Bastián se bajó del auto y yo eché a andar con un cargo de conciencia del porte de un buque, pero, a decir verdad, tampoco me duró mucho, él no se había querido bajar.
Debo confesar que yo pensé en dejar mi terreno, devolverlo, que él me devolviera el dinero, irme de allí y nunca más volverlo a ver, pero cuando nombró mi rosa...
Si esa rosa sobrevivió al ataque del padre de Bastián, a la falta de cuidados, a la soledad; bien podría yo enfrentarme a Bastián.
¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué me ilusionó y me hizo pensar que era un buen hombre para luego mostrarse como un monstruo?
Recordé la fila de camiones levantando tierra, echado humo y metiendo bulla con sus potentes bocinas. ¿Eso lo tendrían que vivir a diario mis flores? Ya me las ingeniaría para que no tuvieran que sufrir el maltrato de esas máquinas, aunque muy dentro de mí, esperaba que no terminara todo como en mis pesadillas.
―¿Qué te pasó? ―me preguntó Roxana, alarmada al ver mi cara, que seguro debía estar roja de congestionada.
―Nada.
―No me digas que nada. Mírate. Parece que te hubiera pasado un camión por encima.
¿De verdad tuvo que hacer esa analogía?
―No fue un camión, ¿cierto? ¿Chocaste de nuevo?
―No, no; me voy a ir a acostar.
―¿Qué pasó?
―Nada. Después te cuento. Ahora quiero descansar un poco, en realidad sí siento como si me hubiera arrollado un camión.
Preocupada, Roxana me escoltó hasta el dormitorio que yo ocupaba. Me alegré de que los niños no anduvieran cerca, habían salido a comprar con la señora Ely; no quería que me vieran así.
Quería dormir, me sentía muy cansada, tenía el pecho apretado, el estómago hecho nudos y el alma rota.
En realidad, no me molestaba el tema de los camiones, me dolía toda la sarta de mentiras de Bastián, eso me hacía sentir triste, tonta y, sobre todo, indigna de cariño de verdad. Al igual que mi familia, no solo se burló de mí y de mis sueños, también me hizo creer que yo era importante, que lo que creía, valía la pena, ¿y para qué?, para que después me despreciara y me dejara en el suelo tirada como una basura.
Con esos pensamientos, me dormí. En aquella oportunidad, no tuve pesadillas, al contrario, soñé que llegaba Bastián a mi lado. Yo estaba en un prado, sobre un blando pasto y él me iba a buscar para llevarme no sé a dónde; la del sueño lo sabía, yo no. En vez de irme con él, él se quedaba conmigo, tomados de la mano, miramos las nubes y les dimos forma a cada una de ellas.
Desperté sobre las siete, perdida en el tiempo y en el espacio. No sabía si era de tarde o de mañana, no me acordaba dónde estaba, esa no era mi casa ni mi puf.
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Juego de poder
Roman d'amourUna florista naturalista y un empresario de transportes, ¿qué tienen que ver el uno con el otro? Nada. Si no fuera que sus empresas colindan. El problema es que para Almendra, una mujer que vive la vida de forma natural, los camiones de su vecino e...