24: Mi amigo (Bastián)

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Roxana llegó pálida, agitada y muy, muy asustada.

―No sabía qué hacer ―dijo entre sollozos, luego de que nos sentáramos ante la mesa para tomar el desayuno.

―¿Qué pasó, amiga?

―Anoche sentí un ruido en la calle, un auto derrapó muy brusco, tocó la bocina y luego se oyó un disparo.

―¿Atacaron tu casa?

―No, no, bueno, no directamente. Casi. Cuando el auto se fue, salí a mirar, varios vecinos lo hicieron, y encontré esto en el jardín.

Me entregó un sobre con sus manos temblorosas. Lo tomé y lo leí.

"Dale a tu noviesito un mensaje: Esta vez se salbo, pero k si sigue metiendo sus narises donde no deve, tu y tu familia bana sufrir las concecuensias".

Así, tal cual, con los horrores ortográficos y todo.

―¿Qué dice? ―me preguntó Almendra.

Yo resoplé y miré a cada uno de los que se encontraban allí.

―¿Es por mi hijo? ―preguntó don Alfonso.

―Creo que sí ―respondí con cautela.

―¿Qué dice? ―preguntó la señora Ignacia, desesperada.

―Es mejor que lo digas ahora ―advirtió Magdalena.

A regañadientes, leí la nota en voz alta.

―¿En qué caso andaría este niño? ―expresó la mamá con desolación.

―Sea cual sea, seguirá en él ―indicó el papá.

―Ojalá haga caso ―murmuró Amelia.

―Después de lo que pasó y ahora con esta amenaza, tendrá que hacer caso, no le quedará otra alternativa ―reafirmó don Alfonso.

―No sabía si ir a la policía. Bueno, ellos llegaron, pero yo me entré y no hablé con ellos.

―Es mejor que no, si se enteran de que fuiste con la policía, puede ser peor, es mejor dejarlo así y que Gustavo no siga con lo que sea en lo que haya estado ―le respondí yo.

―Es verdad ―continuó don Alfonso―, por el momento es mejor dejarlo así, involucrar a la policía puede ser contraproducente. Si ellos averiguan algo, que sea por ellos.

―De todos modos, quédate tranquila ―le habló Almendra―. Toma desayuno y hoy no vayas a la tienda.

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