Capítulo 24.

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¡Habré obrado mal...! Se me hizo un nudo en la garganta. ¿Eso es todo lo que yo era? ¿Una mala obra? ¿El resultado del error de un dios?

-Ya le he perdonado la vida demasiadas veces.- rezongó Zeus.-  Atreverse a volar a través de mi reino... ¡Bueno! Debería haberla fulminado al instante por su insolencia.

-¿Y arriesgarte a destruir a tu hija, y más importante, tu propio rayo maestro?.- replicó Poseidón con calma.- Escuchémosla, hermano.- Zeus refunfuñó un poco más y decidió:

-Escucharé. Después pensaré si la arrojo del Olimpo o no.

-Pero Zeus... Bien.- dijo Poseidón soltando un suspiro.- Mírame.

Lo hice, y su rostro no me indicó nada. No había ninguna señal de amor o aprobación, nada que me animase. Era como mirar el océano, algunos días veías de qué humor estaba, aunque la mayoría resultaba ilegible y misterioso.
Tuve la impresión de que Poseidón no sabía realmente qué pensar de mí. No sabía si estaba contento de tenerme como hija o no.
Aunque resulte extraño, me alegré de que se mostrara distante. Si hubiese intentado disculparse, o decirme que me quería, o sonreír siquiera, habría parecido falso, como un padre humano que buscara alguna excusa para justificar su ausencia. Podía vivir con aquello. Después de todo, tampoco yo estaba muy segura de él.

-Dirígete al señor Zeus, chica.- me ordenó Poseidón.- Cuéntale tu historia.

Así pues, conté todo lo ocurrido, con pelos y señales. Luego saqué el cilindro de metal, que empezó a chispar en presencia del dios del cielo, y lo dejé a sus pies.
Se produjo un largo silencio, sólo interrumpido por el crepitar de la hoguera.
Zeus abrió la palma de la mano. El rayo maestro voló hasta allí.
Cuando cerró el puño, los extremos metálicos zumbaron por la electricidad hasta que sostuvo lo que parecía más un relámpago, una jabalina cargada de energía sonora que me erizó la nuca.

-Presiento que la chica dice la verdad.-murmuró Zeus.- Pero que los gemelos hayan hecho algo así...

-Son orgullosos e impulsivos.- comentó Poseidón.- Les viene de familia.

-¿Señor?.- habló Kara interviniendo. Y ambos respondieron al unísono:

-¿Si?

-Me dirigía a mi padre.- dijo Kara. Voltee a verla, y noté que tenía una mirada retadora y un poco arrogante que dirigía a mi padre.- Los gemelos no actuaron solos. La idea se le ocurrió a otro, a otra cosa. Si usted me lo permite quisiera darle los detalles en privado.

-Permiso concedido.- respondió Zeus.

-Me niego a eso hermano. Creo que debería hablar aquí. Podría ser algo importante.

Zeus tardó en responder. Pero finalmente accedió.

-Kara, por favor habla.

Ella describió los sueños y aquella sensación experimentada en la playa, aquel fugaz aliento maligno que pareció detener el mundo y evitó que Fobos me matara.

-En los sueños.- prosiguió.- La voz le decía a Lena que llevara el rayo al inframundo. Fobos sugirió que él también había soñado. Creo que estaba siendo utilizado, como Lena, para desatar una guerra.

-¿Acusas a Hades, después de todo? -preguntó Poseidón.

-No.- contestó de manera brusca.- He estado en presencia de Hades. La sensación de la playa fue diferente. Fue lo mismo que sentí cuando estuvimos cerca del foso. Es la entrada al Tártaro, ¿no? Algo poderoso y malvado se está despertando allí abajo... algo más antiguo que los dioses.

Poseidón y Zeus se miraron. Mantuvieron una discusión rápida e intensa en griego antiguo. Sólo capté una palabra "Padre"

Poseidón hizo una sugerencia, pero Zeus cortó por lo sano.
Poseidón intentó discutir. Molesto, Zeus levantó una mano.

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