Existen las decisiones difíciles, y las situaciones que deciden por uno.
Me desperté en el cuarto de mi mamá, ella ya se había levantado hace rato, la luz de la ventana me aniquilaba los ojos, así que me di vuelta y seguí acurrucada hasta que se me dio la gana despertarme, pase el día completo en la cama, donde escribí y saque conclusiones, muchas conclusiones, estaba segura de que el fin de semana había dos opciones, o lo pasaba con Iván porque volvíamos, o mi vida ya no iba a tener fines de semana, así que escribí sobre eso, las razones, las formas, quería dejar todo en claro para que nadie se quede con dudas de nada, escribí una carta común con una cita para cada conocido, donde le dejaba unos renglones personalizando situaciones, tenía todo preparado, como acostumbraba a hacer. A eso de las tres de la tarde que me decidí a levantarme y comer algo, hay algo que no aclaré, generalmente las chicas cuando están deprimidas se les cierra el estómago y no pasan bocado, bueno, conmigo es al revés, como el triple de lo que comería si estuviese bien, en realidad como el triple de helados, chocolates y papas fritas, comprimo mis nervios en los carbohidratos y grasas, solía hacer ese chiste con Nadia, siempre decíamos que lo único bueno de la tristeza es que adelgazas, pero a mí ni para eso me sirve. Así que volviendo al tema, me levanté y fui a comer, no recuerdo si me cociné unos buñuelos, unos escaliles o unos panqueques, pero algo con mucha grasa seguro. Estaba dando vueltas, no sabía bien que hacer, porque la ansiedad, la tristeza, los nervios, me carcomían, así que llamé a una amiga, me negaba a salir de mi casa, opté por pedirle que venga a tomar mates, ella se llamaba Soledad, es gracioso como nos volvimos amigas, porque en realidad nos conocimos ya que yo era amiga de su novio, cuando ellos cortaron, mi relación se hizo más fuerte con ella y deje de hablar con él, la llamé y en un rato la tenía en casa charlando de la vida, me sentí tan comprendía, es como si supiese exactamente lo que me pasaba, además de que una de las características que mas la definen es la empatía, era la mejor compañía para un momento donde estaba por reventar. Llegó, y yo la esperaba con mates, ya me había bañado, me había cambiado, ¿cómo debería verme vestida si estoy probablemente en el último día de mi vida?, no tenía idea, pero aun así iba a tratar de hacer mi mejor esfuerzo, pero no valió de nada porque terminé igual que siempre, con una pollera azul, unas zapatillas negras de tela fina, y una musculosa celeste, blanca y azul, estaba delineada, con el pelo detrás de mis orejas, tenía un corte desastroso, pero siquiera me miraba al espejo. Conversamos hasta que se hiciera la hora, y decidí salir de casa, la acompañe a la estación Lanús donde ella vive, y volví a esperar a Iván, se hicieron las seis y diez y se escucharon los dos timbres que siempre tocaba, mi piel se enfrió, mi corazón comenzó a latir rápido, y no supe que hacer, le abrió mi mamá, y cuando llegó a mi habitación, estaba con una cara no muy alentadora, yo estaba seria, realmente no sabía si quería abrazarlo, pegarle, o llorar, pero ¿adivinen?, me puse a llorar. No recuerdo como comencé a hablarle, pero para que se den una idea él estaba en una esquina de mi cama y yo en otra, no mencionó palabra alguna hasta que yo comenzara a hablar, estaba enojado, con bronca, de mal humor, nunca nadie me había tratado tan mal, me hizo sentir como si tuviese la culpa de todo, y reiteradas veces me hizo sentir ridícula. Me humilló.
Le dije que no solo me hacía mal a mí sino que le hacía mal a todos los que se le cruzaban y que era consciente de eso. Realmente no quería decirle eso, pero si era la última vez que lo iba a ver necesitaba que supiera lo que me había hecho sentir, era como darle la oportunidad de que se disculpe por todo lo que dijo de mi y lo muy indiferente que fue a mi angustia, pero solo logré que se enojara mas, no se mostró de una manera sensible en ningún momento, lo que me terminó de destrozar. El me odiaba, y no me odiaba por nada más ni nada menos que "haberlo dejado" me daba la sensación de que hablaba su orgullo, y por alguna razón pensaba que nadie podía apartarse de él si él no lo quería, y ahí aparecí yo para demostrarle que por más que lo amaba y era mi absoluta perdición, tenía un límite. Así que pasé a mi tercer sentimiento y lo abracé, en ese momento solo me pidió que no lo suelte, pero aun así su cara no se modificó y yo cada vez estaba más sensible, le pedía que me abrace, pero se mantuvo distante en cuanto a lo que representaba afecto, para las 7 y 30, me dijo que tenía que irse y así lo hizo, después de rogarle diez minutos que se quedara, el repitió que no lo iba a hacer, así que dejé que se fuera, yo me quedé llorando, él se fue enojado, o triste, no lograba diferenciarlo, lloré unas cuantas horas, hasta cenar. Cuando terminé de cenar volví a mi cama, pero ya no lloraba, porque ya la decisión había sido tomada, y la solución estaba muy cerca. Así que me limité a pensar en eso, a planear el día después, mientras miraba con una visión psicópata al techo, podía excitarme la idea de no estar mas en este mundo, me estaba seduciendo el dolor del tren pisando mis costillas, porque así iba a ser, iba a entregar mi cuerpo de la misma forma que lo hizo mi papá, después de mucho pensar había llegado a esa conclusión, ya que las pastillas no son efectivas, y no había muchas cosa a mi alcance que me garanticen dejar de respirar, y sea instantáneo, si mi viejo lo hizo de esa forma por algo debe de haber sido, así que iba a seguir sus pasos, pretendía hacerlo a las tres de la tarde, cuando no haya mucha gente, iba a vestir la remera larga de Iván, con la que dormía, un short de jean corto y unas zapatillas de tela negras, pasé las horas que estuve desvelada, planeando y asumiendo el dolor que podía sentir, pero ningún dolor físico iba a superar mi dolor emocional, porque ese dolor era el que realmente estaba haciendo desastres con mi cuerpo, con mi vida, así que simplemente me detuve a pensar por mucho tiempo , lo perfecto que iba a ser eso, lo único perfecto es la muerte, decía mi abuelo. Así que iba a llegar mí momento perfecto, mi momento de plenitud, por fin iba a estar en paz, conmigo, con los demás, porque ya había considerado todas las posibilidades y sentía mucho miedo, pero me alucinaba la idea de desaparecer.
La tarde que pasé con Ivan me ayudo a reflexionar sobre nuestra relación, y me di cuenta de algo, ¿Acaso había llegado a ser feliz con él? Y la respuesta era no, yo creía ser la persona más feliz del mundo, pero la realidad es que siempre habitaron en mi un millón de pensamientos oscuros, y la única razón por la que me obsesioné con esa relación, era porque tapaba mis ojos y hacía que no crea que todo lo malo en mi vida existía, él era una especia de droga que consumía para distraerme, pero al final él terminó consumiéndome a mí, y destrozando cada espacio que quedaba sano. Buscando la paz interior, encontré una persona que pretendí que me ayudara, pero por lo contrario a eso, solo me pasó su mal estar a mí, y terminó de gastar mi alegría.
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Crisis.
Teen FictionSi tomamos la tristeza como menos y la felicidad como más a continuación obtenemos la suma algebraica de momentos multiplicados por tiempo y divididos por espacio, y obtenemos exactamente un relato de muchas páginas que aburriría a muchos, pero a mo...