué alrededor del resto de la oficina hasta que encontré una caja del tamaño correcto.
Regresé a la mesa donde aún estaba Winn sentado, recogí la cabeza de Medusa, y llené una nota de envío.

Los Dioses
Monte Olimpo
Piso 600,
Edificio Empire State
Nueva York, Nueva York
Con deseos de felicidad,
LENA K. LUTHOR

-No va a gustarles eso.- me advirtió Winn.- Pensarán que eres impertinente.

Coloqué algunos dracmas en la bolsa. Tan pronto como lo cerré, hubo un sonido como de una caja registradora. El paquete flotó fuera de la mesa y desapareció con un ¡pop!

-Soy impertinente.- dije.
Miré a Winn, desafiándolo a que me criticara. Él no lo hizo. Él más bien parecía resignado.

-Vamos. Kara ya se adelantó al bosque.

Acampamos a unas cien yardas de la carretera principal, en un bosque que los niños de la localidad claramente habían usado para fiestas. El suelo estaba lleno de latas de refresco aplastadas y envoltorios de comida rápida.
Habíamos tomado algunas mantas de Medusa. Winn dijo que no encendieramos fuego para nada. Las Furias y Medusa habían proporcionado suficiente emoción por un día. Y no queríamos atraer otra cosa.
Decidimos dormir por turnos. Estaba por ofrecerme para tomar la primera guardia, pero Winn dijo que Kara lo haría.
Winn se acurrucó en las mantas y se quedó mirando el cielo nocturno.

-Lena, ¿Estás bien?.- Winn preguntó un poco preocupado después de varios minutos sin hablar.

-Estoy bien. Porque preguntas.

-Porque no dejas de apretar ese extraño gnomo de goma.- no sabía de donde lo había sacado, pero apretarlo me estaba resultando relajante.

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