Capítulo 51.

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He de reconocer que tenía celos. Yo me moría por empezar a conducir. Mi madre me había llevado a Montauk un par de veces aquel otoño, cuando la carretera de la playa estaba vacía, y me había dejado probar su Mazda.

-La velocidad y el calor van a la par.- le explicó Apolo.- O sea, que empieza despacio y asegúrate de que has alcanzado una buena altitud antes de pisar a fondo.

Zöe agarraba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Daba la impresión de que se iba a marear de un momento a otro.

-¿Qué pasa?.- le pregunté.

-Nada.- dijo temblando.- N-no pasa nada.

Tiró del volante y el autobús dio una sacudida tan brusca que me fui hacia atrás y me estrellé contra una cosa blanda.

-¡Auch!.- exclamó Winn.

-Lo siento.

-Más despacio.- le recomendó Apolo.

-Perdón.- dijo Zöe.- ¡Lo tengo controlado!

Logré ponerme en pie.
Por la ventana vi un círculo humeante de árboles en el claro desde el que habíamos despegado.

-Zöe, afloja un poco.- le dije.

-Ya lo he entendido, Lena.- me respondió con los dientes apretados. Pero ella seguía pisando a fondo.

-Relájate.- dijo Winn.

-¡Estoy relajada!.- contestó Zöe. Se le veía tan rígida como si se hubiese convertido otra vez en un trozo de madera.

-Tenemos que ir al sur para ir a Long Island.- dijo Apolo.- Gira a la izquierda.

Zöe dio un volantazo y me lanzó de nuevo en brazos de Winn, que soltó un gañido.

-La otra izquierda.- sugirió Apolo.

Cometí el error de mirar de nuevo por la ventana. Ya habíamos alcanzado la altitud de un avión, e incluso más porque el cielo empezaba a verse negro.

-Creo que...- empezó Apolo. Me dio la impresión de que se esforzaba por parecer tranquilo.- No tan arriba, cariño. En la parte de atrás se están congelando.

Zöe accionó el volante. Tenía la cara blanca como el papel y la frente perlada de sudor. Algo le sucedía, sin duda. Yo nunca la había visto así.
El autobús se lanzó en picado y alguien dio un grito. Quizá fui yo.

Ahora bajábamos directo hacia el Atlántico a unos mil kilómetros por hora, con el litoral de Nueva Inglaterra a mano derecha. Empezaba a hacer calor en el autobús.
Apolo había salido despedido hasta el fondo, pero ya avanzaba de nuevo entre los asientos.

-¡Toma tú el volante!.- le suplicó Winn casi llorando.

-No se preocupen.- dijo Apolo, aunque él mismo parecía preocupado.- Sólo le falta aprender a... ¡Woa!

Yo también vi lo que él veía. A nuestros pies había un pueblecito de Nueva Inglaterra cubierto de nieve. Mejor dicho, había estado allí hasta hacía unos minutos, porque ahora la nieve se estaba fundiendo en los árboles, en los tejados y los prados. La torre de la iglesia, completamente blanca un momento antes, se volvió marrón y empezó a humear. Por todo el pueblo surgían delgadas columnas de humo, que parecían velas de cumpleaños.

-¡Frena!.- grité.

Zöe tenía en los ojos un brillo enloquecido.
Tiró del volante bruscamente.
Esta vez logré sujetarme. Mientras ascendíamos a toda velocidad, por la ventanilla trasera vi que el súbito regreso del frío sofocaba los incendios.

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