Capítulo 37.

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Alex se ofreció para ir a investigar ella sola, pero la convencí de que era demasiado peligroso. O íbamos todos juntos o no iba nadie.

-¡Nadie!.- dijo Lex.- ¡Por favor!

Al final nos acompañó, aunque comiéndose las enormes uñas de puros nervios. Nos detuvimos en el camarote un momento para recoger nuestras cosas; pasara lo que pasase, no pensábamos quedarnos otra noche a bordo de aquel crucero lleno de zombis, por más que tuviesen un bingo de un millón de dólares.
Comprobé que llevaba a contracorriente en el bolsillo y que las vitaminas y el termo de Hermes estaban a la mano en mi mochila; no quería que Lex cargara con todo, pero él insistió y Clarisse y Alex me dijeron que no me preocupara. Lex podía cargar tres mochilas en su hombro con la misma facilidad con que yo llevaría una sola mochila.

Nos deslizamos por los pasillos hacia la suite del "jefe", siguiendo los planos de "usted está aquí" que había por todo el barco. Clarisse iba adelante, explorando el terreno.
Nos escondíamos siempre que pasaba alguien, pero la mayoría de la gente que vimos eran pasajeros con ojos de zombi.

Acabábamos de subir las escaleras de la cubierta 13, donde se suponía que estaba la suite del jefe, cuando Clarisse nos dijo en un susurro:

-¡Escondanse!.- y nos metió a empujones en un cuarto de limpieza.

Oí a dos individuos que venían por el pasillo.

-¿Has visto a ese dragón etíope en la bodega?.- dijo uno de ellos.

La otra persona soltó una risita.

-Sí, es espantoso.

Alex estaba a mi lado, tenía una expresión seria, pero aún así me apretó el brazo con fuerza.
Me pareció reconocer la voz del segundo tipo.

-He oído que tienen dos más en camino.- dijo aquella voz conocida.- Si siguen llegando a este ritmo, no va a haber color...

Las dos voces se fueron apagando por el pasillo.

-¡Ése era James!.- dije casi gritando.

-¿Qué hace aquí?.- preguntó Alex y Clarisse meneó la cabeza, preocupada.

Continuamos por el pasillo. No necesitaba ningún mapa para saber que nos acercábamos a Maggie.
Tenía una sensación fría y desagradable: la presencia del mal, sin duda.

-Lena.- Alex se detuvo de repente.- Mira.

Estaba ante una pared de cristal desde la que se dominaba un atrio central de varios pisos de altura que recorría el barco por la mitad. A nuestros pies se hallaba la galería Promenade, un centro comercial lleno de tiendas. Pero no era eso lo que había llamado la atención de Alex.
Un grupo de monstruos se había congregado delante de la tienda de golosinas. Eran una docena de gigantes lestrigones, como los que me habían atacado con bolas de fuego, dos perros del infierno y varias criaturas más extrañas aún: unas hembras humanoides con doble cola de serpiente en lugar de piernas.

-Dracaenae de Escitia.- susurró Clarisse.- Son mujeres dragón.

Los monstruos formaban un semicírculo en torno a un joven con armadura griega que estaba haciendo trizas un maniquí de paja. Se me hizo un nudo en la garganta cuando noté que el maniquí llevaba la camiseta naranja del campamento. El chico de la armadura lo ensartó por el vientre y lo fue desgarrando hasta partirlo en dos; la paja volaba por todas partes y los monstruos lo aclamaban y soltaban alaridos.

Alex se apartó del cristal con el rostro lívido.

-Vamos.- le dije, intentando sonar más valiente de lo que me sentía.- Cuanto antes encontremos a Maggie, mejor.

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