Tú

Capítulo 26.

No podía dejar de pensar en la profecía. Pero principalmente no podía dejar de pensar en estas líneas:

El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar.

Una sola decisión con sus días acabará.

Una hoja maldita.
Me preguntaba cual sería esa hoja maldita. Y más importante, quién la  tendría.

-¿En que piensas Kara?.- preguntó Dioniso.

-En la profecía, y en que llevo varios días sin alimentarme correctamente.

-Y asumo que tienes algo que decir.

-Así es. Dijiste que el oráculo solo hablaría si Lena y yo estamos en su presencia.

-Si, eso dije.

-De los dioses más antiguos, un mestizo a los dieciocho en contra de todo lo predicho llegará.

-Porque repites la profecía. Ya me la sé de memoria.- dijo Dioniso mientras se sentaba.

-La plática que tuve con mi tía me dejó algunas dudas, pero ahora con la profecía tengo que saber.

-Saber que Kara.- preguntó mi tía.

-Que posibilidades hay de que el mestizo de la profecía sea Lena.

-Las posibilidades son cincuenta-cincuenta. Su nacimento cambió por completo las cosas.- respondió Dioniso.

-¿Por eso Quirón quería que la entrenara?

-Si. Ese fue el motivo.

Después de eso, todo estuvo en silencio. Nadie habló ni hizo nada durante unos largos minutos.
No sabía lo que Dioniso o mi tía estarían pensando, pero yo, yo no podía dejar de pensar en Lena.
En el primer recuerdo, mi tía había dicho que Lena viviría. Pero... ¿y si se equivocaba? ¿Y si en el futuro Lena muere?

-Kara...

-Porque Apolo, Hestia y tú querían que supiera de la profecía.

-Apolo cree que la profecía se cumplirá pronto.

-Que tan pronto.

-No lo se. Quizá en dos años, o quizá tarde un poco más. Pero él quiere que comiences a dominar el resto de tus dones. Queremos que estés lista para la batalla que se avecina.

-¿Quieren que entrené? El tiempo que perderé haciendo eso, podría usarlo para encontrar la hoja maldita y destruirla.

-Eso no será necesario. Apolo y Hestia creen que la hoja maldita es tu espada.- dijo Dioniso.

-Un momento. Que espada tiene Kara.

-Creo que ya sabes la respuesta a eso Astra.
Kara, muestrale a tu tía que espada tienes.

Algo me decía que a mi tía no le iba a gustar para nada. Pero aún así, di dos golpecitos al anillo que tenía en la mano derecha, e inmediatamente una espada de setenta centímetros apareció en mi mano.
La expresión en el rostro de mi tía era de sorpresa y terror. Y eso me confundió.