Ultimo primer año.

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Como dije antes, mis ansias por crecer, siempre me llevaron a tomar decisiones apresuradas, que algunas me acompañaron, al menos hasta el día de hoy. Siempre fui crítica al sentir que el colegio no nos prepara para tomar decisiones importantes como las de "qué estudiar" o para qué trabajar, nos preparan para un mundo utópico, y nos hacen sentir que si sacamos dieces en vez de seis somos mejores, afortunadamente, a pesar de mi mamá hippie, dato relevante ya que sentía que su ilusión era apoyarme en lo que quiera estudiar, claro que ella esperaba que mi estudio sea algo que vaya en contra de este sistema, como el arte, y así sentirse orgullosa de que yo no priorice la plata, o quizá esa era la lectura que hacía en aquel entonces, aun así, mi sueño, entre muchos y creo que el mas real, era ir al colegio técnico numero 9, en el cual enseñaban electrónica, yo no quería ser cantante, actriz o pintora, yo quería crear robots, arreglar cosas, resolver problemas, pero eso no es lo que mi mamá había planeado para mi futuro, por lo cual había decidido que iba a ir a un colegio de arte plástica, en cambio Lu le pasaba exactamente lo contrario, ella quería ir al colegio en el que yo ya estaba anotada, y la madre la obligaba a ir al colegio técnico, así es, a mi colegio soñado, por fortuna, era lo suficientemente manipuladora, no para convencer a su mama de que la deje ir al colegio donde pretendían que yo vaya, pero si para obligarme casi a que enfrente a mi mama y le pida que me inscriba en donde yo quería , y así fue, una tarde me senté y dije lo siguiente:

- "Ma, quiero ir a la técnica 9"

A lo que solo se limito a contestar con una cara de sorpresa y de fastidio, mi siguiente frase fue:

- "Vos y mi papá siempre prometieron apoyarme en lo que yo quiera estudiar"

Quien podía negarle a una huérfana que usaba como fundamento palabras de su padre difunto, no paso más de una semana que eran las cinco de la madrugada y fuimos a hacer la fila para así anotarme en mi secundario, así es MI secundario, era mío, había estado en mis sueños desde que tenía 6 años, y lo había logrado, conseguí una vacante y pocos meses después ya estaba por empezar el primer año de secundaria, lo planeé tanto como pude, soñé cada segundo con la idea de crear, dejé mi mochila negra, con mi llavero fucsia, mis carpetas de flores y mis lápices rosados dentro de mi cartuchera de colores, me desperté a las 6 de la mañana, me peiné con un rodete, me puse mi guardapolvo nuevo y partí al colegio, ediliciamente parecía una cárcel, era una especie de taller mugriento, pero gigante, con una arquitectura patética, paredes grises y escritas las llaves de luz rotas, y las puertas sin picaporte, las mesas que se tambaleaban y el patio del colegio era diminuto, esa señores era la escuela con la que tanto había proyectado, esos pasillos tristes que por los que tantas veces me vi en mi cabeza paseando, la emoción que tenía ese 9 de marzo, a las 7 y 40 de la mañana era incomparable llegué y había un montón de gente, de caras nuevas, pero entre todas podía distinguir a una, ahí estaba Luciana, haciéndome señas para que vaya al lado suyo, se la notaba casi tan emocionada como yo, y ambas cruzábamos los dedos para que nos toque en el mismo salón, y así fue, lo que no percibía en aquel momento es que estaba por conocer a 2 personas que iban a marcar mi vida, delante de nuestra mesa, había dos chicas, para entender un poco mejor era un curso de 36 estudiantes de los cuales solo 6 éramos chicas, dos de ellas se sentaban delante nuestro, inmediatamente les preguntamos su nombre y no pasaron muchos días que ya estábamos intercambiando tareas, lapiceras, compartiendo momentos, espacios de recreos y horas libres. Ese año fue maravilloso, conocí a cada uno de mis compañeros y de a poco se estaba formando un grupo de amigos, éramos un grupo enorme, y cada instante los quería mas a cada uno, estaba francisco, él era mi ídolo, con doce años hablaba de política, era un músico, que escuchaba rock y se vestía con ropa negra y rota, era todo lo que mi familia quería que yo sea, la sabiduría que esparcía cuando hablaba era digna de escuchar por horas, quería que él sea mi amigo, también estaba nacho, era la persona más cariñosa y tierna del mundo, estaba Julián, tenía mas pecas que piel, y siempre buen aroma, nunca faltaba oportunidad para hacer un chiste, por ultimo estaba Matías de quien voy a hablar más adelante. El punto es que pertenecía a un grupo, era parte de algo y me sentía querida y protegida, me sentía gigante. Era todo con lo que había especulado, mi vida estaba tomando otro rumbo, era todo perfecto. Supe que fue la mejor decisión que podría haber tomado.

Ya era una chica de secundario, con doce años y menos de un metro cuarenta, pesando con las justas 30 kilos, caminaba con mi rodete perfectamente centrado, mi flequillo para el costado, y los dos lazos de pelo que me dejaba caer a los costados de mi cara, el guardapolvo limpio y mi valija de herramientas rosada, las solicitudes de amistad en las redes sociales, cuando sos chica y estas en un colegio lleno de chicos, son a montones, eso me hacía creer importante dentro de todo, de todas maneras, seguía siendo plana como una tabla y pesando 30 kilos con 12 años

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