27: Envidia (Almendra)

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Nos sentamos con la mamá de Roxana y, luego de pedirle disculpas por mi actitud y enojos de hacía unos días, le contamos lo que había sucedido.

―Por Dios, la maldad no tiene límites ―comentó la señora Ely.

―Ahora no sé si don Alfonso va a investigar igual o no, yo creo que mejor lo deja así ―dijo Roxana.

―El problema, hija, es que estos hombres no se detienen y si el marido de esa niña está involucrado, menos; él va a querer vengarse de ella a toda costa y ya demostró de lo que es capaz.

―Eso es verdad.

―Ojalá metan preso a toda esa manga de delincuentes.

―Ojalá, mamita.

―Y usted, tiene que haber sido el susto de su vida con esos tipos apuntándoles ―me dijo la señora Ely.

―Horrible ―admití―, yo ya veía que se le escapaba una bala y nos mataba.

―Menos mal que no pasó nada y que don Alfonso manejó la situación ―expresó Roxana.

―Yo creo que él está acostumbrado a situaciones así ―mencionó la señora Ely.

―De hecho, no es sargento porque se compró el título ―respondió su hija.

―Lo que es yo, nunca me imaginé que pudiera vivir una cosa así.

―Uno nunca se espera vivir ese tipo de situaciones. Pero mejor dejemos de pensar en eso, mis niñas, ¿quieren otro tecito?

―Sí, creo que lo necesito.

―¿Por qué no se van a acostar un rato?

―No ―respondí con celeridad―. Primero mi amiga me tiene que decir por qué no me había dicho que se seguía viendo con Gustavo.

―No nos hemos seguido viendo.

―¿Entonces? A él le brillaron los ojos cuando te nombró Bastián.

Ella se puso roja.

―Ya, cuenta, ¿qué pasa entre ustedes?

―Nada. A ver, esos días en que los papeles iban y venían, al principio, él fue un día y conversamos; después, fue como tres veces, ahí me pidió mi teléfono directo porque creo que fue un día y estaba cerrado, así que quería mi número para contactarme antes de ir. Y de ahí seguimos conversando por Whatsapp. Nada más.

―Se gustan ―dije burlona.

―Ya, nada qué ver, además, toma en cuenta que él es un prestigioso abogado y yo soy una simple empleada, encima viuda y con dos hijos.

Sonreí, quise gritarle que eso a él no le iba a importar, quizá, para él, fuera una bendición, o dos en este caso.

―¿Y ustedes con Bastián? ¿Desde cuándo que andan tan juntos? Tampoco me dijiste nada. La última vez que hablamos tú no querías volver a verlo ―apostilló Roxana.

―Yo no quería, pero ocurrió lo del incendio en la casita...

―¿Él estaba allá?

A grandes rasgos les conté cómo llegué allá, lo del incendio y todo lo que ocurrió después, incluso, les hablé del trato entre él y yo.

―¿Cree que eso sea bueno para que funcione la relación entre ambos? ―me preguntó la señora Ely.

―No sé, ahora mismo, no sé, cuando se lo planteé, me pareció la mejor idea, claro que tampoco estaba pensando bien ―aclaré―, ahora ya no sé, sobre todo después de todo lo que ha pasado.

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