El peor día de mi vida.

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En general, si le preguntaras a una persona de 16 años cual fue el peor día de su vida, probablemente no lo sepa, así como tampoco sabría contestar cual fue el más feliz. Realmente envidio la sensación de desconocer este tipo de preguntas o cuestiones, y ese sentimiento de no conocer la tristeza en su sentido más puro y horrible, al punto de describirlo como la peor sensación.

Lamentablemente conozco en carne y hueso lo que es sentir que te desmontas por dentro, por fuera, el vacío más profundo y pavoroso. Con 16 años recuerdo cada detalle del peor día, el peor momento, minuto y cada hora, fue tan largo, como este libro, y sus efectos, fueron tan grandes que llegaron a marcarme hasta hoy en día. Podríamos decir que el peor día, en realidad, son las peores 24 horas de mi vida, que no necesariamente arrancaron con el comienzo de un día preciso. Ya que arrancó el 9 de septiembre de 2009 y termino el 10, así es como fue el día más intenso...
Yo me despertaba la mañana del 9, ya mis papás no estaban, desayune, miré la tele y al mediodía almorcé para partir al colegio. Fue una mañana completamente normal, pero no faltaba mucho para que eso de un giro. Volviendo del colegio, compramos chocolate con mi mamá, llegamos a casa, y tomamos unos submarinos, mientras veíamos un partido de futbol, en ese momento mi mamá recibió un llamado, en el cual habló en voz baja, sus ojos hicieron una mueca de preocupación que intentaba esconder, y cortó. Pregunté quién era, y solo contesto que había problemas con el trabajo, hizo otra llamada, nuevamente hablando bajo, preocupada y nos comentó que iba a venir a cenar mi tío, el hermano de mi papá, nunca fui de creer en las energías, pero si lo hiciera, diría que se podía percibir un ambiente de tensión en el living de mi casa, donde mi mamá estaba nerviosa, yo simplemente callé y seguí mirando la televisión, confundida, pero cuando mi mamá estaba en ese estado veía preferible no molestar. Para contextualizar, esa semana había sido devastadora en mi casa, mi mamá había iniciado un trámite legal, en donde mediante un juez le dijeran a mi papá que se tenía que ir, tenía como fecha límite el 13 de septiembre. Lo más hiriente fue que el 13 de septiembre era su cumpleaños, esa era la última semana que le quedaba en mi casa, fue la peor de todas, no lo recuerdo sobrio en esos días, creo que siquiera recuerdo haberlo visto de lo tarde que llegaba, si es que llegaba. Volviendo a ese día, no cree hipótesis sobre lo que estaba pasando, esa noche fue una de las más raras de mi vida. Mi mamá y mi tío estaban en la casa de mi abuelo (que quedaba junto a la mía) y se escuchaba abrir y cerrar la puerta constantemente, de repente me asomé por la ventana y mi mama estaba subiendo en el auto de su compañera de trabajo y amiga, a un destino en plena medianoche, que, en mi juicio, era desconocido. No entendía absolutamente nada. Vi la hora y ya se había pasado el tiempo de dormir, entonces mandé a mi hermana a la cama y me acosté.

Fue el 10 de septiembre por la mañana que preparándome para el colegio y sin perder la costumbre de hablar por teléfono con mi amiga, fui a la pieza de mis papás, tan obsesiva como uno me imagina, me di cuenta de que la cama estaba hecha tal cual el día anterior, los almohadones no habían cambiado su lugar ni posición, todo indicaba que nadie había dormido esa noche en esa cama, pero mis suposiciones se alejaban muchísimo de lo que realmente pasaba. Fue ahí que llegó mi mamá, tras ella entró mi tío, nos citaron a todos a mi pieza, yo sin entender nada me acerqué.

Una vez que estuvimos todos en ese lugar ella dijo "Papa...", hizo una pausa que podía medirse en centésimos de segundo, donde pensé tantas cosas como pude. Mi cabeza reaccionó imaginando miles de formas posibles para completar esa frase, entonces, continuó, dándome a entender que no había acertado con ninguna palabra de las que imaginé, para terminar la oración diciendo... "Murió..."

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